24 Secreto devastador y beso robado

1419 Words
Noah Mi silueta, la de la estrella de la NBA, se cernió sobre ellos en la acera del hotel Peninsula. La atmósfera, ya cargada por el reencuentro, se volvió explosiva. Mis palabras habían sido un desafío directo, no a Edward Hayes, sino a Maggie. "Doctora Lawson," repetí, ignorando por completo al hombre que le ofrecía su brazo. "Tenemos que hablar de su trayectoria. Y de nosotros." Edward, el colega, actuó instintivamente, interponiéndose ligeramente. Era alto y de buen porte, pero su mirada de "Profesor de Ética" no intimidaba a un hombre acostumbrado a enfrentarse a gigantes en la zona de ataque. "Disculpa," intervino Edward con una voz calmada pero firme. "No creo que Maggie tenga asuntos pendientes. Está por entrar a una cena de gala. Si eres un admirador, te agradeceríamos que mantuvieras tu distancia." Lo miré con un desprecio tan frío que Edward dio un paso atrás. Pero Maggie lo detuvo con la mano en su brazo, y su mirada se encontró con la mía. Esos ojos ya no eran los de una chica asustada; eran los de una científica. "Edward, estoy bien," dijo ella, pero no me quitó los ojos de encima. Su voz era plana y mortal. "Noah tiene razón en una cosa: tenemos un asunto pendiente. Un asunto que terminó hace ocho años cuando usted, Sr. Carter, me calificó de 'distracción inaceptable' y me descartó." Me acerqué un paso, acortando la distancia. "La 'distracción' acaba de reaparecer en mi ciudad, y de repente, mi 'trayectoria aburrida' se siente incompleta. ¿Qué buscabas, Maggie? ¿Volver a encender el fuego?" Ella esbozó una sonrisa helada, una mueca de superioridad. "Usted se equivoca. Yo no enciendo fuegos. Yo controlo la reacción. Y lo que veo ahora es solo un hombre que no ha cambiado: impulsivo, arrogante y centrado en lo que él quiere. Yo elegí la estabilidad, Noah. Algo que usted nunca podría ofrecer." "¿Y él te ofrece estabilidad?" Pregunté con una rabia que me quemaba por dentro, señalando a Edward. "Es solo un sustituto, Maggie. Un experimento de control que no va a funcionar porque yo soy el factor inesperado." "Usted no es un factor, Noah. Es un recuerdo. Y yo no miro atrás. Ahora, si me disculpa," dijo ella, con una finalidad que me destrozó. Se giró hacia Edward, le dedicó una sonrisa genuina y tomó su brazo. "Vámonos, Edward. La gente nos espera." Me quedé en la acera, sintiendo el peso de mi propia historia. Había ido a la ofensiva y ella me había humillado. Se había ido con la estabilidad, dejándome allí con una punzada de dolor punzante en el corazón, exactamente donde me lo merecía. Pero la punzada no me detuvo; me encendió. No me daría por vencido ahora que estaba tan cerca. No podía dejarlo así. Me puse mi abrigo y seguí su taxi hasta la Sala de Conferencias. Era una locura. La estrella de la NBA acechando a una Doctora en Física. Entré al evento por la entrada de servicio, burlando la seguridad gracias a un billete de cien dólares y mi reputación de "excentricidad de atleta". La cena de gala era un bullicio de intelecto, frac y copas de champán. Localicé a Edward y Maggie en una mesa cerca del escenario. Esperé pacientemente. Observé cómo ella reía con Edward, cómo él la escuchaba atentamente mientras ella le explicaba una fórmula en una servilleta. Era una intimidad que me carcomía. Edward no era una amenaza física, sino una amenaza existencial. Representaba la vida que ella había construido sin mí. Aproximadamente a la hora, Maggie se levantó para ir al tocador. Era mi única oportunidad. Me moví con la rapidez de un base en transición. La intercepté en un pasillo lateral, oscuro y cubierto de cortinas. La agarré suavemente del brazo, atrayéndola a la sombra. "¡Noah! Suéltame," siseó ella, luchando. "No, no lo haré. Me has humillado. Me has rechazado," susurré, sintiendo su calor, el perfume familiar de jazmín y algo metálico, como ozono. "Pero hay algo que él no te da, Maggie. Algo que solo teníamos tú y yo. Y necesito saber si sigue ahí." Me acerqué, sintiendo la