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4342 Words
Meto la llave en el contacto y arranco el coche. Salgo del aparcamiento dirección a la puerta de salida del parking. ¿Por qué habrá dicho eso Andrew? No tengo ni idea, pero parecía muy seguro de lo que decía. Lo que si sé, es que no puedo comentarle nada de esto a Izan, se pondría furioso. Y no quiero que se enfade conmigo, no hoy cuando le he echado demasiado de menos. Respiro hondo y conduzco. Una vez estoy en la calle, paro el coche al lado del Ferrari n***o de Izan. -¿A dónde? -le pregunto alzando un poco la voz. -A mi casa -me dice en igual tono. Asiento y enfilo la calle, me establezco en la Fifth Avenue y conduzco hacia el norte. Izan, va justo detrás de mí. Ya me sé el camino hacia su ático de memoria. Tardamos un buen rato en llegar por el estresante tráfico que hay en carretera. Es hora punta, lo que lo hace aún peor. Aparco frente a su edificio, bajo del coche, le doy la mano a Izan y cruzamos el vestíbulo principal. -Buenas noches, Robert -saluda él. -Buenas noches, señor Clark. Señorita Rowling. Yo le dedico una agradable sonrisa. -Hola, Robert. Subimos en el ascensor, sin hablar y mientras tanto no paro de darle, vueltas y vueltas al comentario de Andrew. ¿Por qué habrá dicho eso? ¿Sabrá algo que yo no sé? ¿Estaré siendo una ingenua con Izan o será un estratégico y malévolo comentario para hacer daño y dejarme pensando en ello a cada rato? No tengo idea. Izan baja sus ojos claros hacia mí. -¿Te pasa algo? -No -enfatizo con la cabeza. El frunce el ceño y luego fija sus ojos al frente. El ascensor no tarda en abrir sus puertas. Salimos y entramos al vestíbulo del apartamento. Izan se para y se quita la chaqueta azul del traje y luego la cuelga sobre un perchero que hay a dos pasos de la puerta de doble hoja. -¿Me das la chaqueta? -Eh... sí -me quito la chaqueta vaquera y se la tiendo. Él la cuelga y a continuación se gira, tomándome de la mano, y llevándome en dirección a la cocina. -¿Quieres una copa de vino blanco? -me pregunta dirigiéndose a la nevera. -No, gracias. -Yo tomaré una copa o quizás dos -murmura. Me siento en el taburete y dejo el bolso sobre la isleta. Izan vierte vino en una copa, luego da un buen trago y me mira. -¿Cómo te ha ido el día? -me pregunta tranquilamente entretanto viene hacia mí, con copa en mano. Se sienta a mi lado. -Bien -me encojo de hombros. ¿Qué puedo decir que no haya dicho ya? -¿Algo va mal? -me mira interrogante. -No. -No estás muy habladora esta noche. Esto no es habitual en ti, siempre me acribillas a preguntas -dice con sequedad y da otro trago al vino. No puedo contarle lo que me ronda por la cabeza. Aunque no quiera mentirle, no puedo hacerlo. Sé que si le digo se podrá furioso, ya lo hace con solo nombrarle, no quiero correr ese riesgo, no quiero que se enfade conmigo. No, no le voy a decir. Me lo guardaré para mí, el simple pero puntilloso y desagradable comentario de Andrew. -Es que estoy cansada de todo el día. Solo es eso. Izan asiente sin convicción. -Bueno, si comprendo que puedas estar cansada. Pero ahora la verdad. ¿Qué es lo que te pasa, Beth? -No me pasa nada -dijo despacio destacando cada una de las palabras. Izan tuerce el gesto. -Cuando has salido de Glam parecías contenta de verme, sonreías -apunta- Desde que hemos llegado estás seria y callada. Me lo quedo mirando y él hace lo mismo. Me observa atentamente durante unos segundos. -¿Por qué has tardado tanto en salir del aparcamiento? -murmura rompiendo el silencio entre ambos. ¡Mierda! -No he tardado nada, o tal vez ha sido por culpa de los zapatos, tienen un tacón muy alto. Ando más lento con ellos -le explico intentando ser convincente y creo que lo consigo, porque Izan se relaja y se pasa una mano por el pelo un poco alborotado. -Está bien -dice frotándose los ojos- ¿Tienes hambre? -me pregunta ahora. Lo cierto es que no mucho. O tal vez nada. -Un poco. -Vale, voy a ver que tenemos