La tarde se me hizo eterna, al lado de Georgina, ya estaba agotada, física y mentalmente, por probarme mil y un vestidos, para nada porque al final, terminamos escogiendo el segundo vestido que me había probado, todo el tiempo que nos hubiéramos ahorrado si la morena me hubiese escuchado, pero ella quería buscar más opciones. Necesitaba un descanso, o no iba a estar a mi cien en el banquete de esta noche. Ya teníamos el vestido y el calzado, faltaba pasar por el salón de belleza para que Savannah y sus ayudantes hicieran la magia, gracias al cielo, veníamos en el auto de Georgina, así podía cerrar mis ojos un momento, mientras ella conducía hablando de quién sabe qué, la verdad, había dejado de prestarle atención cinco minutos después de que pusiera su auto en marcha, necesitaba relajac

