Esa mujer será mía

2683 Words
Continuación del Flashback Apenas unos meses atrás antes del cambio de vida —Hermano —Escucho la voz de Saúl al otro lado de la línea. —¿Qué hay de nuevo papacito? —Lo saludo—. ¿Cómo vas? —Vamos a la casa de Ales, me acaba de llamar —Me dice. —¿Por qué o para qué? ¿Hay algún problema? —Le inquiero poniéndome alerta. Los acontecimientos de los últimos meses nos han mantenido a todos alterados, predispuestos, a la espera de cualquier noticia negativa. A estas alturas recibir una noticia diferente es algo atípico para nosotros, ya nada nos sorprendería que algún cabo halla quedado suelto que pasamos desapercibido. —Calma, calma hermanito —Aduce Saúl—. No hay nada malo. El rubio quiere que nos reunamos un rato para drenar la presión de estos días. —Ah, hubieras comenzado por ahí —Le contesto—. ¿A qué hora nos vamos? Me remuevo en la cama, miro a mi derecha para ver el reloj del despertador que reposa sobre la mesa de noche. Si bien no he salido de casa desde que regresamos de rescatar a la rubia, eso no quiere decir que me haya mantenido tranquilo; al contrario, para liberar un poco el estrés llamé a una de las tantas amiguitas que siempre están disponibles a pasar un buen rato sin compromiso, sin traumas. Eso es lo que necesito en mi vida, divertirme sin preocupación. No soy de tener relaciones estables, eso no es lo mío, y menos en esta vida de idas y venidas revoltosas. Me siento en la cama para quedar recostado en el espaldar, miro a mi lado para confirmar que la chica que aceptó pasar un buen momento conmigo, aun sigue dormida, ni siquiera el ruido del móvil al repicar la despertó. —A mediodía salimos para allá —Me responde Saúl—. Voy a darme una ducha y saldré a hacer unas diligencias para estar libre. Te paso buscando. —¿No estabas en la casa del rubio? —Le pregunto con curiosidad. —Me vine ayer en la mañana —Aclara. —Te hacía cuidando de la rubia. —Su actitud me alejó, decidí darle su espacio —Responde en un tono de voz bajo. —Bueh, la rubia y sus cambios extraños de actitud. Dale tiempo hermano, recuerda todo lo que vivió —Lo animo—. Estaré listo cuando vengas. Estuvimos conversando otro buen rato de otros temas hasta que él mismo puso fin a la conversación, y como la chica a mi lado comenzó a removerse en la cama, avisándome que estaba próxima a despertar, así como ciertas partes de mi cuerpo también dieron la alerta de estarse reanimando luego de ver como la cobija que lleva encima dejó a la vista una de sus bondadosas y bien distribuidas nalgas. Hace apenas dos horas que decidimos descansar luego de una jornada intensa de trabajos abdominales y otras técnicas d relajación que la morena sabe bien aplicar para dejarme como me gusta, sin fuerzas y adormilado. —Buenos días —Le digo llevando mi mano a esa parte de su cuerpo desnuda sin poderme contener—. El despertar en el momento preciso —Agrego apretando sus carnes y tomándola con la otra mano para obligarla a darse la vuelta, y por lo brusco que fui me dio una mejor visión de lo que hasta ahora me he disfrutado y que por la picardía en su mirada y los gestos de sus labios al estirar su cuerpo, me concedió el permiso que estaba necesitando para comenzar a degustar la primera dosis del menú que esta mañana me ofrece. —Buenos días —Responde bostezando con picardía y al mismo tiempo se lleva una mano a uno de sus pechos desnudos, esparcido de manera provocadora sobre su tórax—. ¿Qué hay para desayunar? —Pregunta en una sonrisa sugestiva. —No sé que quieras comer tú, pero yo ya tengo frente a mi el plato principal, lo demás que quedé por si me queda espacio —Respondo al tiempo que comienzo a masajear como enfermo su abdomen bien tallado y lentamente subo hasta el pecho donde reposa su mano—. Ve pensando qué se te antoja mientras me degusto con estas delicias. Completamente llevado por el arrebato que esta mujer me despierta, me arrodillé sobre el colchón para dejarla debajo de mí cuerpo, y sin pensarlo preámbulos tomé su pecho con mi boca al tiempo que acariciaba su abdomen hasta llegar a la parte que más me enloquece de una mujer. Llevé una de mis manos a su espalda para suspenderla un poco en alto a nivel de sus caderas para permitir que le diera acceso a mis dedos a su cavidad tan deseada en estos momentos. —Uhm —La chica ronronea como gatita en celo mientras se arquea de deseo—. Bueno este abreboca para comenzar el día —Me dice y luego se sonríe de manera escandalosa. Me gustan las mujeres como ella, desinhibidas, sin miedo a experimentar lo que sea se me ocurra hacerle en la intimidad, y hasta en medio de la gente. Mi nivel de locura llega a tal punto cuando verdaderamente me gusta una chica que no me detengo a considerar el lugar