en la nevera -se levanta del taburete con agilidad y va hacia ella. Luego la abre de par en par y mira dentro. -Mmm -ronronea- ¿Cerezas? Uf, menos mal. Algo ligero, nada pesado. -Sí, está bien. Él asiente conforme. Saca un plato con cerezas rojas y moradas y otro con queso y jamón. Lo deja todo sobre la isleta. -¿Vino? -Un poco, gracias. Se vuelve, abre el mueble de los vasos y coge una copa. Y también una barra de pan que comienza a cortar a rodajas. Durante esos minutos le observo y me embebo de su belleza, de él. Esta tan guapo concentrado en lo que hace. Nunca me cansaría de mirarlo. Soy una gran afortunada, por lo menos por ahora. Coloca el pan cortado en un plato y viene a sentarse a mi lado. Yo cojo una cereza y me la llevo a la boca. Están riquísimas. -¿Te gusta? -Sí -contesto mientras me llevo otra a los labios. Izan vierte el vino muy claro y burbujeante en mi copa y me la pasa. -Gracias -le agradezco -¿Qué tal tu día? -le pregunto seguidamente. Izan suspira. -Horrible -masculla. Y empieza a comer pan con queso. -¿Problemas? -No, no en cierto sentido. Le miro ceñuda y doy un sorbo a mi copa de vino blanco. Está frío y deja un increíble gusto en el paladar. Le miro. -¿Y entonces? -Estamos en negociaciones para ampliar el territorio empresarial de la empresa en otros países. Ya tenemos sedes en Dubai y Australia. Ahora queremos adentrarnos en Europa. Pero no nos lo están poniendo nada fácil. Oh, vaya. -No, sabía que tuvieras empresas en Dubai y Australia -le digo perpleja. Es impresionante. Izan es como una caja de sorpresas, nunca sabes lo que te va a tocar. En este caso a contar. -Pues sí -se encoge de hombros sin darle demasiada importancia al asunto. -¿Desde hace mucho? -pregunto con la misma curiosidad de siempre. -Años -responde y coge su copa de vino- Pero no quiero aburrirte con el trabajo -añade entre sorbo y sorbo. Yo sigo comiendo deliciosas cerezas. -No me aburres en absoluto, siempre estoy encantada de que me hables de ti, de tu trabajo -reconozco. Él asiente abstraído. Y no sé por que. Cómo es habitual nunca sé en lo que está pensando. -Te he extrañado mucho hoy -dice con un murmullo ronco, incluso apagado diría. Lo miro directamente a los ojos. Y veo que él me está observando a mí con un brillo cálido, amoroso en esos ojos azules que tanto adoro. -Yo también. Izan suspira profundamente, se gira en el taburete y se pone en pie. Me acaricia la barbilla haciéndome alzar la vista para mirarlo. Se inclina y me besa. Dándome un beso suave con mucho amor. -Te quiero -susurra apartándose, aunque sigue a unos centímetros de mis labios. Siento su cálido aliento sobre mi. -Yo también te quiero, Izan -le cojo la cabeza entre mis manos y si poder resistirme le beso vertiendo todo mi amor por él. Izan me coloca una mano en la nuca para hacer que el beso sea más prolongado y la otra en la cintura. Cuando nos separamos nos cuesta respirar. -Mañana por la noche quiero llevarte a un lugar -me dice con ojos danzantes. Sonrío por la expresión ilusionada de su rostro. -¿Qué lugar?- pregunto intrigada. -Es una sorpresa, tendrás que esperar hasta mañana por la noche -murmura deslizando su dedo índice por mi mejilla, lo que me hace estremecer. -¿Me vendaras los ojos como aquella vez que me llevaste a navegar en tu impresionante barco? -murmuro sonriendo tontamente. Ríe. -No, no esta vez. -Vale -suspiro aliviada, recuerdo mi nerviosismo ante esa situación. Pero debo reconocer que fue excitante- ¿Y de que se trata? -continúo indagando. Izan sonríe con picardía. Se inclina hacia delante y me susurra al oído. -Es una sorpresa. Yo hago un mohín exagerado cuando se aparta. Él sonríe de oreja a oreja, esta encantado con mi expresión. Se está divirtiendo a mi costa, lo sé. -Tendrás que esperar, señorita -me da un golpecito juguetón en la nariz. Yo le saco la lengua y él ladea la cabeza con una ceja arqueada. -No me gusta esperar -digo en plan quejica. -Lo siento, no diré