4: Una ladrona

1601 Words
La mujer me mostró sus dientes afilados, eran similares a los de Aramis, pero estos sí me daban temor, cosa que no pasaba con los otros. — Un gusto, soy Dagny — respondí tratando de mantenerme tranquila —. ¿Y tú, quién eres? — Aquí la que hace las preguntas soy yo, ¿Qué haces en esta casa? ¿Acaso has venido a robar? — ¿Robar? ¿Yo? — sentí cómo la rabia nacía en mis adentros — ¡Escucha! Mucha necesidad puedo tener, pero yo no soy ninguna ladrona, largo de aquí que no te voy a aceptar ofensas y menos si ni siquiera te conozco. La mujer me tomó tan fuerte del cabello que pensé que me iba a arrancar el cuero cabelludo. Tomé de repente una sartén y le di con la misma. Esto no fue lo suficientemente fuerte para tumbarla, pero al menos logré aturdirla. ¡Pam! Le di otro sartenazo y miré la sartén con un hueco. Ella se miraba enfadada, genial, solo logré enfadarla. — No tienes idea con quién te has metido — ella gruñó como si fuera un animal —. Te vas a arrepentir. ¡Ay, madre, tenía apenas 25 años y ya iba a morir! Lo peor era que moriría siendo virgen por segunda vez, ¡qué tristeza! — ¡Larisa! — mi espalda pegó con una firmeza demasiado familiar —. ¿Qué crees que estás haciendo? Aramis se puso delante de mí, su autoridad era tan aplastante que hasta yo me sentí intimidada. La mujer que tenía serias intenciones de matarme se vio amedrentada por este hombre, sus ojos bajaron y si ella fuera un perro, estaría segura de que en estos momentos sus orejas estuvieran gachas. — Ja — Aramis me miró de reojo mientras reía de lado y miré que se reservó un comentario, luego sus ojos se posaron en mi agresora — Larisa, te presento a Dagny, ella es mi nueva asistente personal y también mi invitada especial. — ¿Nueva asistente personal? — Ella habló con ironía y me miró. Le puse mi mejor sonrisa mientras sacaba pecho — ¿Invitada especial? Por favor, tiene que ser una jodida broma, ¿Qué pasó con Azai? Se suponía que él es tu asistente personal. — Puedo tener dos, no veo cuál es el problema. Además, te recuerdo que Azai se encarga de ciertos asuntos únicamente. Dagny se hará cargo de otras cosas que están relacionadas con sus capacidades. — Sí, ya sentí su apestoso olor — ella hizo una mueca de asco mientras me veía —, a saber de qué bar de mala muerte la has sacado. — ¡Hey! A pesar de que trabajaba en un bar de mala muerte, como dices, me bañaba diario, corría los miles de riesgos, pero eso no fue justificación para no asearme — empecé a oler mi ropa y no le sentí mal olor —. Además, las prendas que estoy usando están igual de limpias que yo. Te crees mucho y vienes a humillar a los demás, no pienso disculparme porque no nací con una cucharita de plata en la boca así como tú, me tocó luchar incansablemente y nunca robé cómo insinuaste, ni siquiera te tomaste la molestia de averiguar quién era y me agrediste. — Ja — ella me observó de pies a cabeza — se nota que lavas los trapos que usas, una lavada más y ten por seguro que se van a deshacer en tus manos. No me importa quién eres, te digo que la relación que Aramis y yo tenemos se remonta a muchos años, somos amigos de la infancia. — Ay, querida, ahora comprendo tu molestia — ella me preguntó qué quería decir —. Es obvio que estás enamorada de Aramis, pero qué triste saber que solamente es una amistad. Mira que durante tantos años no has sido capaz de ser algo más que una amiga de la infancia. En cambio, conmigo, apenas ayer nos conocimos, no tenemos ni un día de habernos encontrado en la vida del otro y ya dormimos en la misma cama. Él me protegió de una caída, permitió que mi cabeza durmiera en su brazo y también me pidió que viviera aquí por el tiempo que tenga de vida en la tierra. Pude ver cómo ella se descompuso, sabía que le había herido el ego y eso era lo que le pasaba por meterse con una mujer decidida, peleonera y altamente pasional. — Pero no han llegado a algo más — ella mostró la altivez de siempre y sacó pecho —, así que no eres tan especial como quieres hacerme creer. — ¿A no? — me acerqué más a ella y sonreí con sarcasmo —. Entonces dime, ¿Cuántas veces has estado de la