intensidad de mi obsesión. La luz tenue acentuaba la curva de su cuello, la línea de su mandíbula. Estaba enfurecida, pero yo vi el parpadeo en sus ojos. El miedo a la supernova. "No. Ya no hay nada, Noah. No me toques. Vete," su voz temblaba. Ignoré sus palabras. Me incliné y la besé. El beso fue un error. Fue un acto de pura arrogancia y desesperación. Pero en el instante en que mis labios tocaron los suyos, el universo se reordenó. Ella intentó resistirse por un segundo, sus manos empujando mi pecho de seda. Pero no fue una resistencia real. Fue la negación de la física. Y luego, el infierno estalló. Su boca se abrió bajo la mía, sus brazos se aferraron a mi cuello. Ella correspondió. El beso era fuego líquido, una explosión de la Fórmula Carter-Lawson que había quedado latente durante ocho años. Ella me besó con la rabia, el dolor, la pasión y el anhelo reprimido de una década. Cuando nos separamos, ambos jadeábamos. Su lápiz labial estaba manchado. Sus ojos brillaban, no de furia, sino de una dolorosa conciencia. "Te odio, Noah Carter," susurró, pero la frase se ahogó en su propia respiración. "No. No me odias. Lo sientes," dije, con una victoria tan grande que me sentí invencible. El beso me dio la certeza: ella aún me amaba. "Esto no ha terminado. Te daré una oportunidad. Déjale al profesor Hayes. Hablemos." Antes de que Maggie pudiera responder, escuché risas y voces familiares acercándose. Eran Lola, Chloe y Kit. Habían venido a la cena de gala para apoyar a Maggie. Maggie se recompuso inmediatamente, limpiándose el rostro con la mano, sus ojos de pánico. "No, Noah. Vete. Ahora." Me empujó y se perdió por el pasillo. Yo me quedé, sintiendo el sabor de su boca, lleno de una euforia incontrolable. Iba a luchar por ella. Yo era Ice Carter, y lo que quería, lo conseguía. Estaba a punto de irme, cuando la reunión de amigas se detuvo justo detrás de la cortina donde me había escondido. "¡Maggie! ¡Por fin! ¡Teníamos que venir! ¡No podemos creer lo brillante que estuviste!" Exclamó Lola, emocionada. "Sí, lo hiciste genial, Mag. ¡Pero tienes que relajarte! Edward está hablando con el director del CERN. No te vayas a desmayar," bromeó Kit. Me pegué a la pared, escuchando. Querían hablar de mí, lo sabía. "No es Edward lo que me preocupa," susurró Maggie, su voz tensa. "Es él. Me lo encontré en la acera." "¡¿Noah?! ¡¿Qué demonios quería?! ¿Se atrevió a molestarte?" preguntó Chloe, con rabia. "No importa lo que quisiera. Lo importante es que me recordó lo que perdí. Y lo que tengo que proteger," dijo Maggie, con un nudo en la garganta. Y luego, el golpe de gracia. La conversación que me destrozó la euforia del beso. "Bueno, relájate, cariño," dijo Lola, su voz maternal. "Sabemos que es difícil. Pero concéntrate en lo que importa. La pequeña está muy bien con tu madre en el Upper West Side. Hoy le compró un libro sobre el Sistema Solar. Está feliz, Mag." "Sí," intervino Kit. "Está mucho mejor con tu mamá. Dale una llamada, te hará bien." "Lo sé," respondió Maggie, con un suspiro. "Es mi única paz. Solo me da terror que algún día... él se entere." El pasillo se tambaleó. ¿La pequeña? ¿Su madre en el Upper West Side? ¿Que yo me enterara? Mi mente obsesiva ató cabos: Maggie tiene una hija. Mis amigos lo sabían y lo ocultaron. La niña estaba con la madre de Maggie, no con Edward, lo que significaba que Edward probablemente no era el padre. Habían estado hablando de mi hija todo el tiempo? Me llevé la mano a la boca, todavía sintiendo el sabor de su beso. Ese beso ya no era una promesa. Era una mentira. Ella me había besado, sabiendo que yo estaba al borde de descubrir una vida secreta. Mi corazón se hundió en un abismo de traición y desesperación. La supernova había ocurrido, pero no era la de un amor reencontrado. Era la explosión silenciosa de una bomba de tiempo. Ahora no solo lucharía por su amor. Lucharía por mi carne y mi sangre, pero primero buscaría la confirmación de mis sospechas.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD