A kilómetros de distancia, en su cabaña, Estela exhalaba el humo de su cigarro, dejando que cada voluta se perdiera en la penumbra, recordándole a los instantes de lujuria que alguna vez compartió con Luciano. Linda, la única inocente en este juego de sombras, descansaba en la mansión con la satisfacción de saber que su proyecto avanzaba y que, con Luciano a su lado, Altamirano Gourmet renacería de sus cenizas. Se durmió con una sonrisa en los labios, ignorante del caos latente que seguía creciendo y que pronto arrastraría su corazón a un terreno peligroso. El telón caía sobre ese día de inicios y despedidas, remodelaciones y conflictos, dejando en el aire la sensación de que la verdadera prueba para todos —Rebeca, Linda y especialmente Luciano— estaba a punto de comenzar. Porque no solo

