Capítulo 4

1905 Words
-¿Y enserio no pasó nada de nada? – le pregunté a Brian por millonésima vez. -Que no…- respondió él, por millonésima vez – cuando llegamos al hotel, cada quien para su habitación. -Pero entonces ¿son novios oficialmente? – preguntó Brenda. -Creo que si – dijo Brian, tratando de concentrarse en su desayuno. -Bueno, apurémonos, que tenemos recital esta noche por si se les ha olvidado – dijo Camille. Al parecer había amanecido de malas pulgas. -Oye, tranquila ¿Qué te pasa? ¿No te ha escrito mi hermano? – le dijo Brian a la francesa con diversión, y ella lo miró rayado. -¿Que pasa entre Daniel y tú? – me interesé. -Nada – respondió ella secamente, terminando con su desayuno y levantándose de la silla – iré a terminar de alistarme, algo que ustedes también deberían hacer. -Cuanto se nota que le hace falta sexo – dijo Brian apenas la francesa estuvo lejos y todos soltamos la risa. -Ay Briiii, mira esta otra foto – le dije a Brian, mostrándole las cientos de fotos que me estaba enviando Zac de la recién nacida Abey. -Enserio no puedo creer que haya nacido ya y que esté tan sana para ser prematura – dijo Brian, viendo las fotos con ternura. -Se les adelantó a mis sobrinos – comenté. Media hora después estábamos en el lobby del hotel esperando a que llegara el autocar que nos llevaría al teatro en donde bailaríamos esta noche, pero alguien faltaba. Donatien. -¿Dónde se ha metido ese niñato? – refunfuñó Dimitri mientras veía impacientemente su reloj de muñeca. -Yo puedo ir a buscarlo – dije. -¡Pues anda, niña! ¡Corre! – me ordenó Dimitri, y ante la mirada reprobatoria de Brian, me fui a buscar a Donatien. Yo solo deseaba que el francés no se hubiera descontrolado anoche celebrando su cumpleaños 26 aquí en Las Vegas y que no le haya pasado lo de la película ¿Qué pasó ayer? Eso sería el colmo. Toqué varias veces la puerta de la suite en donde se estaba hospedando, pero nada. Me di cuenta entonces de que la puerta estaba a medio cerrar, así que la empujé un poco con mi pie y se abrió. Lo que vi al ingresar me dejó catatónica. Todo estaba hecho un desastre. Cosas rotas, ropa por todos lados, comida regada, botellas de champaña…todo era un caos. Empecé a revisar habitación por habitación a ver en cual estaba Donatien, y cuando llegué a la principal, por poco me da un shock. Donatien estaba en la cama con cinco hombres ¡cinco! Todos dormidos, y desnudos. Oh no…esto es mucho peor que como en la película de ¿Qué pasó ayer? -¡DONATIEN! – grité, enojada. Eso fue lo único que se me ocurrió hacer. Donatien y los cincos desconocidos se despertaron al instante, sobresaltados. Al verme, se taparon inmediatamente, y el rostro de Donatien emblanqueció. -Bien, váyanse todos ¡ahora! – les ordenó Donatien a los tipos, y ellos, torpemente buscando sus prendas de ropa y colocándoselas, salieron de la suite entre trompicones. El aspecto de Donatien era, simplemente, lamentable. Sus ojos inyectados en sangre delataban que se había drogado. Y yo enserio que no podía creer que él se había puesto en estas. Se supone que él había cambiado…había cambiado por mí. -Apúrate, Dimitri nos está esperando a todos – dije, sintiendo un doloroso nudo en la garganta. -Bella, puedo explicártelo… -No tienes por qué explicarme nada, no soy tu novia ni nada por el estilo, con quien folles o no me vale mierda – le dije, girando sobre mis talones para dar media vuelta y salir de la habitación. -Si fueras mi novia nada de esto hubiera pasado…- musitó más para sí, pero yo lo escuché perfectamente. Lo volteé a mirar, y él volvió a emblanquecer, dándose cuenta de que había pensado en voz alta. -¿Qué has dicho? – pregunté, confundida. -Nada, solo…vete – dijo, dándome