Demonios, las cosas no podían ir peor. Ahora no tenía un solo cambio de ropa y esto probablemente era obra de Larisa… Un momento… ¿Qué rayos estoy diciendo? Ni que ella fuera una perra embravecida que es capaz de hacer esto… Aunque bueno… Quizás sí lo es, pero no creo que tenga la fuerza para desgarrar todo esto de tal forma.
Recogí los pedazos de la tela, pero me detuve un momento al ver que había algo que brillaba entre las tiras que quedaron de mi ropa.
— ¿Una uña? — la miré con un brillante en el medio — es de la mano… Un momento… ¡Maldita perra!
Salí hecha una furia mientras sostenía la uña, y miré que Larisa estaba comiendo de lo más contenta. Aramis por su parte, no había probado bocado y se miraba mortificado.
— ¡Tú! — señalé a Larisa y agité mi dedo acusatoriamente —. ¡¿Qué rayos te pasa?! ¡Has destrozado toda mi ropa! ¡No puedo creer que te atrevas a tanto solo porque te dije tus verdades!
— ¿De qué hablas? No tengo idea de lo que me quieres decir — ella bebió café con total tranquilidad —. Al parecer besar a Izan te volvió más loca de lo que estabas.
— ¿Izan? Así que conoces al perro — miré que ella se rio y Aramis se descompuso, ¡No! No es momento de perder la cabeza — ¡Ese no es el punto! Aquí lo que importa es que destrozaste mi ropa y esta es la prueba.
Coloqué la uña directamente en la comida de la mujer. Ella, al verla, miré cómo abrió sus ojos al punto que casi se le salen, intentó fingir asco, pero no había nada que me hiciera pensar lo contrario y más aún al ver sus manos.
— ¡Ni siquiera te intentes excusar! — señalé su mano — ¡Te hace falta una uña! Eres una mal nacida, me has dejado sin ropa alguna.
— De igual forma, ya estaba a punto de desbaratarse, deberías agradecerme. Solo tienes que comprar más ropa.
— ¡No tengo dinero! ¡Si crees que tengo todo a mi disposición como tú, estás equivocada! — Mi rabia bullía y se notaba — ¡Pide disculpas por lo que has hecho!
— ¿Yo? ¿Disculparme? Ja, no me hagas reír — ella se levantó y me miró con desdén —. No tengo la culpa de haber nacido en una familia pudiente, tu madre debió considerar dos veces traerte a este mundo cuando ni siquiera ella se podía mantener.
La rabia llegó a su límite cuando escuché que ella habló mal de mi mamá. Mi mano fue directo a su mejilla y le di una bofetada muy fuerte. Sabía bien que no le había causado daño alguno, pero logré que se enojará conmigo.
— No vuelvas a mencionar a mi madre en tu sucia boca, tú no estuviste en los zapatos de mamá y tampoco conoces los barrancos de su camino, ¿Acaso sabes si ella caminó con facilidad, tuvo algún guía, o inundó su andar con sus lágrimas para conseguir algo? — las lágrimas se deslizaron por mis mejillas, pero las limpié rápidamente, detestaba que me vieran llorar — de mí puedes decir lo que desees, incluso que soy una cualquiera por dormir en la cama de Aramis; sin embargo, a ella mantenla lejos incluso de tus pensamientos.
— Me has golpeado, eres una desgraciada.
En el momento en que Larisa me iba a agredir, Aramis se involucró, me puso nuevamente detrás de él y con un gruñido como si fuera una bestia fue lo que hizo que ella se alejara.
— No te atrevas — sus colmillos blancos resplandecieron con el sol —. Te has excedido, esperaba que fueras prudente y le ofrecieras disculpas a Dagny por la infantilidad que has cometido, pero no lo hiciste. Ahora te exijo que lo hagas, ¡Apresúrate!
— Pero Aramis — ella intentó justificarse, pero él no quería escuchar nada, fue entonces que me vio — perfecto, lo siento.
Larisa se fue muy molesta, me pasó empujando y al ver a Aramis deduje que él le iba a exigir que se disculpara nuevamente.
— Déjalo, es normal que se sienta molesta por lo sucedido. Creo que lo mejor es ir a recoger mis cosas o lo que queda de ellas, no me quedaré más tiempo aquí.
No quise escuchar a Aramis pedirme qué me quedará, sabía bien que eso era lo que vendría. Entré al cuarto y recogí el desastre, miré la tela de estampado floral y me dolió demasiado.