forma que yo estuve con Aramis? Anda, dime, después de todo han sido muchos años. La última palabra la remarqué especialmente para ella, miré cómo intentó responderme, pero no tenía una sola idea de cómo contraatacar. — Shhhh, ya querida — puse mi dedo en su boca —. No te estreses demasiado, sabes bien que no me puedes ganar. Larisa se fue, podía saber que le había dado una paliza y no fue necesariamente con la sartén… Espera un momento… ¡La sartén! — Ay, no — miré el objeto en mi mano y estaba achatado —. ¡Qué mal, se dañó y todo por darle en la cabeza a esa mujer! — No te tienes que preocupar, solo es una sartén. — ¿Acaso bromeas? ¿Tienes idea lo difícil que es encontrar una buena sartén de teflón? Además, no son económicas, que digamos — miré a Aramis con una duda muy grande en mi cabeza —. Te quiero preguntar algo, ¿Qué demonios comen aquí? Parece que todos están hechos de acero, mira cómo la cabeza de Larisa dejó a Tefli. — ¿Tefli? ¿De qué estás hablando? — De la sartén de teflón, le digo Tefli de cariño — acaricié el objeto — anda, dime, no es normal que esto quedará así solo porque le di dos veces en la cabeza y ni siquiera se aturdió. — No comemos nada especial, digamos que Larisa tiene huesos fuertes cómo nosotros. Ahora dime qué vas a hacer para desayunar, así te ayudo. — Nada de eso, yo haré el desayuno, pero tendré que buscar otro sartén, ya que este tuvo que jubilarse antes de tiempo. Preparé el desayuno y, como Aramis quiso comer en el jardín, fue que llevé la comida a ese sitio. Se me olvidó el jugo, así que caminé de vuelta. — Iré a ver cómo se encuentra Larisa, miré que preparaste desayuno para ella, así que le pediré que nos acompañe — Aramis mantenía sus manos en las bolsas de su pantalón —, luego te alcanzo. Asentí y me fui a la cocina, tomé la jarra de jugo de manzana y entonces caminé en dirección al jardín. Al salir miré a un hermoso husky. — Ay, pero qué lindo perrito — me acerqué a él sin pensarlo mucho y lo acaricié —. Sí, señor, eres muy lindo, pero estás flaco. Hablaré con Aramis para comprarte un poco de hígado y, si él no acepta, pues te lo comparé con mi salario una vez que cobre. Miraba los ojos del perro, me lograron incomodar, ya que parecían ser muy humanos, ¿Pero qué decía? No era posible que un perro fuera una persona. — ¿Quién es un lindo cachorro? — hablaba de manera jocosa y acariciaba sus orejas —. Sí, señor, eres tú, tú y nadie más que tú. Le di un beso en la punta de su nariz. Adoraba este tipo de perros y siempre quise tener uno, pero era consciente de que su mantenimiento era bastante costoso. Pude ver como si el husky se sintiera avergonzado por lo que había hecho, me dio tanta ternura que lo besé nuevamente. — Me puedes decir qué demonios estás haciendo — la voz de Aramis resonó en el jardín y lo miré, estaba muy molesto. El perro al verlo salió huyendo, pobrecito, probablemente no era de aquí y solamente buscaba comida para alimentarse y ahora Aramis lo espantó. Me levanté ya que estaba en cuclillas y lo miré de forma acusatoria. — ¿Qué es lo que te pasa? — él se sorprendió al verme enojada — has corrido a esa inocente mascota, quizás tenía hambre y tú te enfadaste conmigo solo porque lo acariciaba, realmente te pasas. — Pero no estoy enfadado contigo sino con… — ¿Con el perrito? ¿Pero qué rayos te pasa? No puedo creer que seas tan maniático, además, ¿Por qué demonios vas a sentirte enfadado con un animal? — Porque lo has besado — él hizo un mohín con su boca — no puedes andar haciendo eso. — Te recuerdo que es un perrito adorable y me encanta esa r**a, además, nosotros no somos nada para que me estés celando. Mejor me voy a dar una ducha, ve a desayunar con esa loca — señalé a Larisa — los dos están hechos el uno para el otro. Me fui a pesar de que Aramis no quería que lo hiciera, entré al cuarto, ya que no sabía de otro baño y este, al tener tantos lujos, probablemente tuviera el suyo. Me quedé estática al ver que toda mi ropa estaba destrozada, era como si un perro hubiese hecho de las suyas y había destrozado incluso la ropa interior…
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