Al día siguiente de llegar a Santa Fe, decidí llevarle a hacer los recorridos en la sucursal. Si se murió de aburrimiento no lo noté, siempre que lo miraba se veía relajado, amable. Tenía buenos modales, sabía callar cuando era necesario. Para mí era perfecto.
Salimos a comprar a última hora un esmoquin para él, esa noche, como bienvenida, el gerente regional había preparado una recepción de gala.
Cuando todos lo vieron, se creyeron que era uno de los modelos de la empresa. Los que lo habían antes, se creía que era mi asistente, y Jean supo estar a la altura. En la mesa reservada para mí, se sentaban todos los administrativos importantes; cada quien, con su pareja, salvo tres de ellos.
―Ese tipo con las cejas depiladas, es activo ―Jean, me susurró al oído.
―Eso no se ve a simple vista. ¿O sí?
―Para mí está más que claro… además el tipo se la pasa mirando culos disponibles. Mira, lo hace ahora.
El que estaba a lado, se fijaba en Jean. Yo ya lo había notado antes, desde que cruzamos la puerta de entrada, Sebastián Garza, el exitoso publicitario se estaba fijando en él. A pesar de que aquello me molestaba, trataba de no darle importancia, pero Gaza le sacaba temas de conversación a Jean, con la única intención de llevárselo a la cama, y eso comenzaba a ponerme tenso.
Jean era amable, e ingenuamente creía que era solo una conversación normal. Pero yo sabía que era su forma de decirle “quiero cogerte”
Estaba claro que, para entonces, el vivo de Garza tuvo que darse cuenta que Jean era algo de mí, que no era un simple asistente, tenía que hacer algo para confundirlo. Quería llevarme a Jean para otro lado del salón. En ese momento se acercó Keene, el gerente regional.
―Acá andas, Pedrito. Vení conmigo.
Lamentablemente tuve que acompañarlo, y dejé a Jean a la merced de ese hijo de puta.
―Te voy a presentar a una lindura…ya verás. ―Keene no dejaba de hablar de su hija, pero yo no le ponía mucha atención, tenía en mente solo a Jean, y en lo que Garza trataba de hacerle a solas.
Una vez en los pasillos de la recepción, la vimos llegar. Andrea era su única hija. No pasaba de los veinticinco, era como había dicho, esbelta, atractiva.
―Papá… no mencionaste que fuera atractivo. ―ella sonrió y creo que se ruborizó al saludarme. Enseguida se prendió a mi brazo. Temí encontrarme en medio de un problema del que no sería sencillo salir. Keene quedó emocionado al verla entusiasmada.
―Ahora los dejo solos para que se conozcan, tengo a todos esperando. Nos vemos luego.
Andrea y yo, caminamos rumbo al jardín que quedaba exactamente al lado contrario de donde me esperaba Jean. El silencio entre los dos era incómodo, era lúgubre, no tenía nada que hablar con ella.
―Papá insistió para que viniera. ―confesó con sinceridad. Tenía que aprovechar aquello para zafarme de ella.
―Entiendo, si preferís podés ir a dónde desees, no sientas que tenés obligación conmigo. ―Ya casi me había librado de ella, podría regresar a lado de Jean.
―Nada de eso. La verdad es que tenía razón, ¡sos buen mozo y sexy! ―Andrea se apegó a mi brazo, me arrastró entusiasmada por los pasillos, que conocía de memoria. A esa altura de la situación, deseaba abandonarla e ir por Jean, sin embargo, no tenía las agallas para dejarla sola. A la luz de la noche ella se veía feliz.
―Trabajo en el sector pesado, a mi papa no le gusta la idea, pero me respeta. Dime, ¿es agradable trabajar con el señor Stevenson? Por ahí, las malas lenguas dicen que es un histérico.
―Es perfeccionista, desde luego, pero es un buen tipo.
Andrea volvió apegarse a mí, caminamos hasta llegar a un lugar con escasa luz. Las cosas como se estaban dando, no se veían para nada bien. Quise retroceder para regresar, me retuvo y repentinamente me besó. No pude hacer nada para evitarlo. Retrocedí por instinto. Ella se veía consternada ante mi reacción, era la reacción que menos esperaba.
― ¿No te gusto? ―su tono era lastimero. Se arreglaba el vestido.
―Nada de eso, sos bella...
― ¿Pero…?
No sabía qué hacer o qué decirle, deseaba tanto sacármela de encima, pero era la hija de Keene. Mi trabajo estaba en riesgo. ¿Cómo me había metido en ese lío?
―No te preocupes, no diré que...
― ¿Lo creés? Papá se dará cuenta que no estoy bien. ―su tono era claro, trataba de chantajearme. Aunque yo no fuera el mejor partido para ella, estaba claro que tenía a más de uno a sus pies. ¿Qué buscaba de mí? Yo no era el mejor espécimen masculino de la reunión.
― ¿Qué querés que haga? ―pregunté, tontamente.
―Vine a divertirme… quiero eso. ―se subía el vestido hasta el punto de mostrar su delicada ropa íntima. Era evidente que esperaba tener sexo conmigo. Tomó mi mano e hizo que la tocara, me sentía como un pre púber virgen en su primera vez con una mina. Estaba húmeda.
―Sos tímido… eso me calienta ―dijo, bajándome el cierre del pantalón, y metió su mano para sobarme, mi m*****o respondía a sus estímulos.
―Pará… podrían vernos…―dije impaciente, como para que recobre la compostura. Pero ella no parecía importarle nada, todo eso me parecía un sueño ridículo, no podía estar pasándome a mí, ¿si volvía Keene? Iba a armarse un escándalo. Me sentía violado, violado por una mina, capaz era el karma.
―Relajate, galán…―dijo ella, haciéndome retroceder hasta la pared. En ese momento, tenía su lengua en mi pene. Se acomodó para que la penetrara. Oh, mierda, me dije, tenía la mente en blanco, le di la vuelta para no verle la cara, e intenté penetrarla, pero no podía, no podía. Estaba en ridículo. Ella se giró y se encargó de todo. Subía y bajaba sin detenerse, yo mantenía los ojos cerrados, haciéndome a la idea de que era Jean. Cuando ya todo terminó, quiso que regresemos adentro. Se arregló el vestido, por fortuna se desinteresó de mí.
―Si esto sale a la luz… te juro que papa te matará.
―No hace falta la amenaza.
― ¿En serio?
Quise decirle que no me interesaba publicarlo en ninguna red social, pero no abrí la boca hasta que ella se alejó. Era peligrosa y estaba loca.