—Ahggggg —gruñó Amanda encorvando la espalda, llevando su barbilla al pecho mientras contraía su rostro y apretaba con fuerza las sábanas debajo de ella. Faltaba justamente una semana para que la cesárea programada se llevara a cabo y ella había comenzado con los dolores de parto. —Anda, nena —dijo la enfermera que le había recibido en el hospital—, aprovecha estos dolores para que todo termine rápido y te levantes pronto. Amanda le miró, no sé si con amargura o con disgusto, pero su expresión no era nada buena, me imagino yo que era por el dolor, y la mujer que recibió su mirada matona solo sonrió. —Te prometo que pasará muy rápido, y va a valer completamente la pena —le dijo acariciando su mano. Amanda suspiró, relajando un poco el cuello luego de que su contracción se fuera, en

