Cuando creí que se desmayaría de tanto placer, aparte a mi perro, el cual se encontraba muy entretenido e incluso me gruñó un poco pero terminó obedeciéndome. Busqué rápidamente donde atarlo y resultó siendo en la reja de hierro que protegía la ventana abierta de mi habitación. Sin aguantar un sólo segundo más abrí mis pantalones y colocándome el condón en mi mástil erecto, penetré de golpe ese coño mojado y sobre-excitado. Anastasia estaba enloquecida, me dio la vuelta con una fuerza increíble y la ayudé un poco dejándome tumbar, sentir los músculos de su interior apretar mi pene era delicioso y la dejé brincar a su gusto entreteniéndome con sus pequeños senos que tanto me gustaban. Lamí su piel, estaba sudada y sabía un poco salado y poco me importaba, sólo sus gemidos y mis gruñidos e

