—Lo que te dije de Rebeca era cierto. Ella quería, o quiere separarnos. Esa foto fue solo una jugada más. Lo que no entiendo... es por qué. ¿Por qué ese empeño en dividirnos, en destruir lo que aún no existía del todo? Linda desvió la mirada. Sus pensamientos comenzaron a agolparse en su mente, inconexos, confusos, como hojas sueltas arrastradas por el viento. Luego, mientras acomodaba los vinos en la cava, se veía sumida en una penumbra serena. El olor a madera antigua y corcho impregnaba cada rincón, envolviéndola en una atmósfera de recuerdos y presentimientos. Ordenaba algunas botellas en la estantería de roble, pero su mente estaba a miles de kilómetros de allí. —¿Por qué, Rebeca? El eco de esa pregunta se repetía en su cabeza una y otra vez. Se lo formulaba en silencio, como si e

