Emma miró a su madre en la cama, su sonrisa y el brillo de aquellos ojos le recordó todo el pasado, todo lo que había hecho para evitarla a toda costa, pero al parecer nada sirvió para nada. Ella estaba aquí. Buscando dinero. Y algo más, quizás.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Emma acercándose al pie de la cama, la mujer sonrió más a la frialdad con la que su hija la recibía.
—Bien. Este hospital es un asco, pero bien. ¿Por qué has tardado tanto en venir por mí? —preguntó, Emma se tensó y negó lentamente.
—¿Venir por ti? Primero que todo, ¿Qué es lo que quieres? Podemos solucionarlo en este momento. No es necesario que vengas conmigo. Dime, y cada quien sigue su camino.
—Vaya, sigues como un témpano aun al ver a tu madre en esta situación. ¿No te duele el corazón tratarme de esta manera? —Emma reconoció de inmediato el tono de sarcasmo en aquellas palabras.
—¿Cuánto es lo que quieres? Ya he pagado el hospital. Y habla de una vez por qué tengo cosas que hacer.
—Bueno, quiero unos miles de dólares nada más para sobrevivir una temporada en la ciudad. Y no me salgas con cantidades bajas, sé qué ganas bastante bien.
—Por qué trabajo. —replicó Emma. —Por eso es que estoy donde estoy, por qué me esfuerzo en no volver a pasar hambre y todas aquellas carencias, ¿Acaso lo has olvidado?—la mujer en la cama desvió su mirada hacia la ventana, luego tomó una bocanada de aire y lo soltó ruidosamente, luego se dirigió a ella.
—Quiero dos millones de dólares. —Emma alzó sus cejas y soltó una sincera carcajada.
—¿Estás loca? ¿Crees que yo te daría tanto dinero que no tengo ni para mí?—Emma detuvo su risa y volvió la frialdad, luego negó lentamente. —Te daré diez mil dólares, con eso puedes sobrevivir como dices una temporada. Busca algo económico, estira el dinero, el que andes hospitalizándote en habitaciones VIP das una imagen de tener dinero, pero no es así.
—Consíguelo. —replicó la mujer sin dejar de mirarla. —Explota tu belleza, tus conocimientos, consíguelo.
—No conseguiré nada, ¿Te olvidas de que ya no tienes poder sobre mí?—Emma contestó al mismo tiempo que acomodó el tirante de su bolso en su hombro.
—¿Qué no tengo poder sobre ti? Entonces dime, ¿Qué haces aquí?—Emma tensó su mandíbula.
—¿Qué hago aquí?—Emma caminó hasta la ventana a paso lento, escuchándose el golpe del tacón contra el suelo, luego este cesó.
—Así que busca debajo de las piedras, necesito un millón para pagar una deuda, el otro millón será para mí.—se giró hacia la mujer.
—No lo haré. Así que, toma los diez mil dólares y sigue tu camino, no me interesa saber en qué andas hoy, o mañana, —Emma caminó hacia ella quedando a cierta distancia luego se inclinó para mirarla de más cerca—Ya no soy tu carnada, así qué…—la mujer levantó la mano tirando del catéter que tenía en la mano, atrapó el cabello de Emma y tiró de él para acercarla a su rostro aún más esto provocó que le arrancara un jadeo de sorpresa y dolor.
—Consigue ese dinero o espera las consecuencias. —la soltó, pero Emma permaneció con el mismo semblante. La frialdad de ella inquietó a la mujer, metió la mano a su bolso y sacó el sobre color crema, tenía en el interior el fajo de dólares con la cantidad que le había dicho que le daría, Emma venía preparada, conocía a aquella mujer como la palma de su mano, luego se lo lanzó sobre su regazo y le sostuvo la mirada por un momento.
—No soy la niña que usabas para obtener lo que querías de otros hombres. —Emma se acomodó el cabello a su posición de siempre y actuó como si la amenaza de la mujer no fuese nada para ella. —Así qué ahórrate tus amenazas…“Madre”—dijo esta última palabra con desprecio bien merecido, primera vez en aquella mujer eso le había provocado algo que no pudo describir.
Emma caminó a la salida escuchando las maldiciones de aquella mujer postrada en la cama de hospital, cerró la puerta y mostró una sutil sonrisa a la enfermera que se dirigió a ella.
—¿Está todo bien?—preguntó la enfermera una vez que escuchó a lo lejos los gritos enfurecidos de la mujer dentro de la habitación.
—Como siempre. —luego Emma la esquivó, quitó la sonrisa en sus labios y la frialdad en aquel angelical rostro, apareció. Ya no era la niña que habían lastimado de manera física y emocional, Emma, ya no era de las que se callaban.
Era ahora… Otra mujer.