donde estemos cuando quiero hacer realidad las locuras que pasan por mi mente hacerles. Ella está a mi nivel, poco le importa complacerme donde este. —Entonces, hermanito —Le digo a Saúl ya a bordo de su camioneta. Llegó puntual, justo al mediodía. Para este momento ya estaba más que relajado, vestido, perfumado y bien alimentado. Recuperaré las fuerzas de todos estos días de tensión—. ¡Con qué la rubia sigue quisquillosa y tú al borde del llanto! —Exclamo en broma. —Deja que te pase a ti para ver si no vas a andar como si te hubieran robado algo —Me dice serio sin quitarle la mirada al camino que tiene al frente. —No sé que está pasando con ustedes, se embobaron —Respondo al no comprender porque tanto drama porque una mujer lo rechace—. Tanta mujer bien buena que hay por ahí. Si te dejó, no le pares, consíguete otra y se la pasas por el frente para que vea que si ella no es otra vendrá. —Jamás comprenderás de qué se trata si sigues con esa actitud, estas como Leroy, ciego y bruto a los sentimientos —Responde Saúl. —Maricadas tuya, de Ales y Gelys. Una mujer no tiene por qué influenciar mi estado de ánimo, no amigo mío. Las mujeres son la peor droga, ya tengo suficiente con verlos a ustedes para comprender hasta dónde son capaz de llevar al que se queda dormido en sus laureles —Respondo en negación—, y yo como no las tengo para dormir sino para que me satisfagan, no pienso caer en eso. —Ya te veré —Expresa Saúl. —Como la rubia, hay muchas mujeres bonitas. No sé qué te hizo, porque lo que vi fue mal trato de ella hacia ti —Intento hacerlo razonar. —Malos tratos no, que es fría eso sí, pero en el fondo es tremenda mujer, hermano —Afirma con una convicción que me dio fastidio. —Tú sabrás, solo quería ayudarte —Desisto. Negado como está de ver la realidad, de nada vale que siga haciendo esfuerzos por verle el lado positivo a la negación de Ingrid de estar a su lado. Con suerte yo ando en lo mío. No dejar que los sentimientos dominen mi vida ha sido la mejor de las decisiones que he podido tomar desde que he tenido posibilidades de tener a cualquier mujer que se me atraviese en el camino. ¿Para que dejar que los sentimientos tomen le control de tu vida? ¿Para qué relegar tu cuerpo a una sola piel si bien puedes disfrutar de cuantas te apetezcan en libertad? No, yo no quiero verme como ellos, sufriendo por los caprichos de una mujer, y menos si son como Iliang e Ingrid, profesionales, independientes y con exceso de orgullo. Son amigas, mis hermanas, pero como mujer no las quiero. No quiero a ninguna mujer que sea como ellas en mi vida. Una hora después llegamos a la casa de Aleskey. Aparentemente estaban todos los que formamos parte de la hermandad. —Hermanitos —Nos saluda Leroy totalmente animado. Se encontraba en la entrada de la casa discutiendo algo con cuatro de los escoltas de Ales, al vernos se hizo a un lado para recibirnos. —Bienvenidos, pasen, el rubio está en la piscina con el resto de los chicos —Señala la entrada—. Ya los sigo. —¿En qué andas? —Le pregunta Saúl al cerrar la puerta de su camioneta una vez se detuvo en la entrada. —Reorganizando la seguridad, ya sabes, no podemos dormirnos por más tranquilo que todo parezca —Le responde a Saúl estirando la mano para que le entregue las llaves de la camioneta—. Dame mi amor —Le pide—. Sabes que no la podemos dejar aquí. —Toma —Se la envía en el aire y le da la espalda. Ingresamos a la casa y nos fuimos directo a la piscina. —Llegaron los que faltaban —Les digo en voz alta. Todos estaban distraídos conversando entre ellos—. Esto parece un velorio. —Mi muñequito —Me responde Aleskey al tiempo que se pone de pie y camina hacia nosotros para recibirnos, solo que viene con los brazos abiertos para abrazarme. No vi venir cuando no solo me abrazó, sino que también me dio un beso en la mejilla. Me enfadé de forma tal que reaccioné empujándolo. —¿Qué te pasa, hermano? Deja las maricadas, sabes que no me gustan estas pendejadas —Le digo en voz alta. —No te enojes mi amor —Contesta sonriéndose Aleskey. —Hermano déjelo, sino quiere ser víctima de su mal genio mejor déjelo estar —Escucho que le dice Saúl. —¿Quién em llamó? —Aparece Leroy. —Hablaron de mal genio, pero sorprendentemente esta vez no se referían a ti —Le contesta Iliang con sarcasmo en el tono de su voz—. No te creas exclusivo de esa horrenda cualidad. —Te lo creo, tú y Ales son la prueba viviente de lo que es ser un amargado en la vida —La ataca Leroy pero en tomo de broma. —Ya, ya, no vinieron a caer en provocaciones, vamos a celebrar que nuevamente estamos juntos y completos, ¿Dónde está Malcolm? —Interviene Gelys, como siempre en su actitud conciliadora. Haciendo caso a Gelys, al ver en la distancia a la rubia que