Capítulo 3

2677 Words
NARRA IAN   Primero la derrota en Champions…y ahora la derrota en el mundial. Los de la selección inglesa estábamos realmente tristes, en especial los que sabíamos que ese había sido nuestro último mundial. Aunque la recibida de la selección en Londres fue monumental y el pueblo nos trató como si fuéramos unos héroes, eso aun así no me contentó. Yo, como capitán del equipo, sentía que podía haber hecho más, y que les había fallado a todos. -Ay ya cariño, quita esa cara, que no me gusta verte así – me dijo mi madre, cuando estábamos en el hangar de los vuelos privados del aeropuerto de Londres. Mis padres ya se iban para Manchester, pero yo me quedaría un par de horas en Londres, esperando a que mi avión privado recargara gasolina y cumpliera con los protocolos establecidos para un viaje transatlántico. Me iría a Estados Unidos, en razón de que mis hijos están por nacer. Pero no me iría solo…me iría con todo el clan Clooney. Ethan se graduaría de la universidad en unos días, y todos debían de ir también al nuevo continente. Mi hermana y los niños también irían…aprovecharían para darse unas vacaciones por ahí, y además, los niños querían conocer Disney World. -Sí, quita esa cara, que no pareciera que fueras a ir a recibir a tus hijos – dijo mi padre, revolviéndome el cabello – quisiéramos acompañarte cariño, pero la pre-temporada ya empieza y tenemos que estar mañana en el complejo. -Sí, entiendo, tienen trabajo que hacer – dije, entendiéndolos totalmente. Mientras que yo iniciaba mis vacaciones, las de ellos ya se terminaban. -Si pueden, pásense a visitar a Bella donde quiera que esté – me dijo mi padre. Tras despedirme de mis padres, todos nos quedamos en el hangar esperando a que terminaran de revisar el avión. Tim y Kate no dejaban de corretear por todo el hangar, y ya que habían llevado el balón con el que Kai se quedó del partido de semifinal, se pusieron a jugar con él. Lo pateaban torpemente, pero aun así se divertían con él. -El balón no es lo de ellos – dijo mi hermana entre risas. -Me recuerdan a Bella…ella ni sabía cómo patear uno – dije, con cierta melancolía al recordarla. No verla en meses me mataba. -Lo de ella desde el principio fue el ballet – dijo Sophia. Después de un par de horas, abordamos el avión. Siguiente destino: los Estados Unidos de América.   NARRA CLAIRE   Desperté con la alarma del reloj digital que tenía en la mesa de noche, y tuve ganas de estrellarlo contra la pared. Hoy terminaban mis vacaciones, y para ser sincera, no tengo muchas ganas de ir a la oficina hoy. Tengo un barrigón que no puedo con él y estoy tan irritable que temía darle algún puñetazo a alguna de las chicas del equipo que venían a mis consultas. -Claire, cariño, se te va coger el tarde para ir al trabajo – me dijo mi madre entrando a la habitación. Sí, mi madre estaba aquí en Manchester. Había hecho el viaje transatlántico apenas se enteró de que yo quedaría sola, por eso de que Zac estaba en el mundial de baloncesto, y que Adam…bueno, ese se alternó entre el mundial de futbol y el de baloncesto. Se supone que ambos llegarán hoy, pero no sé a qué horas. Pero mi madre no solo había venido al viejo continente por mi…más que todo lo hizo para poder conocer a su nuevo nieto, Aaron. Apenas nació a inicios de junio, me dejó abandonada y se quedó un buen tiempo en Francia, y luego si volvió conmigo. -¡No quiero ir a trabajar! – gruñí, tapándome la cara con la almohada. -Pues yo tuve que trabajar durante dos embarazos y no morí – dijo mi madre - ¡anda! ¡Levanta ese culo pesado! -¡Joder mamá! ¡Que no! – grité. -Llamaré a tu hermano…- dijo ella. Esa es la amenaza que había utilizado desde que yo era pequeña cuando me portaba mal. Llamar a mi hermano… -Mamá, soy adulta y voy a tener un hijo ¿no crees que ya estoy muy grande como para que me amenaces con llamar a Brad? – inquirí. -Pues te estás comportando como niña pequeña ahora mismo – replicó ella. -Ok, si me alisto y me voy al trabajo ¿dejarás de molestar? – refunfuñé. Entré al cuarto de baño dando un portazo. Enserio que esto del embarazo me tiene irritable…eso, y el hecho de no haber tenido sexo por casi dos meses. Ya no podía esperar a que Zac llegara para recuperar todo ese tiempo de abstinencia. Me demoré bastante en el baño. Desde que mi barriga se infló considerablemente, me tardaba más de lo normal bañándome, por eso de que los movimientos que puedo hacer son limitados, y para depilarme las piernas es todo un martirio, la panza no me deja alcanzar ni las rodillas. Cuando al fin me bañé, me vestí con unos pantalones negros especiales para embarazadas, una blusa pre-mamá y unas sandalias plantas. Se me hinchan tanto los pies que ya no puedo utilizar zapato cerrado. Bajé al primer piso, obviamente con todo el cuidado del mundo en las escaleras…aish, enserio que parezco una ballena a punto de parir.  Mi madre ya me estaba esperando en la cocina con el desayuno, mientras veía noticias por el TV que teníamos en la cocina. Estaban hablando, como todo en estos días, del mundial. -Ese muchachito Jeremy Pereira es la sensación ahora – dijo mi madre, a la vez que me alcanzaba el plato con los panqueques - ¿fuiste amiga de él, no es así? -¿Amiga? ¡Eso jamás! – Dije con repulsión – que lo haya conocido es otra cosa. Pero yo con ese idiota nunca he congeniado, y nunca lo voy a hacer. Terminé de desayunar y fui al complejo deportivo. De nuevo a la oficina después de unas cuantas semanas de vacaciones, y yo en este estado, a un mes de dar a luz, es un asco…pero bueno, volvería a tener vacaciones por eso de la licencia de maternidad, eso es lo bueno. Ya después, cuando inició la jornada laboral y estaba asesorando a una de las chicas, empecé a sentir cólicos y una presión intensa en la pelvis. -Espérame un momento, voy al baño – le dije a la jugadora que estaba atendiendo, y apenas me paré, los dolores se intensificaron y grité del dolor. -¿Estás bien? – preguntó ella, preocupada. Empecé a sentir unos dolores raros que ya no eran cólicos…supuse que eran contracciones, y pude sentir como el bebé se movía inquietamente. -No no no no, no puedes nacer ya, aún falta – dije, sosteniéndome la barriga como si así fuera a evitar que entrara en trabajo de parto. -¿Qué hago? – preguntó la chica, asustada. Estando ahí, parada, sentí como si me estuviera orinando, y al bajar la vista vi un charco de agua ¡mierda! ¡He roto fuente! La chica salió corriendo del consultorio gritando como histérica por ayuda, y yo solo pude sentarme en la silla del escritorio y respirar profundamente como me habían enseñado en las clases pre-parto a las que había asistido. Lo más importante era conservar la calma. -¿Qué ocurre? – preguntó Melanie ingresando a la oficina. Al parecer había acabado de llegar de Irlanda. O sea que Adam también está aquí. -Estoy en… ¡AH! – Grité al volver a sentir otra fuerte contracción - ¡trabajo de parto! -¿Qué pasa? – entró Adam, preocupado, y al ver el reguero de fluidos en el suelo (el cual era una mezcla entre líquido amniótico y sangre) casi se desmaya. -Adam, corre y prende tu auto, hay que llevar a Claire a la clínica, ya va a tener el bebé – le dijo Melanie, totalmente calmada. Ella más que nadie sabía de partos…había pasado por tres. -¿¡Que!? ¡Pero no puede tener ya el bebé! ¡Falta mes y medio! ¡Y ni sabemos si es niño o niña! – replicó Adam, empezando a entrar en pánico. -¡Joder, Adam! ¡Que vayas al puto