nada. -¿Nada de nada? ¿Ni una pista? -trato de convencerlo, pero es en vano por que cabecea a modo de negación. Se lleva una mano a los labios, aprieta estos y después hace un gesto como si cerrar una cremallera en ellos. ¡Oh, es frustrante! No me va a decir nada. Me va a dejar como la vez pasada. De eso ya hace varias semanas y es como si hubiera sido ayer. -No te sulfures -me regaña- Ya lo veras y espero que te guste. Esboza una de sus entrañables sonrisas con ojos centelleantes de diversión. -Está bien. Si no me queda de otra -mascullo resignada a mi destino. -No, no te queda otra. -Bien. Se ríe otra vez y me besa castamente en los labios. A continuación se sienta a mi lado en el taburete. -¿Más vino? -No, tengo que conducir -le recuerdo. -Cierto -dice con voz queda. Oh, no. Tengo que distraernos con algo. -¿Qué pasa con tu coche azul? ¿Todavía sigue en el taller? Izan sonríe. -El Audi -me aclara. -Bueno... sí, ese. -Mañana paso a recogerlo, hoy no he tenido tiempo -asegura encantado. Esta conversación le gusta, se le ve ilusionado. Claro, todo sea hablar sobre coches. Alzo los ojos al techo mentalmente. Hombres. -Me gustaría montarme en él. -Claro, mañana paso a recogerte -acepta sonriente. -Vale -concedo devolviéndole la sonrisa. De repente el teléfono suena en algún lugar de la casa. ¿En el estudio? ¿Podría ser? Izan se levanta del taburete diligente. -Ahora mismo vuelvo -me dice mientras se encamina enérgicamente al estudio. Yo busco la BlackBerry en mi bolso para ver la hora que es. Son las nueve y diez. ¿Quién le llamará? No creo que sea... no, no lo creo... o ¿sí? La única persona que surge en mi mente en estos momentos es Amanda. ¿Será ella? ¿O tendrá algo que ver con lo que me ha dicho hoy Andrew? Resoplo, me estoy comportado como una imbécil desconfiada, todo por culpa de Andrew y su ingenioso comentario. Y antes de que pueda pensar con más detenimiento en el asunto, Izan regresa a la cocina. -Perdona. Mi asistente personal, Alyson. Quería corroborar unos datos -se explica entretanto se va acercando a mí. Suspiro aliviada. Mal pensada, me reprocho mentalmente. -No, pasa nada. ¿Algo importante? -No, poca cosa. Ah. -¿A esa mujer la tienes trabajando esta tan tarde? -le pregunto frunciendo los labios. Izan se ríe. -No. Ella echa las mismas horas laborales que la mayoría de los ciudadanos neoyorquinos. Es una mujer eficiente, sólo hace su trabajo. Quería reafirmar unos datos, como te he dicho. Ajá. -Bien -digo comiéndome otra cereza. Izan me mira con la cabeza ladeada y el ceño fruncido. -¿Qué pasa? De verdad que estás muy rara hoy, Elisabeth. Parpadeo y trago saliva. -Es que... tengo que volver a casa -me cuesta decirle. ¿Por qué siempre se me hace tan difícil separarme de él? Ah, ya, porque estoy enamorada. Le cambia la cara, palidece. Entrelaza las manos y las apoya en la barra del desayuno encorvándose hacia delante. -Eso no ocurriría si vivieras aquí - dice en tono hosco. Oh, no. Otra vez con la misma cantaleta. -Ya hablamos respecto a eso y creo... Me interrumpe. -Sí, vivieras aquí no tendríamos que pasar por esto, casi todo los puñeteros días. Le miro con ojos como platos. Izan me mira fijamente y sus ojos se tornan oscuros. Visualizo en ellos lo molesto que está conforme el tema. -Cómo quieres que te lo diga o que te lo pida, ¿en c***o? Reprimo una risita. Se ve tan gracioso y sexy cuando se enfada. -¿Sabes c***o? -No. -¿Entonces? -Entonces qué -suelta con evidente exasperación. Me lo quedo mirando evitando sonreír. Izan tuerce el gesto de mala manera. -¿Qué? Oh, pues sí que está cabreado, pero yo no lo puedo evitar más y me río. Él entorna los ojos, y me escudriña con la mirada. -¿Te estás riendo de mí? -pregunta seriamente. -Sí -le respondo con descaro. Izan alza una ceja, intimidante. Los dos nos mantenemos la mirada, y cada uno se funde en los ojos del otro. Los suyos son maravillosos, un color excelente, sensacional, de un azul claro grisáceo. Me