Capítulo 18 — Saúl El amanecer de aquel día tiene un color diferente. No sé si es el cielo, el mar o simplemente mis ojos cansados, pero todo parece teñido de una calma tensa, de esa que precede a algo inevitable. He pasado la noche en el coche, aparcado frente al puerto de aquel pequeño pueblo almeriense. No pude regresar a Murcia. No después de saber que Marina estaba ahí, tan cerca, tan viva. He repasado una y mil veces los recuerdos de aquel día maldito. Las risas, el brillo de su piel, la culpa que llegó después, y luego el estruendo del accidente. Todo encaja como las piezas rotas de un espejo que se empeña en mostrarme lo que fui. Y ahora, por fin, parece que voy a poder mirar el reflejo entero. El móvil vibra en el asiento. Es el inspector Roldán. —Buenos días, Saúl. Tenemos co

