— Está maravilloso. — Esta vez fue él quien alabó su propia comida. Terminamos de comer en silencio. Me tomé el vino de un trago, él no dejaba de mirarme, ya me estaba sintiendo avergonzada. Me levanté y puse el plato en el fregadero. — No tienes que lavarlo. — No dije nada. — Por cierto, te ves maravillosa con esa camisa. Empecé a lavar mi plato, él vino detrás de mí y puso su plato en el fregadero. — No sé si lo sabes, pero puedo ver la raya de tu culo. — Me susurra al oído. El plato que sostenía cae en el fregadero, por suerte no se rompe. Henry agarra con fuerza mi cintura y me da la vuelta, quedamos frente a frente. Nuestra respiración es acelerada, esos ojos verdes me miran fijamente. Me siento desnuda sólo con su mirada. Me pone un mechón de pelo hacia atrás, todo mi cuer