estacionamiento y prendas tu auto! – le dijo Melanie severamente, y Adam hizo caso y salió corriendo. -Melanie, tengo miedo – dije, empezando a llorar. Simplemente perdí la calma. Adam me la había hecho perder. -Tranquila cielo, todo estará bien, el bebé estará bien – me dijo, mientras entraban algunos del departamento medico con una silla de ruedas – mis hijos también nacieron antes de tiempo. Ya en el auto de Adam, este tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para poder concentrarse en el volante sin que mis gritos de dolor lo afectaran. Melanie en todo el camino estuvo conmigo, recordándome cómo debía respirar y dándome palabras de aliento. -¡Mi mamá! ¡Llamen a mi mamá! – dije mientras me llevaban en silla de ruedas a la sala de parto - ¡y a Zac! -Ya Zac viene en camino – dijo Adam, tratando de mantener la calma, pero se le notaba que estaba a punto de tener un infarto. -Yo llamaré a tu madre – dijo Melanie, antes de que las enfermeras le impidieran el paso. Solo dejarían a Adam entrar conmigo. Me desvistieron, me pusieron una bata de hospital, y me acostaron en una camilla de parto. Ya estaban preparando todo. Según lo que yo había leído y buscado en internet, esto no era así de rápido. Las mamás primerizas pueden durar varias horas en trabajo de parto, y al parecer el mío iba a ser ya. -Vaya, este bebé quiere nacer ya – dijo la doctora mientras me revisaba allí abajo – ya estás lo suficientemente dilatada, y el bebé está en la posición correcta. Ya es hora – dijo, justo cuando sentí una contracción que me dolió hasta el alma. -¡Puta mierda! ¡Todo por culpa de tu hijo! ¡Qué dolor! – le grité a Adam, agarrando fuertemente su mano. Él ya estaba con toda la indumentaria que exigían para que me pudiera acompañar en la sala de parto. -Ya, tranquila, ya pasará – me intentó tranquilizar. -¡No digas que va a pasar! ¡Tú no has sentido un dolor igual! ¡Para ti fue muy fácil tener a Zachari! ¡Ni siquiera estuviste ahí cuando nació! – Grité, volviendo a sentir otra contracción - ¡oh pero que mierda! Mi madre no tardó en llegar, y ella junto a Adam me acompañaron en el importante momento en el que di a luz. Fue espantosamente doloroso, ni siquiera me alcanzaron a aplicar la epidural, así que tuve un parto a la antigua, sin nada que calmara el dolor. Zac nada que llegaba, y yo no quería que él se perdiera el nacimiento de su hijo, pero al parecer se había atascado en el tráfico. Con la última pujada, y con un dolor que casi me hizo desmayar, al fin el renacuajo salió, y su llanto fue lo más hermoso que pude escuchar en la vida. -Es una niña, felicidades – dijo la doctora apenas la alzó. Con el solo hecho de que estuviera llorando ya era signo de que, a pesar de ser prematura, estaba sana. La limpiaron y me la pusieron en el pecho. Oh…es lo más hermoso que he visto en mi vida. Bien pequeñita y rosadita. Mi madre y Adam empezaron a llorar apenas la vieron. Justo en ese momento entonces llegó Zac, y sus ojos se aguaron apenas vio al pequeño bultico que yo tenía en mis brazos. -Es niña – le dije, y él se acercó para darme un beso en la frente y luego otro a la bebita. -Las amo – dijo él en un susurro. Cuando las enfermeras se la llevaron para hacerle los estudios necesarios que debían hacerle a todos los recién nacidos (sobre todo a los prematuros) me puse muy triste y empecé a llorar. Zac igual. Cuanto se nos nota que somos padres primerizos. -Ay ya, tranquilos, solo le harán algunos estudios, la meterán a una incubadora, y volverá a estar con ustedes – dijo mi madre. -Sí, ahora lo importante es que descanses, te ves terrible – me dijo Adam, acariciándome la sudada frente. -Si mi amor, descansa…te ves muy cansada – me dijo Zac, justo