Sábado por la tarde. Natasha. Que rápido pasa la hora cuando quisieras tener más tiempo para prepararte. Después de un día de trabajo que se había estirado hasta el límite de la cordura, y con el eco del bisturí aún resonando en mi mente, finalmente llegó. Ese día que, a pesar del cansancio, había estado esperando con una mezcla de nervios y una extraña excitación. No recuerdo la hora exacta en la que mis pies tocaron el suelo de mi casa, solo sé que la madrugada se había instalado hacía horas y yo estaba al borde del colapso, con los párpados pesados y adoloridos. Nathan y yo habíamos estado hablando por mensajes, una línea tenue de comunicación que se estiraba y se encogía con cada una de mis interrupciones para entrar a quirófano. En los pocos y preciosos momentos de descanso, me af