permanece aislada del grupo, recostada en una silla de extensión con los lentes oscuros cubriendo sus ojos. —Rubia de mi vida —Pese al mal carácter que a ella también le caracteriza, se ganó esta expresión de parte de todos cuando nos dirigimos a ella, y más ahora, después de la experiencia que le tocó vivir. Aparentemente estaba dormitando, pues si bien respondió en seguida, al quitarse los lentes de sol para mírame bien, sus ojos parecen agotados, inflamados producto de haber estado en descanso. —Anthoni, hombre, ¿Cómo andas? —La veo sonreírse. —Ahora, bien al ver que estás como siempre, regía —La animo. —Gracias. Miro mi reloj y al confirmar que es buena hora, ni muy temprano ni tan tarde, giro mi mirada alrededor. —Vamos a tomarnos una cerveza para abrir la celebración con la rubia —Propongo en voz alta—. De verdad que tanto silencio da flojera. —Cierto, Anthoni tiene razón —Me apoya la rubia—. Yo no estoy tomando medicamentos ni anda que me lo impida. Así que tomemos algo que nos anime un poco —Propone buscando cambiar el semblante de su rostro al poner una media sonrisa, aunque se le nota el esfuerzo que le está poniendo. Tomándome la palabra Maritza, la madre de Antonella, después de saludarnos a Saúl y a mí, se fue a la cocina a buscar las bebidas. Al ver que Saúl caminó en dirección a ella, decidí apartarme para que ellos pudieran hablar, y por qué no, arreglar sus diferencias. Ya que está empeñado en defender su dizque sentimiento por ella, no puedo hacer nada más que dejarlo irse de boca en contra de su verdugo, que en este caso resultó ser una mujer y no cualquier mujer, sino una tan difícil como cualquiera de nosotros en nuestros tiempos antes de que dejáramos permitir la entrada de ellas en la hermandad. Las horas fueron pasando y entre una bebida y otra, conversaciones iban y venían, de pronto Saúl, mostrando su decaimiento, se acercó a nosotros. Al comprender cuál es el motivo de ello, paso mi brazo izquierdo alrededor de su cuello para abrazarlo en un gesto fraternal. —Hermano, no se desespere. Tal vez tarde unos días, pero esa mujer es suya, solo tenga paciencia y comprenda que lo que vivió no es fácil para nadie, menos para ella —Le dice Ales a Saul, mientras que yo le ofrezco una cerveza de las que la chica del servicio nos comenzó a repartir una vez más. Dado que nos encontramos parados de frente a la puerta de salida de la casa que conduce hacia el área de la piscina, una vez que le entregué la cerveza a Saúl sin soltar el abrazo, terminaba de darle un largo sorbo a la cerveza que la chica me entregó ya abierta, aun con el líquido espumante y bien frío en mi boca y otro poco ya casi en la garganta, casi me ahogo al ver salir caminando al lado de Samantha y un chico, a una mujer morena, piel con una tonalidad canela que la hace ver radiante, de cintura pequeñita y con las principales secciones del cuerpo que me atraen de una mujer bien proporcionadas, diría yo considerables, cabello largo color azabache. Me quedé impactado, tuve que sacudir el cuerpo un poco para evitar ahogarme y dejar salir el líquido de mi boca, mojando a los chicos que tengo al frente. Me aclaré la garganta, parpadeé varias veces con la mirada fija hacia la chica que se detuvo en frente de Iliang junto con el chico, de cuyo brazo se mantiene agarrada, esto me dio una sensación extraña, algo que nunca había experimentado, no desde el punto de vista de la sensación de posesión. —Hablando de mujeres que son para uno -intervengo-, hermano deje la lloradera, a la rubia le gustan los hombres rudos -Agrego en broma sin dejar de mirar a la morena-, mentira hermano, es una broma, arriba ese ánimo -Giro la mirada hacia Aleskey -. ¿Quién es esa muñequita bella? -pregunto volviendo la mirada en dirección a la chica. —La secretaria de nuestras abogadas hermano -Me informa Ales. —¿Anda sola o hay algún pendejo que deba quitar del medio? —Cuestiono mirándola fijamente sin disimulo. —La verdad, no sé. Siempre anda sola o con el chico que está allá con ella e Iliang, no creo que tengan algo, pero indaga antes de lanzarte, no vaya a ser que ella misma te ponga freno de mano -Me sugiere Aleskey de manera deportiva. —Ja, ja, ja, ni que me importaran esos molestos obstáculos. Soy de los que no le paro a nada ni a nadie cuando una mujer me gusta, esa muñequita será de este ken porque me dejo de llamar Anthoni Calgari sino logro acapararla -Les digo a él y a los chicos totalmente seguro de mí mismo. —Esto se va a poner bueno. Apuesten hermanos —Propone Leroy llegando justo en este instante a la conversación. —Esa mujer será mía porque así lo he decidido —Les aseguro con firmeza en el tono de mi voz.
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