Capítulo 3

1087 Words
Carl Solareis, ese era el nombre del esposo de Alice, lo sabía, ella había pronunciado ese nombre con su último aliento, no lo conocía y ya lo odiaba. La maltrató tanto que acabó con su vida. Carl. Carl. Carl. Reaccioné cuando escuché un llanto, el bebé, la enfermera se me acercó con él, por todo lo que estaba pasando casi lo había olvidado. –Está sano, ¿quiere cargarlo? Apenas si me podía mover, no pensaba en nada más que ver a mi hermana en esa camilla, Alice había agonizando y yo no pude hacer nada, sus gritos de dolor aún se escuchaban en mis oídos, logré aceptar y me entregó al bebé en los brazos. Era un niño precioso, aún tenía los ojos cerrados pero tenía una melena ne.gra como la de Alice o tal vez como la de su padre, no lo conocía, pero como fuera, este bebé es mi sobrino y lo único que me queda de Alice, no lo voy a dejar en manos de ese hombre abusivo, ni mucho menos de mi padre. Yo nunca había deseado matar a nadie, pero tampoco había estado sola, sin Alice especialmente. Nunca alguien le había provocado tanto dolor a mi hermana, ella era mi consciencia, la voz de la razón, el lado gentil, la gemela buena, ella no era como mi padre, pero yo… era todo lo contrario, siempre fui quien se parecía más a papá, sin Alice, yo no conocía límites y ahora lo único que tenía en el corazón era enojo y frustración. Tomé al bebé en mis brazos con fuerza y lo sostuve contra mi pecho, la enfermera había dicho algo pero no escuché, solo estaba pensando en algo. Carl me había quitado a Alice, ella era lo más preciado para mí y ahora él iba a pagar, lo justo era que le quitará lo más precisado a él. Era lo único que sabía con certeza, Carl Solareis iba a pagar por haberle hecho a mi hermana. Aún tenía al bebé en mis manos cuando levanté la mirada al frente, ví el reflejo de la ventana y me tomó un par de minutos en saber lo que debía hacer. La voz de Jesse se escuchó del otro lado, estaba peleando con el personal de salud, me di cuenta que estaba alterada. –¡Ella no puede morir! –gritó –. ¡Haga lo que sea! ¡Lo que carajos sea para traerla de vuelta, YA! –Lo lamento mucho, no pudimos hacer nada. –¡Tienen que hacer algo! Se veía muy furiosa, histérica o tal vez era como un miedo, el médico intentaba decirle que no podía hacer nada, que eso era todo, pero ella no entendía, seguía exigiendo que Alice estuviera con vida, me levanté despacio, el bebé lloró un poco y lo acerque más a mi pecho moviendolo un poco, ellos no se dieron cuenta de mi presencia hasta que estuve muy cerca. –¡Tengo que llevar a Alice a casa! –gritó Jesse. –Por favor, créame que hicimos todo lo que pudimos. –No saben hacer nada –se llevó las manos al cabello, parecía desesperada –. ¿Qué carajos voy a hacer ahora? –Creo que yo puedo solucionar eso –hablé. Fue en ese momento que se dieron cuenta de mi presencia, me vieron y luego al bebé en mis manos, era mi sobrino, mi familia y no lo iba a soltar. –Pueden traer un tinte de cabello ne.gro, del color exacto de Alice, algo de desmaquillante y una bata de hospital. –¿Qué pretendes hacer con eso? –cuestionó Jesse. –Alice era mi hermana –mencioné –. No solo eso, era mi hermana gemela, de pequeñas la única forma de diferenciarnos era por el color de cabello, bueno, el mío es rojo, pero lo tuve que cambiar a rubio por el cambio de identidad, estoy acostumbrada a esto, solo traigan las cosas. –Estas diciendo que vas a suplantar a Alice –mencionó Jesse –. Eso no es posible, no te pareces en nada. –Lo haré en cuanto traigan las cosas, no sé qué pasa pero a mí padre no le va a agradar saber que su hija ha muerto en el parto y va a hacer que todos ustedes paguen por eso, traigan las cosas y verán que es posible. –Se va a desatar una guerra si Alice mue.re y si alguien la reemplaza será peor –advirtió Jesse. –Enfermera traiga las cosas –ordenó el médico –. Y que nadie salga de la sala de partos, cierren las puertas. La enfermedad se dió la vuelta y corrió a ordenar que nadie saliera y cerrar las puertas, tardó unos minutos en regresar con una bolsa en la mano, yo aún tenía al bebé en las manos, otra enfermera se acercó e intentó quitarlo de mis manos, lo sujete con fuerza. –Le daré de comer, no se preocupe, estará bien conmigo. Reaccioné, ese bebé era un tesoro para mí, era lo único que me quedaba de Alice, lo iba a cuidar más que a mí propia vida. –No voy a salir, estaré aquí –me persuadió. Tenía que hacer, debía dárselo, me lo repetí varias veces hasta que logré soltarlo, el bebé lloró y la mujer fue por la leche que lo calmó enseguida, la otra enfermera me dió las cosas y lo primero que hice fue desmaquillarme, me ayudaron con el tinte, terminé por entrar a un pequeño espacio donde me di la ducha más rara de mi vida, ví el tinte ne.gro en el agua, lo que sobraba del color estaba saliendo, me lave bien el rostro, no estaba segura si esto iba a funcionar, tendría que ser ella, me coloqué la ropa de hospital, podría irme con mi sobrino… no, eso no es posible, deben de haber al menos una docena de guardias alrededor del hospital, ahora no puedo salir, me arregle la ropa y cuando finalmente salí, todos tenían un gesto de sorpresa. –No puede ser. –¿No va a funcionar? –dudé –. Ya no nos parecemos tanto, cierto. –Eres igual a ella –contestó el médico –. Estás exactamente igual. Que bien, porque esa es la idea, no voy a dejar la muerte de Alice solo así, ese hombre Carl, mi padre y todos los que le hicieron daño, lo que la llevaron a este punto, tienen que pagar.
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