Maximo Lombardi

1249 Words
Alexa Comencé a bailar sensualmente, moviendo mis caderas con intención de captar la atención del hermoso moreno que no ha dejado de mirarme desde que llegué al bar. Su presencia es intensa, su mirada fija en mí, como si fuera un depredador acechando a su presa. La tensión entre nosotros se siente en el aire. Él se acerca lentamente, como si disfrutara del juego, mientras yo le doy la espalda, fingiendo desinterés. Cuando está a solo unos pasos, me alejo y me dirijo hacia la barra. Puedo sentir sus ojos quemando mi espalda mientras me sigue. Ordeno un Martini, y casi como lo había previsto, en cuestión de segundos, el hombre se sienta a mi lado. Es alto, de piel bronceada, con una sonrisa seductora. Sus ojos son oscuros y profundos, llenos de una picardía que invita al peligro. —Te sonará extraño, pero te he visto antes —dice con una sonrisa ladeada. Reí con desdén, sabiendo bien que era solo otro truco barato—. Ese truco es muy viejo. Él se inclinó un poco más cerca, como si la distancia fuera un obstáculo que no podía permitir—. De verdad me recuerdas a alguien. Nunca olvidaría a una mujer tan guapa. ¿Cuál es tu nombre? —Laura —mentí con una sonrisa, saboreando la emoción del momento. Él tomó mi mano con suavidad, pero con una firmeza que delataba su confianza—. Jordi —respondió. Tomamos un par de tragos, y aunque insistí en pagar, él no me lo permitió. Luego comenzamos a bailar, dejándonos llevar por el ritmo de la música que nos envolvía. Sus manos pasaron a mi cintura, jalándome contra su cuerpo. Nuestras respiraciones se entrelazaron cuando él rozó su nariz contra la mía. Justo cuando estaba a punto de besarme, me alejé juguetonamente, soltando una carcajada ligera. —Vas muy rápido. Él rió conmigo, disfrutando el juego—. Te gusta jugar. Antes de que pudiera decir algo más, se acercó rápidamente y sus labios tocaron los míos en un beso suave pero firme. Comencé a seguirle el beso hasta que, de repente, sentí que alguien tiraba de mi brazo, apartándome bruscamente de él. Había olvidado completamente que no vine sola, y, por supuesto, siempre tiene que arruinar mis ligues. Jordi es guapísimo; le habría dado más de un beso, pero ahí estaba él. —¿Quién te crees para agarrarla así? —la voz de Jordi era dura y desafiante. —Su marido. Aléjate de mi mujer o te rompo la cara —respondió Máximo, con ese tono autoritario que tanto detesto. —No eres mi marido, madura, Máximo —dije fulminándolo con la mirada. Máximo es un hombre de cabello oscuro, denso y perfectamente peinado, con ojos de un tono miel penetrante que contrastan con su piel bronceada. Su físico es imponente, atlético, el de un hombre que sabe cómo llamar la atención sin esfuerzo. Sin embargo, toda esa belleza exterior se empaña por su arrogancia y actitud posesiva. Me llevó prácticamente a rastras hacia la terraza, una de esas escenas que odio que me haga en público. Llevamos dos años de relación, pero sigue siendo tan inmaduro. Lo terminaría sin pensarlo dos veces, pero, claro, no puedo hacerlo. Llevo tres años viviendo en Italia y dos años de relación con Maximo Lombardi, pero se siente una eternidad. —¿Qué mierda te pasa, Alexa? ¿Ahora te besuqueas con tipos como una cualquiera? —gruñó, con su voz llena de desprecio. No pude evitar reír con amargura—. Si yo soy una cualquiera, ¿tú qué eres, Max? ¿Crees que no sé que te acuestas con la primera que se te pone enfrente? —Yo soy hombre —dijo, con esa respuesta machista de siempre, como si eso justificara todos sus defectos. No puede negar que me fue infiel. Lo descubrí apenas un mes después de comenzar a salir. Fui a darle una sorpresa en su oficina, y lo encontré follando con su secretaria. Obviamente, me enojé y lo terminé, pero esa ruptura no duró mucho. —Claro, y yo debo ser la novia abnegada y cornuda. ¿Quién te crees que soy? —No lo creo. Eres mía —respondió, agarrándome de la cintura con fuerza, acercándome a su cuerpo. Sus labios me besaron salvajemente mientras intentaba apartarlo, pero no me lo permitió. —No soy tuya. ¡Por décima vez, no soy un objeto! —le grité, empujándolo con todas mis fuerzas. —Eres mi propiedad, Alexa. Mi esposa. —Aún no lo soy, déjame en paz —dije, intentando recuperar el control. No amo a Máximo, y sé que él tampoco me ama. Solo está encaprichado conmigo desde que éramos niños. Durante las vacaciones, mi familia viajaba a Italia, y nos reuníamos los Blanco y con los Lombardi. Mi abuelo y el suyo son grandes amigos. De hecho, mi madre y su padre estuvieron a punto de casarse, pero cuando mi madre conoció a mi padre, terminó el compromiso. Pedro, el padre de Máximo, entendió y aceptó la situación. Él es todo un caballero, respetuoso, y mi madre lo recuerda con mucho cariño. Pero Máximo es otra historia. Él es un hombre machista, acostumbrado a hacer su voluntad, sobre todo con las mujeres que caen a sus pies porque es guapo, millonario y tiene ese aire de poder que lo envuelve. —Nos vamos —dijo, su tono gélido—. Sabes que odio que te vistas así. Llevaba un vestido rojo, largo hasta las rodillas, con los hombros descubiertos. Mi cabello estaba lacio, suelto y caía hasta mi cintura. El maquillaje era sencillo pero seductor: labios rojos y sombras rosadas que realzaban mis ojos. Sabía que a Máximo no le gustaba, pero no me importaba. —Me da igual lo que te guste o no. Me visto como quiero, y no me voy a ir. —No me hagas enfadar, o hablaré con tu abuelo —amenazó, frunciendo el ceño. —Qué miedo. Ni siquiera mi padre me ordena qué hacer —respondí riéndome en su cara. —Pero yo sí —me agarró del brazo de nuevo, con una fuerza que me hizo estremecer. —Puedo caminar sola —dije, quitándome de su agarre. Me desperté al día siguiente con un dolor de cabeza intenso. No tanto por el alcohol, sino por la rabia que me hizo pasar Máximo. Y porque sé que, por más que lo desee, nunca podré deshacerme de él. Pronto seré su esposa. He retrasado la boda alegando que quería terminar la carrera primero. Sin embargo, mi abuelo y el suyo solo me dieron el plazo de dos años. Dentro de dos meses seré la señora De Lombardi. Del Italiano más codiciado y del heredero de la familia más poderosa de Italia, pero a quién detesto. Mi abuelo y Don Enzo hicieron un acuerdo hace tres años. Prácticamente me vendieron a Máximo a cambio de un dinero que salvó las empresas. Mi corazón estaba tan destrozado en ese momento que no me negué, y ahora las cosas han llegado demasiado lejos para echarme atrás. Nadie en mi familia sabe que mi relación con Máximo es forzada. Todos creen que estoy enamorada de él, porque es lo que les he hecho creer. No me interesa su lástima. Sé perfectamente cómo reaccionaría Sebastián si supiera la verdad. Yo decidí sacrificarme por la empresa de los Blanco si tengo que casarme al menos obtendré mucho dinero a cambio.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD