«¿Será este el infiltrado?», se preguntó Luciano, sintiendo cómo el corazón le golpeaba violentamente contra las costillas. La figura esquiva de aquel mesero había despertado todas sus alarmas internas. Cada vez que ese hombre rondaba la cocina, algo inexplicable ocurría: comandas extraviadas, ingredientes desaparecidos o cambiados de sitio. Aunque no tenía evidencias concretas, todos los indicios apuntaban en la misma dirección; era una pieza clave en aquel peligroso juego de sombras, donde cualquier paso en falso podía resultar fatal. Al finalizar el agitado turno, Luciano logró rescatar el servicio con esfuerzo titánico. Los clientes se marcharon satisfechos gracias a su ingeniosa improvisación y capacidad de reacción. Incluso Remigio apareció brevemente en la cocina para felicitarlo,