fascina la forma tan sutil en la que la luz hace que cambie su color. Los míos son verdes claro, una herencia de mi padre. Oh, Beth no sigas por ahí. Izan se ve frustrado. Él molesto y tratando de discutir y yo al contrario divertida por su comportamiento enfurruñado. Se ve demasiado sexy como para no quedarme mirándolo embobada; Pelo alborotado como habitualmente, ojos brillantes y ardientes por el enfado y camisa blanca con los tres primeros botones desabrochados. Guapísimo a rabiar. No pudiendo soportar la distancia que nos separa, me bajo del taburete y me aproximo como él hizo antes. Izan me mirada impasible. Yo le acaricio su bello rostro y él suspira y cierra los ojos. Luego los abre y me abraza. -No quiero discutir -le susurro dulcemente. -Yo tampoco. Sonrío. -Estabas enfadado. -Sí. -¿Sigues enfadado? -Un poco. -¿Ah, sí? -arrugo el ceño. -Sí -dice sinceramente. Bueno... por lo menos es honesto aunque siga enfadado. -¿Por qué? Ahora es él quién me mira ceñudo. -Porque ¿qué? -¿Por qué estás enfadado exactamente? -le pregunto jugueteando con el cuello de su camisa blanca. Pueden ser dos opciones; la misma pataleta de siempre sobre venirme a vivir con él, o mi risita inoportuna por su comportamiento. De elegir una de las dos creo que sería la primera. El meollo del problema... -Ya sabes por qué -contesta rendido. Me quedo callada y solo le observo. No sé qué decir. No quiero volver a repetirle las mismas palabras constantemente. Venirme a vivir con él, es tan precipitado. Hace solo un mes y algo que nos conocemos, es una locura por Dios... Tengo un apartamento que me gusta, vivo con mi mejor amiga y estoy más cerca de mi trabajo. Quedamos que solo serían los fines de semana, pero él no se conforma con eso, e insiste y protesta casi a menudo. Y lo cierto es que lo comprendo, pero sigo pensando igual. Le rodeo el cuello con los brazos, me acerco más y le beso suavemente en los labios. Izan me abraza con fuerza, como para no dejarme ir, e inspira hondo hundiendo la cabeza en mi cuello. Oh, huele divino, me embebo de él, de su olor. Al cabo de un tiempo se aparta y mira su Omega. -Es tarde. No me gusta que conduzcas a estas horas -murmura completamente decidido. ¿Eh? -Te acompaño a la puerta -dice y se levanta del taburete con celeridad. ¿Me está echando? Me esta dando esa impresión. -¿Tienes trabajo? -le pregunto mientras estiro mi mano para agarra mi bolso de tercer taburete junto a la isleta. -Sí -contesta sin preámbulos. Ya veo. Salimos de la cocina en silencio, Izan me entrega mi chaqueta y nos paramos en el vestíbulo junto al ascensor. Al que llama presionando el botón vertiginosamente. De repente está... ¿Frío? -Qué descanses -murmuro mirándole a los ojos. Me alzo un poco y le doy un beso en la mejilla. Él cierra los ojos y después vuelve a abrirlos. Estos no me revelan absolutamente nada. El ascensor ha llegado y abre sus puertas. -Buenas noches, Elisabeth -dice sin apartar sus ojos de mí. Lo hace impasible. Vaya, me ha llamado por mi nombre completo, eso no es habitual excepto... -Buenas noches, Izan -giro sobre mis altos tacones y entro en el todavía más frío ascensor. Éste empieza a cerrar sus puertas pausadamente, dejándome unos segundos contemplar al hermoso hombre que tengo delante con sus ojos fijos en los míos y con las manos metidas en los bolsillos del pantalón. No consigo descifrar su expresión, pues está inexpresivo. No sé cómo lo hace, pero se le da de maravilla. Cuando las puertas se cierran finalmente, yo me apoyo contra la gélida y dura pared de acero. Vaya, es la despedida más corta y glacial que hemos tenido desde que nos conocemos. Y ahora tengo unas tremendas ganas de echarme a llorar. Sé que Izan está cabreado, por mis negativas, y ¿debería yo estar enfadada por su insistencia? Le quiero y quiero estar con él. Solo pretendo esperar a que nos conozcamos mejor, ir despacio sin apresurarnos a los acontecimientos. Considero que es pronto