— Dagny — Aramis entró al cuarto — espera, no te vayas de aquí. Entiendo que lo que hizo Larisa rebasó cualquier límite, pero eres consciente de que no tienes donde ir.
— Tengo el efectivo que dejaste ayer en el bar. Pediré un uber y me iré en este momento.
— Un uber no entra hasta acá, tienes que ir a la entrada para esperarlo y déjame decirte que eso es mucha distancia en caso de que no lo recuerdes.
Demonios, eso era un punto a su favor, era algo de esperarse. Al final estamos en una villa en medio de la nada y estoy segura de que incluso los jardineros de acá poseen un coche.
— Además, con lo que te va a cobrar un uber, probablemente te quedes sin dinero — mencionó y supe que tenía otro punto a su favor —. No te vayas, muchas veces me siento solo en esta casa y te quiero a mi lado.
— No hagas eso — ni siquiera levanté la mirada por ver el pedazo de tela que sostenía —. Me da miedo, hablas de muchas cosas relacionadas con el amor y apenas nos conocemos, nada que empiece de tal forma va a acabar bien. Si sientes pasión o algún otro sentimiento por mí, está bien; sin embargo, amar a alguien es algo más profundo que no se cultiva en menos de 24 horas.
— ¿Y si te dijera que te conozco desde años atrás? — El anhelo con el que me hablaba era enorme, se puso de cuclillas y tomó mi mentón, entonces me obligó a verlo —. ¿Qué dirías?
— Eso me asustaría más — me solté de su suave, agarré y miré la tela en mis manos —. Tengo más que comprobado que nadie que te viene a decir que quiere una vida a tu lado cuando no tiene tanto tiempo de conocerte, puede ser alguien bueno. Hay lecciones que se aprenden muy caro y la mía es una de esas, así que no intentes utilizar conmigo esa táctica porque ya la conozco muy bien para mi desgracia.
—Lamento que pasarás por momentos difíciles, pero ten por seguro que mis intenciones no son herirte, sino protegerte —él tomó mis manos y miró el retazo de tela —. ¿Por qué sostienes este pedazo de tela con tanto dolor?
—Ese vestido era de mi madre —limpié mis lágrimas y me detesté por esto —no me gusta llorar, pero no puedo evitarlo, se trataba de lo único que tenía de ella y ahora está destrozado todo por culpa de Larisa.
—Lo lamento —él empezó a recoger los pedazos de tela —. Larisa suele excederse cuando mira a mujeres lindas cerca de mí, antes no me importaba e incluso le agradecía que las espantara. Sin embargo, ahora sí me importa porque eres tú.
—¡No hagas eso! —resoplé frustrada y me levanté del suelo —. Te lo estoy diciendo, me das miedo con eso que haces.
— Lo siento, no fue mi intención — él colocó todos los pedazos de tela en la mesita de noche —. Escucha, hoy es sábado, así que no vamos a trabajar. ¿Qué te parece si damos un paseo en yate? El lago se encuentra a nuestra disposición después de todo.
— Pero solo como simples conocidos, ¿Te parece bien? — él asintió —. Muy bien, vamos; creo que me sentará bien un poco de aire fresco.
Me adelanté por petición de Aramis, miré cómo él estaba hablando con Azai y le entregó algo que no pude ver bien qué era.
— Ya estoy listo — Aramis caminó en mi dirección —. Bueno, vamos.
Aramis navegaba en el bote que de eso no tenía nada, era un lujoso yate que tomaba el rumbo que esta persona determinaba. Él, con sus manos firmes, le dio la vuelta al timón y sentí el aire agradable que acariciaba mi cabello con delicadeza.
— ¿Disfrutas el viaje? — Él se sentó a mi lado —. Espero que te guste, nos quedaremos aquí un momento, así conversamos.
— ¿De qué quieres conversar?
— De ti, te quiero conocer. No te asustes, soy así con las personas que me rodean, me gusta saber cosas básicas, ya que así nos vamos familiarizando.
— Muy bien, dime qué quieres saber — él me preguntó por mamá —. Bueno, ella falleció como puedes imaginar. Se embarazó de mí siendo muy joven y luchó hasta el cansancio, murió trabajando y, dado que era menor de edad, anduve en hogares de acogida por dos años. Después de eso me fui a independizar y empecé a rodar en diferentes trabajos.
— Lamento escuchar eso, ahora quiero que me cuentes de esa mala experiencia que tuviste en el amor, te mirabas muy afectada por el tema…