~El regalo~

1335 Words
《Mierda, mierda》Como pude dejar que las preguntas llegaran a este punto. —El señor Santana está estable—declaró el médico. —Gracias a Dios—resoplo. Mamá ya está más calmada, desde que llegamos al hospital no dejaba de llorar. —Tiene que mantenerse tranquilo, sin alteraciones. —¡Entendido doctor!—balbuceo. Mamá entra al verlo, pobrecita, estaba tan mal cuando lo vio moribundo en el suelo. En el fondo me preocupa, no creo que mamá resista si papá llegase a morir. 《¡j***r!》 Ahora estoy más confundida que antes. ¿Que quería decirme? ¿no hubo contrato? ¿Dante me llevaría lejos?. Mi cabeza estaba vuelta un lío, además de dolerme demasiado, y para completar, no podía retomar la conversación con mi padre, eso lo alteraría nuevamente. 《Mierda, porque me pasan estas cosas a mi. 》Caminé un poco por el hospital, paso a ver a Dante; sigue igual, dormido, tan frío, sin vida. Me quedé mirándolo, contemplando lo que se escondía tras esas pecas, y sonrisa agraciada. ¿Que pudiera haber hecho para que lo dejaran en coma? ¿Un secreto? ¿Un enemigo? Quien sabe, solo él sabía la verdad ya que no habían huellas, ni el arma homicida, ni testigos, solo Dante, y todos esperábamos su pronta recuperación porque al despertar sabríamos la verdadera cara del asesino. Suspiro, me llevo los dedos a la boca acariciando mis labios con suavidad. Revivo el medio beso del altar. Sigo frotando los labios, ahora me los muerdo, sus ojos, su sonrisa, su nariz, me gusta, si, estando a solas con él sin intervenciones de terceros es increíble. No creo estar enamorada de Dante Salvatore, más debo admitir que me gusta mucho, y hubiera querido pasar una noche con él. Jadeo. Suspiro obligando a mi mente a concentrarse en pensamientos más santos, aunque no era pecado tener un poco de imaginación con mi esposo, sin embargo, vuelvo a sacudir la cabeza abandonando la habitación. Sigo caminando por los pasillos fríos. Confundida, con la mente echa un lío y el recuerdo de las palabras de mi padre. —¡Hija!—escucho la voz de mi madre. Me apresuro para acercarme. —¿Como está papá? —Estable. Me quedaré con él esta noche. —Okey mamá. ¿Tú cómo estás? —Bien, un poco cansada. Por favor dile a Sasha para que se quede contigo esta noche. Asenti. —La llamaré. Por favor, cualquier novedad avísame. —Claro nena. Me despedí de mi madre con un abrazo. Salí del hospital para embutirme en el auto. Allí saqué el celular para llamar a Sasha. Repica... Nada. Vuelvo a intentar. Finalmente contesta. —Buenas... —Sasha. ¿Donde estás? —Voy a casa. ¿Y tú? —¿Podemos vernos en la casa? —Si claro. Apenas llegue, paso por allá. —Okey. Cuelgo el auricular. Enciendo el auto, conduzco por la carretera solitaria y oscura. Siempre me ha dado pavor conducir de noche, a mi gusto, no lo haría, porque simplemente de da miedo, más esta vez me tocó. Al llegar apago el vehículo. Sé por el auto que Sasha aún no llega, no tardaba en hacerlo. Ingreso a mi morada cerrando con todos los candados habidos y por haber, cerrojo, llaves. No sé, últimamente con todo lo que ha ocurrido me he vuelto paranoica. De repente un Michael Miyer entra por esa puerta o un loco acosador como los programas de investigación que suele ver Sasha. Yo, prefiero las caricaturas, y eso es lo que haré mientras espero. Prendo la televisor, cambio de canal para dejarlo en la pantera rosa, por dios, no he madurado nada. Acto seguido, me dirigo a la cocina para preparar sándwich con jamón y queso. Le echo salsa tártara, y mucha mayonesa, luego, los cocino a fuego lento. Me siento en el sofá, a mi misma me sorprende mi quietud, y me gusta sentir esa paz interior, y daría cualquier cosa para mantenerla así. Por unos minutos olvido mis preocupaciones, mis problemas, mis complejos, todo lo que esta sucediendo, y solo me doy un espacio para relajarme. Ese espacio es crucial para pensar en mi misma, y en lo que me gusta hacer: así sea ver caricaturas. Me recuerda mucho mi niñez, cuando Sasha y yo veíamos todo tipo de princesa y luego imaginábamos ser unas de ellas. Tener poderes, encantamiento, magia, belleza, ¡que buenos tiempos! no existía preocupación, ni angustia, era feliz y no lo sabía. Suena la puerta. Huelo a quemado. Corro a la cocina, en efecto, los sándwiches se hab tostado de más. Vuelve a sonar la puerta. —¡Ya voy!—mentí, no iba aún, apenas estaba sacando todo de la sartén. A toda prisa abrí la puerta. —¡Huele a quemado!—fue lo primero que dijo Sasha. —Lo siento, hice sándwich de queso y jamón a la carbonera. Sasha se rió. —Te pusiste a pendejear y dejaste quemar la cena. —Si, así ocurrió todo. —Ni modo—Sasha se quitó las montañas de abrigos que tenía puesto, y eso que aún no era invierno, estábamos a punto de finalizar el verano. —¡Estoy exhausta! los profesores a veces suelen ser tan desesperantes. Quieres que leas una guía de mil hojas para colocarte cuatro preguntas en el parcial. Y aparte, déjame contarte —se sentó con comidad en el sofá, cruzó la pierna, busco el control y le bajo al televisor—. Colocan una pregunta: "En tu opinion" y cuando doy mi opinión, no están de acuerdo, no me jodas, que coño quiere que ponga. Suelto una risotada mientras llevo los sándwiches —Así son los profesores, quieren obligarte a que pienses igual que ellos—les doy dos sándwiches a Sasha, ella lo mira con desconfianza. —¡Están ricos! —Pero quemados... —Lo importante es que están ricos. Sasha suspira de resignación. Toma el pan y le quita todo lo n***o que tiene por encima. —¿Tus papás? —En el hospital—hablo con la boca llena. La ojos verdes me fulmina con la mirada. —Traga primero y luego habla. ¿qué les pasó? Trago, siento que me baja al seco por la garganta. —Papá se puso mal, tuvimos que llevarlo al médico. —¿Estará bien? —Si. —¿Y tú como estas? "El como estoy" me toma por sorpresa. Desde el disparo de Dante, no me he detenido a pensar en cómo realmente estoy yo. —Creo que bien... —No lo creo —se sacudió las manos después de comerse todo el pan —. Creo que estas sometida bajo mucho estrés y eso no es bueno para ti. Deberías considerar retomar las clases en la universidad, al final, no sabemos si Dante despertará o no. Tocan la puerta. Me sobresalto. —¡¿Esperas a alguien Maya?! —No. ¿y tú? —No —Sasha y yo miramos con desconfianza la puerta. Vuelven a tocar. Me levanto con cautela, camino despacio. Sasha no es tonta, se ha visto demasiados programas de investigación y asesinato que toma un cuchillo por si acaso. Trago grueso, quito todos los pasadores y entreabro la puerta. Nada, ni nadie. Abro definitivo. Mi vista se centra en una caja de regalo. Echo un vistazo desde la puerta hasta la calle, más no hay nadie. No lo sé, tengo desconfianza de tomarlo. No es normal que alguien deje un obsequio a altas horas de la noche. Sin embargo, terminó agarrandolo, y haciendo mi ritual de protocolo con los cerrojos. Sasha me mira asustada. Observa por fuera el papel dorado y la cinta roja con un moño. Nos da desconfianza a ambas, no obstante, la curiosidad nos venció, así que, decidimos abrirlo. Fue espeluznante y horrorozo el contenido. El grito de Sasha fue todo lo que pude escuchar. ☆☆☆☆☆☆☆☆☆☆ Mis estrellitas, Leo sus comentarios. sus comentarios me animan a seguir escribiendo. Los quiero.
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