A pesar del momento incomodo, Linda se sentía feliz por Luciano, creyendo cándidamente que su cercanía les permitiría colaborar a un nivel profesional y personal que enaltecería el renacer de Altamirano Gourmet. La esperanza brillaba en sus ojos, como si en cada palabra compartida se tejiera el destino de un futuro radiante. Al pasar las horas, la atmósfera se cargó de una expectativa tensa, casi palpable. Luciano recibió felicitaciones y comentarios de algunos trabajadores que intuían la importancia de su regreso al restaurante. Él sonreía, agradeciendo, pero en su interior no dejaba de preguntarse cómo se despediría de los lazos retorcidos que había forjado en la mansión, donde cada rincón parecía guardar secretos de pasiones pasadas. —No sé si estoy listo para abandonar este lugar —le

