|Un nuevo todo|

1113 Words
Días después… Emma firmó finalmente la compra de su nuevo departamento, había tomado de sus ahorros para amueblarlo a su gusto, ya que todo lo que tenía en su antiguo departamento, se vendió junto con él. Miró por la ventana de su nueva sala y la vista era impresionante, se cruzó de brazos y contempló la estatua de la libertad a lo lejos, la luz que entró, bañó todo el espacio. —Finalmente, un nuevo comienzo. —dijo una vez que acomodó de nuevo el portarretrato que estaba al lado de la televisión de última generación, empotrada. Era ella graduándose de la universidad, posó sola, con un gesto de seriedad que solía siempre usar en las fotos. Sonrió y luego suspiró. El celular a lo lejos sonó, estaba en su nueva habitación. Cuando lo tomó, miró la pantalla un número desconocido, entrecerró sus ojos pensando que podría ser Jamie y había bloqueado todo número desconocido, ahora era uno nuevo. — ¿Tendré que cambiar de número?—el número desconocido insistió, así que respondió. — ¿Sí?—contestó. — ¿Puedes dejar de bloquearme? He estado intentando localizarte. —ella se tensó al escuchar la voz de la mujer al otro lado de la línea, pasó saliva con dificultad y a tienta buscó sentarse en la orilla de la cama. — ¿Cómo es que…?—No terminó de formular la pregunta. — ¿Cómo has estado? —Estoy mal. Estoy en el hospital internada, necesito que venga un familiar. —ella se tensó, no quería ver a esa mujer por todo el daño psicológico y emocional que le había dejado hace años atrás. —Estoy ocupada. —dijo tajante. —No lo estás. Has regresado de Hawái, sé que has cancelado tu boda, pero te has ido de Luna de miel tú sola, así que no me salgas con pretextos, aún no entras a trabajar. Emma tenía los ojos muy abiertos, el corazón latiendo a toda prisa y sus dedos comenzaron a hacer un movimiento repetitivo sobre su muslo, intentó buscar alguna manera de no ir, pero no fue rápida. —Yo…—no se le ocurrió nada. —Estoy en el hospital Presbyterian, y cerca de donde solías tomar café y trae contigo la tarjeta de crédito—y luego colgó, Emma estaba intentando aún buscar un pretexto, pero no había ninguno. Miró la pantalla y se quedó mirando el número y a punto de bloquearlo e ignorar el pedido de la mujer, llegó un mensaje y lo vio de la barra de notificación: “No te atrevas a bloquearme, sé dónde trabajas y vives” Emma se había quitado un parásito y llegaba otro. Tomó aire y lo soltó lentamente. “¿Esto era una mala broma del destino?” ***Los tacones se escuchó contra el suelo de aquel pasillo de urgencias, Emma estaba muy inquieta por el próximo encuentro con la mujer, lo que le preocupaba ahora era que ella estaba al tanto de toda su vida, entonces, ¿Por qué no ha cumplido su promesa de dejarla vivir su vida lejos de ella? Ya le había usado lo suficiente cuando era una niña inocente, cuando no se podía defender. Cada vez que pensaba en ella, le recordaba los hábitos que había adquirido solo para cumplir sus expectativas, hábitos que ahora eran parte de su vida y que eran imposibles de olvidar, aunque pensó que gran parte de ello, es quien es hoy en día. Llegó con una enfermera y le pidió información, dio su nombre y la mujer arqueó una ceja y la miró. — ¿Usted es familiar de la señora?—preguntó escéptica la mujer. —Sí. —Emma contestó, la mujer frente a ella le dio un repaso discreto, pero ella se dio cuenta de que lo hizo. — ¿Pasa algo?—la enfermera negó. — ¿Qué parentesco tiene con la señora?—preguntó la mujer. Y aquí es donde tenía que escupir esas palabras que creyó que nunca jamás lo diría. —Es mi madre. —la enfermera alzó sus cejas y luego la mirada a Emma. —Lo siento, me disculpo si le ha causado problemas. — ¿Problemas? Eso se queda corto. —Emma se tensó, ¿Ahora que había hecho?—Ha llegado debido a un fuerte dolor e hizo que la sala de urgencias fuese un caos, tuvieron que ponerle un tranquilizante para calmarla de lo alterada que estaba. —Emma no se sorprendió escuchar lo que la enfermera dijo, así era ella, siempre un caos fuese a donde fuese. — ¿Puedo entrar a verla?—ella asintió. —Primero necesito confirmar que usted es su hija y que pagará el hospital. —Emma alzó una ceja, presionó sus labios y se arriesgó a preguntar mientras tomó del interior del bolso su tarjeta de crédito. —¿Cuánto es?—la cifra que había pagado era sumamente alta, Emma podía pagarlo, pero eso la descontroló en sus planes financieros, sabía que ese dinero jamás lo volvería a ver, así que era necesario volver a trabajar cuanto antes mejor. Mientras caminó por donde le habían indicado que estaba, envió un mensaje de w******p a su jefa, informando que estaba lista para volver a trabajar, de inmediato la señora Byrne contestó: “Mañana entras, te esperamos con ansias” eso la hizo sentir un poco tranquila, cuando llegó a la habitación privada en la que había exigido la señora, Emma se llevó una mano a su pecho, del lado de donde latió su corazón acelerado, encontrarse de nuevo cara a cara con la peor parte de su vida, sería bastante difícil. Cuando pensó que todo en adelante sería bueno para ella, ahora lo dudó. Abrió la puerta y cuando apareció a la vista, la señora la miró arqueando una ceja. Elaine, era una hermosa mujer de cuarenta y cinco años, había tenido a Emma bastante joven en sus tiempos, pero no era ni fue la madre que ella necesitó, al contrario, solo fue un peón en la vida de ella para obtener lo que quería, a costa de todo, y eso incluyó a Emma. La carnada para acercarse aquellos hombres de dinero donde causar lástima era abrir puertas grandes de mansiones y así obtener beneficios, hasta que su hija huyó. —Mírate, hasta en las peores situaciones estás impecable, tal y como te lo he enseñado desde pequeña. —Emma cerró la puerta detrás de ella, y tomó discretamente una bocanada de aire para enfrentarse a ella. — ¿Qué no piensas saludar Emma?—una sonrisa burlesca apareció en los labios de Elaine. —Mamá ha regresado.
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