Parado frente al gran ventanal que tenía un costado de su departamento, el príncipe Dorian admiraba el nocturno cielo, apreciando la forma en que esos pequeños puntos blancos descendían lentamente hasta caer al suelo, formando una blanca capa sobre toda la ciudad. Aunque la escena de la ciudad era digna de admirar, para el omega dominante nada superaba el hermoso cielo estrellado que tenía su isla, o la lluvia de invierno que caía sobre el pueblo. Se podría decir que era una de las cosas que estaba comenzando a extrañar de la isla Bell, junto a su hermano Nevian, y por supuesto, que no hiciera ese horrible frío congela narices que existía en la ciudad, producto de la nieve. Aunque ciertamente con el pasar de los años el clima había estado cambiando lo suficiente para intensificar las lluv

