Capítulo 2

1440 Words
No podían reconocerme, eso es seguro, mi cabello real era rojo como el de mi madre, pero al estar aquí lo cambie por un tinte rubio para que nadie me reconociera, así que solo usé maquillaje exagerado para ocultar todas mis facciones, me coloqué ropa holgada, lentes y pedí un boleto de avión con mi identificación falsa, entrar a la ciudad fue muy fácil, el problema sería la salida. Desde el momento que bajé del avión sentí un escalofrío en mi espalda, sentía los ojos de padre en cada sombra, cualquiera diría que estoy exagerando, pero podía sentirse su presencia con solo entrar a la ciudad. Desde pequeña tenía esta sensación en mis entrañas, los malos presentimientos, lamentablemente esas sensaciones la mayoría de veces eran acertadas, pero ya estaba aquí y venía a luchar por mi hermana aunque me costará la vida. Sentí a alguien por detrás cuando iba a golpearlo me detuve al ver a una mujer de cabello castaño detrás de mí. –Alice me envió –exclamó y me detuve –. Gracias al cielo, creí que iba a querer matarme. –Si te apareces así por detrás, cualquiera podría hacerlo –contesté –. ¿Dónde está, Alice? Es mejor irnos de una vez. –Ella no puede hacerlo tan fácil –suspiró la mujer –. Venga conmigo por favor. A pesar de la amabilidad, la mujer se notaba que tenía un cuerpo que ejercitaba, para todos podría ser una persona normal, pero yo estaba casi segura que pertenecía a alguien de seguridad, me gustaría decirle que no y salir corriendo en este momento, pero mi hermana me necesita y sé cómo funcionan las cosas, así que la seguí y subí a un auto oscuro, ella iba a mi lado todo el tiempo. –Podría decirme su nombre, al menos –intenté. –Soy Jesse y he trabajado para la señora Alice desde que llegó a la casa de los Solareis. –Solareis –murmuré, creo que he escuchado ese apellido antes –. Dime, ya que estás cuidando de Alice, ¿Cómo se lleva con su esposo? –El señor Solareis es un hombre ocupado. –Y con ocupado quieres decir que no le presta atención. –No estoy autorizada para revelar ninguna información –contestó. –Olvídalo –bufé, ya tenía la información que quería –. Los conozco a todos ustedes, hay que darles mucho dinero para que digan algo, ni siquiera se preocupan por sus jefes o les importa lo que pasé con ellos, solo quieren recibir su parte. Jesse no dijo una sola palabra, pero era más que suficiente, entre más lo pensaba, más estaba segura que ese hombre con quién se había casado mi hermana le había hecho algo, por eso ella quería irse. Cuando el auto se detuvo bajé a un lugar en medio del bosque a un par de metros había una cabaña, seguí a Jesse hasta ahí y al entrar Ali se encontraba ahí sentada en el sofá. –¡Ali! –grité, me quité las gafas y fui directo hacía ella. –¡Leo! –me abrazó y enseguida empezó a llorar, se veía muy mal, cansada y triste, está embarazada no debería estar así. –Mírate, estás tan bella –intenté levantarle el ánimo. –Estoy enorme, lo sé –suspiró. Tenemos las mismas facciones, la única diferencia es nuestro color de cabello, era así como nos diferenciaban de niñas, mi hermana tiene el cabello n***o como el de nuestro padre y yo tengo el cabello rojo como el de nuestra madre, es probable que por eso mi padre jamás me quisiera, hasta dónde sé mi madre siempre fue infeliz, por eso se quitó la vida. –Estás preciosa, tengo todo listo en la entrada, dimé ¿cómo vamos a salir de aquí? Se veía insegura. –Aún no sé si podré irme, es que… creo que no debí pedirte que vinieras. –Si podemos salir de aquí, verás que estaremos juntas, lejos de mi padre y de ese horrendo esposo que tienes, ¿te ha hecho algo, no es así? Pude ver como sus ojos se llenaron de lágrimas, pero los cerró y negó con la cabeza. –Carl está… ocupado con sus cosas, somos diferentes… Ammm… Pero es que no sé como vamos a irnos, no