¡Tiemblo al leer!
Temo a lo que pueda revelar mi padre.
Sé que no soy en hombre perfecto, y estoy muy lejos de serlo. Quiero que sepan que todo lo que hice, cada decisión que tomé, cada paso que crucé en este camino incierto, lo hice por ustedes, pensando en mis dos amores más grandes. Perdóname por lo que haré y probablemente cuando ya encuentres esta carta, estaré muerto, tal vez en el infierno porque no creo que el cielo haya lugar para un pobre diablo como yo. Cometí los peores errores, y ahora la vida me los está cobrando, sin embargo, más me duele que te lo estén cobrando a ti, mi dulce Maya, no tienes nada que ver con todo este lío en que te he metido.
En este escrito te contaré a un poco lo que sucedió, y tal vez entiendas mejor las cosas. ¡Ojalá, y algún día puedas perdonarme! Ante todo, quiero que siempre tengas presente que las amo, a ti y a tu madre. Te amo Maya, Te amo Irene.
¡Aquí voy!
Assh, no es fácil para mí invitar al pasado, de hecho, no quiero hacerlo, más debido a la gravedad del asunto, creo que se merecen saber toda la verdad.
Bueno... Allí voy.
Conocí a Sandy en la secundaria. Era la típica niña invisible a la que nadie volteaba a ver. En esa época no se llamaba Sandy, si no Ángela. En cambio yo, era el chico popular, la que tenía a la mejor chica de todas, tu madre. Eramos muy jóvenes para conocer el verdadero amor y el significado de lealtad. Lo que estaba seguro era del amor que nos teníamos el uno al otro, sin embargo, ese verano, nos atraparon en el acto s****l, la cual, recibí un puñetazo de tu abuelo.
Asimismo, Irene fue castigada, y con mi ojo morado me reuní a una practica de fútbol con Robert Bustamante, y Gustavo Salvatore. Ese día, me enteré que Ángela moría de amor por mi.
Todos bromeaban para que me involucrara con ella, más le ignoré. Pero lo peor no fue allí, fue en el campamento que hacía la escuela en cada verano.
Quiero que sepan que no fue mi culpa, fue su culpa, ella nos tentó a hacer lo que hicimos. Yo era un joven deseoso, un poco lujurioso, y lo que sucedió marcaría mi vida para siempre.
Acontinuacion, nos marchamos al campamento. Ángela buscaba la manera de llamar mi atención. Vestía mini faldas, con su cabello largo castaños y sus ojos verdes acosadores. Era seductora, una víbora dispuesta a envenenarme, y yo solo fui un cordero a quien incrustó sus dientes.
Recibí notas o cartas de amor. La leí, sabía que la tenía comiendo a mis pies. En ese entonces, ella tenía 15 y yo 17, aunque era muy pequeña, no me importó, consideré la idea de tener una aventura pasajera, de verano, que terminaría cuando acabara el campamento.
Una noche en una fogata la besé. Quería seguir más ella paró la situación. Obedecí. Estaba colorada, como si no pudiera creer lo que ocurría.
Debo aclarar dos cosas:
Ángela, nunca me gustó.
Nunca sentí nada por ella.
Una noche en una fiesta, después de tantas miraditas, y besos a escondida, me aventuré a alejarla de la fiesta, debo admitir, mis intenciones no eran buenas, tenía necesidad y quería obedecer a los deseos de la carne.
¡Ella provocó mi reacción!
Vestía una falda muy corta, podía ver sus piernas largas, y trasero redondo. La camisa mostraba parte de sus pubertos pechos. Me había drogado un poco, y le ofrecí a ella, se negó, sin embargo, insistí, para complacerme aceptó. Se ahogó a la primera, así que lo dejó. Comencé a besarla, con rudeza, con lujuria, a tocarla por todos lados. Entrábamos en calor cuando me empujó, aún recuerdo sus palabras.
—¡No estoy lista!—admitió temblando.
—¡Vamos, claro que estás lista! esto lo quería ¿no?
—Aún tienes novia
—¿Y eso que?
—Debes terminar con ella primero.
Me reí de forma hilerante. Ella sólo me miró.
—No terminaré con Irene por ti. ¿Estas loca?
Su mirada se endureció.
—Tengo que irme—se dió media vuelta, la jalé de un brazo.
—¿No me dejarás así?
—No tengo nada que hacer aquí.
En medio de esa discusión apareció Robert y Gustavo, riéndose, burlándose. Ángela se enojó y me abofeteó, no se que había creído al verlos, el hecho era que estaba furiosa.
Yo también la abofeteé
—Maldita Puta—digo enojado. Comienza a llorar. La tomo por el brazo atrayendola hacia mi.
—¡No vales nada!—susurro y la suelto. Sus ojos estaban fijos, su falda se levantaba cada vez con el soplido del viento.
Me alejo. Robert se acerca a ella, la mira de arriba a abajo, y la intenta besar. Gustavo se ríe, ella le rasguña el rostro.
—¡Perra!—grita, le da un golpe en la cara que la tumba al suelo. Se sube a ella. Intervengo.
—¿Que haces?—demostrarle que no se debe meter con nosotros.
Entramos en discusión los tres la cual no revelaré detalles.
Ella está en el suelo, se le ven las bragas, así que... me atrevo a ayudarla para levantarse. Toco sus piernas, la beso con suavidad, seco sus lágrimas... y...
Y... Terminamos teniendo sexo.
Ella accedió.
Luego, quiso que Robert y Gustavo también tuvieran sexo con ella.
Debo acotar que ella fue la que insistió.
¡Allí comenzó nuestra desgracia!
Cuando digo a nuestra desgracia, es porque ella voluntariamente deseo tener sexo. Sin embargo, nos acusó de algo:
Nos acusó de ser violadores.
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pequeña nota: Los leo. ¿Fue violación?