la espalda. Hasta ahora caí en cuenta de que seguía desnudo. Tuve que desviar mi vista – dile a Dimitri que no bailaré esta noche, que me reemplace Marc. -¿¡Que no bailarás!? ¡Donatien! – lo amonesté. Se está comportando como una diva, y eso me molesta en sobremanera. -El público no me extrañará…después de todo, nunca he sido verdaderamente la estrella de la Opera de París – dijo, acercándose a una mesa en donde habían varios tragos y cogió una botella de whisky y se sirvió un vaso - ¿sabes, Bella? Hasta hace unos meses yo creía que mi vida no tenía sentido – toma un gran sorbo del whisky – luego llegaste tú y me hiciste ver la vida de otra manera – vuelve a dar otro sorbo – pero tenía que llegar tu estúpido amigo-amante Brian a mandarlo todo a la mierda y a alejarte de mí – dijo con rabia, y estalló el vaso de vidrio contra la pared, y yo me sobresalté - ¿ya me pasó una vez, sabes? – se acerca a mí, y yo solo pude empezar a retroceder, con miedo. Si, Donatien me da físico miedo – alguien una vez hizo que yo lo quisiera bastante, haciéndome creer por un instante que mi vida valía, para luego irse con otra persona y dejarme a mí solo y destrozado – me acaricia una mejilla. Yo estaba tiesa y con la respiración entrecortada - ¿eso es lo que tú haces con los hombres, Bella? ¿Les robas el corazón para divertirte con él y luego partirlo? -Yo no te he hecho nada, Donatien – dije, presa del miedo. Haber sufrido ya maltrato anteriormente me hacía creer que Donatien en cualquier momento me golpearía o abusaría de mí, y eso me aterraba. -Tienes razón, tú no hiciste nada – dijo, alejándose de mí. Solté una exhalación de alivio – es tu queridito Brian el que te está alejando de mí. -A él no lo metas en esto… -Es tu queridito Brian el que también está alejando a mi hermano de mí… -Basta…- le rogué. -¡Y tras de eso viene y me quita el papel de Sigfrido! ¡Ese inglés es un puto parasito! – gruñó. -¡Te dije que basta! – le grité.  -Voy a hacerle la vida cuadritos a tu querido amigo ¿me oíste? – dijo, al puro estilo Levallois – a menos de que se vaya de Francia…así que adviértele – sonríe cínicamente – dile que se vaya a bailar a otro lado, que espero no verlo la próxima temporada en la Opera de París. -Estás loco – dije, y enserio que está loco, tal vez las drogas tengan algo que ver. -Si…tú me volviste loco – dijo, y yo no aguanté más, y me salí de la suite. Tal vez en ese momento las amenazas de Donatien me parecían locas, pero lo que yo no sabía, era cuan ciertas resultarían siendo…   NARRA IAN   Caminé por el sendero del cementerio Woodlawn buscando aquella tumba a la que siempre venía a visitar cuando me pasaba por los Estados Unidos. Este cementerio que queda en el condado de El Bronx de Nueva York alberga a grandes figuras del mundo del arte, política, negocios o deportes. El pianista Duke Ellington, el trompetista Miles Davis, el escritor Herman Melville, autor de la novela Moby d**k, Gertrude Vanderbilt Whitney, fundadora del museo Whitney, el alcalde Fiorello LaGuardia, el compositor Irving Berlin, autor de "God Bless America", o Celia Cruz, descansan en el Woodlawn en medio de un bosque y un buen cuidado del césped. Con el sombrero y las gafas de sol que tenía puestas esperaba que la gente no me reconociera. Lo último que me faltaba era que la gente, en busca de una selfie, me dañara este momento. Una caminata por estas calles, designadas con nombres, descubre a los visitantes tumbas llenas de historia y arte arquitectónico en esculturas y majestuosos mausoleos de diversos estilos y materiales, que complementan con hermosas puertas o vitrales, construidos para familias ricas, para prolongar así su vida de lujos, por famosos