me dejarán. –Por supuesto que sí, mira he preparado una nueva identificación, te cambiamos el cabello y te colocamos gafas, saldremos de aquí, buscaremos una linda casa para el bebé, tengo ahorros, sabes, solo tenemos que irnos. –Leo, como quisiera haberme ido contigo desde el principio –sollozó Ali. –Sé que no eres feliz aquí, Ali –indiqué –. Ese hombre que es tu esposo, ni siquiera hablas de él, nunca está contigo, no te quiere y yo si te quiero, vamos. –Leo… Era verdad, yo amaba a Alice con toda mi alma, era mi otra mitad, nacimos juntas así que teníamos que estar juntas siempre, la tomé de la mano para llevarla afuera, ahora tiene miedo, la conozco, ella era así, pero cuando salgamos todo va a ser mejor, estaremos juntas yo le ayudaré a cuidar al bebé, vivirá conmigo y tendrá la vida que yo he tenido en estos años, pero entonces Alice se detuvo y tocó su vientre con un quejido que me hizo detenerme a mi también. –Espera, por favor. –Ali… ¿Qué pasa? –Ahhh…. Alice quiso contener su quejido de nuevo, pero no lo logró, se inclinó y entonces Jesse apareció detrás de mí, me hizo a un lado y de inmediato tomó a Alice para llevarla al auto. –¿Te hizo algo? –le preguntó Jesse. –No –contestó ella –. Pero me duele… –se quejó. Esa mujer está loca, cómo le voy a hacer algo a mi hermana, fui detrás de ella. –¿Qué pasa? –pregunté. –Es hora del parto –contestó Jesse –. Tengo que llevarla a un hospital. –No, tenemos que ir al aeropuerto. –Nunca –respondió firme ella –. La llevaré al hospital, usted decide si va con nosotros o puede regresar al aeropuerto. No iba a dejar a mi hermana en ese estado, luego veremos cómo salimos de aquí, así que me subí al auto que se dirigía al hospital. Todo pasó demasiado rápido, Alice iba sudando cuando llegamos al hospital, unas enfermeras la atendieron casi de inmediato, ella estaba muy pálida y se quejaba, sus ojos estaban desorbitados, nunca he visto un parto, pero no creo que eso sea normal, ella extendió su mano hacía mí y la tomé, por eso me dejaron entrar con ella a la sala de partos, ella gritaba y se agitaba, era realmente doloroso, incluso el médico estaba asustada de lo que estaba pasando. Intentaba calmar esa sensación en mis entrañas, pero estaban aumentando, no puedo seguir aquí, esa doctora tiene que hacer algo por ella. –Ali –Apenas le hablé, quería decirle muchas cosas, que fuera fuerte, que teníamos que salir de esto, pero nada salía de mí. –Estoy bien… –susurró Alice entre jadeos. No lo estaba, yo sabía que no lo estaba. La culpa me hizo pedazos, seguro fue por mí, yo vine hasta aquí y la agité, si la hubiera dejado, pero de todos modos, Alice no era feliz, tal vez si no hubiera dejado que se casara con ese hombre, él la había dejado así, pudo ver los moretones en sus brazos, su sonrisa triste, las lágrimas que intentaba ocultar, Alice estaba mal, ella nunca dijo nada malo sobre él, pero podía saberlo, Alice nunca era buena ocultando sus sentimientos, todo era culpa de ese hombre. Reaccioné cuando la máquina de la esquina empezó a sonar, una enfermera me quiso sacar de la sala, había sangre, mucha y espesa. –¡Ali! –grité. Pero ella no me respondió, apenas si se estremeció, fue como una visión borrosa, pude ver como sus ojos se pusieron vidriosos. –No… no, no, no… –grité –. Alice, mírame, ¡Mírame! Pero ya no podía verme, yo lo sabía, ya no ibamos a vernos jamás, aunque logré escucharla, fue como un susurró, pero lo dijo. –Carl. Ese era el nombre de su marido. Alice había dicho su nombre, pero no era que pidiera su ayuda o que rogará amor, tal vez lo necesitaba cerca por el bebé, pero Carl ni siquiera estaba aquí, nunca estaba con ella y seguramente la maltrataba, era un hombre abusivo, si, podía sentirlo dentro. Carl Él lo había hecho.
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