Antes de que pudiera articular otra palabra, Luciano le tomó las muñecas con fuerza y la empujó contra el escritorio. Rebeca soltó un grito y forcejeó, pero la adrenalina la inundó al sentir la dureza del chef, que ahora se imponía con una agresividad que la asustaba y la excitaba por igual.
El impacto retumbó en la habitación. Sin esperar más, Luciano se apoderó de su boca con un beso furioso, mezclando el sabor amargo del té que ella había bebido con la rabia contenida. Ella respondió con un mordisco desesperado en su labio inferior, y él gruñó, empujándola más sobre la madera. Su mano apartó la falda de Rebeca, subiéndola hasta la cintura, mientras con la otra le desabrochaba la blusa casi rasgándola. Los tacones de Rebeca cayeron al piso con estrépito. Su entrepierna estaba húmeda, re