para venirme a vivir con él, es algo ilógico. Mis lágrimas se ven interrumpidas por la llegada del ascensor al vestíbulo principal del edificio. Respiro hondo, trago saliva y salgo escopeteada para la puerta de salida. No sin antes despedirme de Robert, quién se encuentra sentado detrás del mostrador de recepción. -Buenas noches, Robert. Me sonríe con cariño. Yo le sonrío de vuelta. Me viene bien sonreír. La noche es fresca y la calle extrañamente despejada. Solo un par de enamorados besándose - despidiéndose, supongo- con efusividad. Sonriéndose el uno al otro, entre beso y beso. Y es lo que me faltaba para aumentar mi deprimente estado de ánimo. Me pongo la chaqueta vaquera y me abrazo el cuerpo mientras me dirijo a mi coche estacionado a unos metros de la puerta principal del impresionante edificio de Izan. ¿Por qué la noche no podría haber acabado para nosotros de esa manera? ¿Entre besos y arrumacos? No, tiene que ser distante y adusta. Abro la puerta del coche, entro y meto la llave en el contacto. El coche arranca y enseguida me establezco en la carretera. No quiero pensar y para eso no me viene nada bien el silencio. Enciendo la radio y voy cambiando de emisora, hasta dar con alguna canción que me ayude a sobre llevar la noche. La dejo en ¨feel this moment¨ de Pitbull ft. Christina Aguilera. Sí, esta canción me gusta. Vivir el momento. Sí, este es mi momento, mi burbuja solitaria. Empiezo a cantar, lo hago fatal, pero sólo me oigo yo, así que, sigo cantando y tarareando todo el camino mientras conduzco hacia mi apartamento. Tras esa canción le siguen otras; Beyonce ¨Single lady¨ The Wanted ¨Glad you came¨ -éste es el grupo favorito de Nora- Florida Georgia Line¨Cruise¨ ft. Nelly y otras dos canciones más que no conozco. Una vez estoy en casa todas las luces están apagadas, imagino que Nora ya debe de estar acostada. Hace poco que empezó a trabajar para un periódico deportivo, con el cual parece estar entusiasmada. Me encamino sigilosamente a mi dormitorio, dejo el bolso en la mesita de noche y voy al baño a lavarme los dientes. No soy persona si no lo hago. A los tres minutos cuando regreso al dormitorio, oigo sonar vagamente mi móvil. Una sosa, sencilla y monótona melodía que proviene del interior de mi bolso. Miro la hora del despertador: Son las diez en punto. ¿Quién será a esta hora? Pienso en mi madre, pero no lo creo, ella nunca me llama por la noche. Abro el bolso n***o demasiado grande, algo que es completamente normal dada todas las cosas que llevo encima; pañuelos, neceser con maquillaje, peine, bote pequeño de colonia, agenda, bolígrafo, cartera, llaves y la BlackBerry. Rebusco deprisa entre todas esas cosas hasta dar con esta última. Entonces miro la pantalla iluminada, y el corazón se me acelera y se me infla de júbilo al ver que es Izan quién me está llamando. Descuelgo en un plis plas. -Hola -murmuro. -Hola. ¿Has llegado bien? -Sí. -Estaba preocupado -me dice con un matiz angustiado. -Estoy bien -respondo para tranquilizarle. -Siento haberme comportado como un patán. -Yo también he tenido mi parte de culpa. Se ríe y su risa es contagiosa y muy sexy. -Valiente dos estamos hechos -comento entre risas. Le oigo suspirar. Y tras unos segundos le digo; -Ojalá estuvieras aquí. -¿En serio? -parece sorprendido. -¡Pues claro! -¿Y si te dijera que lo estoy? -¿En serio? -No. Oh, será... -¡Izan! -le regaño. -Lo siento. ¿Qué haces? Oh, cambio de tema inesperado. -Me preparaba para dormir -aunque sigo vestida y dando paseítos por la habitación con el teléfono en la oreja- ¿Y tú? -Idem. Hay una breve pausa. -Hablamos mañana -su voz suena cálida. -Vale. Buenas noches, Izan. -Qué duermas bien, cariño. -Te quiero. -Te quiero, Beth. Y cuando creo que va a colgar no lo hace. Escucho su suave respiración al otro lado de la línea. -¿No cuelgas? -Esperaba que lo hicieras tu -contesta y lo noto sonreír. Ay, a veces es tan mono. ¿Solo a veces? -Bueno... mejor los dos a