arquitectos, que diseñaron y construyeron también la ciudad de Nueva York. Entre ellos destaca el mausoleo de la familia Belmont, una réplica de la capilla de Saint Hubert en el castillo de Amboise, en Francia, donde se enterró a Leonardo Da Vinci, o el de la familia Woolworth, que revive las tumbas egipcias, digna de un faraón, con sus esfinges (símbolo de realeza) que cuidan la entrada, y una gran puerta. Pero, también se hayan antiguas y sencillas tumbas de personas de todas partes y diversos estatus sociales que datan de 1863 hasta el presente y a tono con la época moderna, se han construido edificios para albergar nichos y cenizas, para todo el que desee ser sepultado en el Woodlawn, que entregó a la Universidad Columbia la custodia de los documentos que cuentan su historia y de los que allí descansan. Y encontré entonces aquella única lapida que me importaba de este cementerio. La de Walter.   Walter Denninson. Querido hijo y hermano. Por siempre en nuestras memorias.   Esa era la inscripción en su lapida, la cual por cierto tenía ya muchas flores. No quedaba campo para las mías. Y es que su tumba era de las más visitadas ¿y cómo no? Si aparte de Brad, fue el futbolista más adorado de USA, y por sobre todo, de los neoyorquinos. Empezó su carrera jugando en los New York Red Bulls, así que la gente de estos lares le guarda un especial cariño. Dejé las flores que le compré en el único campito que encontré en la tumba y me quedé un rato parado tan solo observando la lápida. Aun me costaba creer que su cuerpo estuviese enterrado tres metros debajo de donde yo estaba parado. Y como buen masoquista que soy, saqué mi celular y busqué en mi galería las fotos que yo aún conservaba de él. Observé entonces una en donde salíamos acostados en la cama de su apartamento, él dándome un beso en la mejilla mientras yo hacía una mueca a la cámara. Rompí en llanto. Me permitía hacerlo cada vez que venía a visitarlo. Él se merecía que yo lo llorara, después de todo, fue mi primer amor. -¿Ian? – escuché una voz femenina cerca de mí, y al voltearme, la vi a ella. Megan. La hermana de Walter. La última vez que la vi en persona fue en un partido del United. Ella en ese entonces tenía unos escasos 18 años. Ahora ya está evidentemente más mayor. Y hasta embarazada está, debe de estar a punto de dar a luz. Su barriga es gigantesca. -¿Megan? – me quité las gafas. -Oh si, eres tu – dijo ella, sonriéndome. -Yo…uhmmm…que gusto verte, has crecido – fue lo único que se me ocurrió decirle. -Sí, tu también has crecido, tenías cara de niño cuando…bueno, cuando estuviste con mi hermano. -Felicidades, vas a tener un hijo – le dije, señalando su panza. -Dos, en realidad son gemelos – dijo, y yo me sorprendí. -Vaya, que coincidencia…yo también tendré gemelos – dije, enserio pareciéndome una coincidencia. Mis hijos también nacerían aquí en New York. -Sí, que coincidencia – dijo, sonriéndome torcidamente, para luego dejar un ramo de tulipanes rojos en la tumba de su hermano. -Oye ¿vamos a tomar algo por ahí? – la convidé. -Agradezco tu oferta, pero no puedo, tengo un compromiso – dijo con pésame. -Ok, pero…uhmmm…estaré aquí en New York unos días más, podríamos salir cuando tengas tiempo – propuse, enserio queriendo adelantar agenda con ella…habían tantas cosas que quería saber de los Denninson, cómo han estado todo este tiempo y bla bla bla. -Sí, claro, cómo no – dijo ella, un tanto dubitativa. Su parecido físico con Walter era notable. Demasiado. Es su versión femenina. Después de que intercambiamos números telefónicos, ella cogió un taxi y se fue, dejándome a mí con una sensación bastante rara no sé por qué.
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