—Y-yo quería preguntar... pero... no pude hacerlo delante de los niños. —Rose le dio una sonrisa comprensiva—. Realmente no sé cuánto les contó Macey. Lo siento.
—No importa —Julius trató de sonar convincente—. Ya me perdí tanto. No tengo derecho a que me llamen papá.
—Tienen cinco años, Julius —Rose le reprendió suavemente—. Sí, te perdiste cinco años, pero ellos tienen mucho por crecer. Aún puedes tener años con ellos... como su padre.
—Si Macey me lo permite. —Julius inhaló profundamente.
Rose no estaba equivocada. En el gran esquema de las cosas, cinco años no era mucho, pero eso no aliviaba en lo más mínimo su culpa. No había estado allí para su esposa cuando ella lo necesitaba y no había estado allí para sus hijos. ¿Alguno de ellos siquiera lo querría en sus vidas? Su dedo trazó