la vez. -Bien. -Una... dos... y... tres. Ninguno de los dos cuelga y yo me echo a reír. Izan se ríe conmigo. -Vamos cuelga, Beth. ¡Qué mandón! Y yo hago lo que me pide. Cuelgo. Dejo la BlackBerry sobre la mesita de noche y me giro para ir al armario y sacar el pijama. Los acordes de la melodía sosa y monótona vuelven sonar al segundo invadiendo el aire del dormitorio. Frunzo el ceño, cojo la BlackBerry y veo que es Izan de nuevo. ¿Y ahora qué? Descuelgo. -Me has colgado -se queja, pero sé que sonríe. ¿Qué? Me deja con la boca abierta. -¡Me lo has pedido tú! -protesto. -Esperaba que no lo hicieras. ¿Eh? Definitivamente a este hombre no hay quién lo entienda. Pero está juguetón y me encanta. -No, ahora en serio. Sólo quería escuchar tu voz por última vez en el día. Oh, Dios mío. Hace que me derrita entera y una sonrisa gigantesca asoma en mi cara. Sus palabras son siempre mi perdición. -Ah -no sé qué decir... -Ahora sí, cuelga -me apremia. -Eres tan... mandón. -¿Lo soy? -pregunta con aparente asombro en la voz. -¿Me tomas el pelo? -Eh... no. ¿De verdad que lo soy? Creo que está encantado con ello. -Sí. -Bueno, entonces cuelga. Mañana nos vemos, nena. ¡Ahhgg! ¡Es imposible! -Vale, Adiós. -Adiós. Cuando voy a colgar se apresura a llamarme. -Beth. -¿Qué? -contesto exasperada. Oh, Dios santo, es frustrante. -Sueña conmigo, por favor -sonríe. Y yo también sonrió como una autentica idiota. -Claro. Adiós, Izan. -Hasta pronto, cariño. Esta vez cuelgo y ya no obtengo llamada suya. La BlackBerry se queda en silencio sepulcral, y yo la dejo otra vez sobre la mesilla de noche. Del armario, agarro mi pijama y me lo pongo en un tris tras. En la cama me tapo con la colcha azul claro hasta la barbilla y me quedo estirada boca arriba. Suspiro relajada. Mi estado de ánimo ha mejorado... muchísimo. La deprimente sensación que sentía ¿hace cuánto? ¿Unos veinte minutos? ¿Tal vez? No lo sé, pero ha desaparecido. Me alegra tanto que Izan me haya llamado... sé que si no lo hubiera hecho, yo no me habría atrevido, o quizás sí, no lo sé. Hemos arreglado las cosas a nuestra manera, como siempre que nos enfurruñamos el uno con el otro. Aunque gracias adiós, no es demasiado tiempo. Como mucho suelen ser unos veinte o treinta minutos. Lo cual está muy bien, para que cada uno tenga su propio espacio personal para pensar y recapacitar. A veces es muy frío y receloso. Y eso me hace pensar que probablemente pueda ser por la novia que tuvo en la universidad. ¿Habrá tenido más novias durante la universidad? No tengo ni idea, pero ha puesto a que sí. Él me dijo no hace mucho que había tenido ¿cuántas? Creo recordar que dijo unas nueve en total. Sacudo la cabeza no me interesa meditar sobre aquello, es su pasado y su presente en este momento soy yo y también espero ser su futuro. Eso es lo único que me importa. Volviendo al tema anterior ¿cómo se llamaba aquella chica? Mmm... ¿Leslie? Creo que desde entonces siempre tiene que estar controlándolo todo, manejando la situación. A lo mejor esa sea la razón principal por lo que quiere que me vaya a vivir con él. -Izan me quiere me lo demuestra constantemente y me lo dice a diario- Sé que puede sonar feo pero, puede ser para mantenerme vigilada. Algo descabellado por supuesto. Por el amor de Dios. ¡Yo nunca le haría ni siquiera algo parecido! ¿El engaño de Leslie con Andrew le volvió así o él ya lo era por naturaleza? Creo que nunca lo sabré. Por otro lado esta Andrew. Cada día que pasa insiste en salir y tomar unas copas. ¿Es qué no se entera? Parece que no lo hace y me agobia. No le puedo decir nada de esto a Izan porque sería una grandísima estupidez por mi parte, sin duda. Nora es muy buena en espantar a los tipos como él. Seguro que ella tiene alguna técnica infalible que me pueda resultar. Después de este día que no sabría cómo definir, me duermo envuelta en la colcha azul claro que me regalo mi madre.
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