cuando mis parpados se pusieron pesados. Para cuando desperté, vi que me habían pasado a una habitación VIP, y en ella había un montón de rosas, peluches y chocolates. -Oh, hasta que al fin despiertas – dijo Adam, el cual estaba sentado en la silla del al lado de mi cama. -¿Y la bebé? – fue lo único que se me ocurrió preguntar. -La deben tener un tiempo más en la incubadora. Zac está con ella, no le quita un ojo de encima – dijo, con la felicidad notándosele en los ojos ¿y cómo no? Si ya es abuelo – los doctores están impresionados. Nunca habían sabido de un prematuro tan sano. -Ni siquiera le hemos comprados las cosas – dije, con ganas de llorar – como no sabíamos si era niño o niña, no le hemos comprado nada. -Mi amor no te preocupes por eso, ya tu madre se está encargando, se fue a comprar el corral, las pijamas, y todo lo que necesita la bebé – dijo, acariciándome una mejilla – en lo único en que tienes que pensar ahora es en el nombre que le vas a poner. En la manilla tuvieron que ponerle “Niña Januzaj-Evans”. -Bueno, pensaba ponerle un nombre americano y otro árabe – dije – tú tienes un nombre árabe, Zac también, y quiero seguir con la tradición de tu familia con eso de los nombres árabes. -Me parece bien – dijo, con la típica sonrisa paternal que siempre me dedicaba. -Zac y yo habíamos dicho que si era niña, su nombre americano sería Abey – dije, tomando las manos de Adam – y queremos que tú escojas el nombre árabe. -Bueno, yo estaba pensando en “Fariha” – dijo, y yo no evité reír. -¿Esa no es la de la novela esa turca? -Si…y si tienen un niño en un futuro, llámenlo “Emir” – dijo y ambos reímos. -Bueno…entonces se llamará Abey Fariha – sentencié. Minutos después, la puerta de la habitación se abrió y pude ver a mi hermano y a Angelina. Ay, no puedo creer que hayan venido. Me puse a llorar al instante. Estoy más sensible de lo normal. -¡Tía! – gritó la niña de felicidad apenas me vio, y se lanzó a la cama conmigo. -Cuidado Angie, tu tía está delicada – le dijo Brad. -¡Brad! ¡Que gusto verte por acá! – saludó Adam a Brad con un fuerte abrazo. -Me contaron por ahí que viste el parto ¿enserio no te desmayaste? – le preguntó mi hermano. -He visto fracturas abiertas de tibia y peroné ¿dime que peor que eso? – replicó Adam. -¿En dónde está mi prima? ¡Quiero verla! – dijo Angelina, emocionada. -Está en la incubadora, pronto la traerán – le informé, para luego mirar a mi hermano, que se acostó a mi lado en la cama y me dio un besote en la frente – no tenían por qué venir. -¿Y perderme el primer día de vida de mi sobrina? Ni loco – dijo, llenándome la cara de besos y haciéndome reír con su incipiente barba - ¿ya decidiste como la llamarás? -Abey Fariha – respondí. -¿Fariha? ¿Cómo la de la novela turca? – preguntó. -¿Te la ves? – pregunté. -Soy amo de casa, me veo cada novela que pasan por TV – dijo y yo reí. Aun me causaba gracia eso de que lleva siendo amo de casa desde que se retiró. Así acostados, lo abrasé y hundí mi cara en su pecho. Me gustaba hacer eso desde que era pequeña, y ahora eran pocas las oportunidades que yo tenía de tener momento así de íntimos con él. Y Adam entendió que yo necesitaba ese momento de privacidad con mi hermano y se llevó a Angelina a la cafetería. -Quien se iba a imaginar que tú y yo formaríamos nuestra familia en estas lejanas tierras – dijo Brad, acariciando mi espalda – al venir acá, ni sabíamos qué hacer con nuestras vidas. -Conocer a la familia Harrison nos cambió la vida – dije. Y es que si no hubiéramos conocido a los hermanos Harrison, Brad no hubiera conocido a Sarah, ni yo hubiera conocido a Zac. -Tienes razón, conocer a los Harrison nos cambió la vida – corroboró mi hermano. -Ellos simplemente le cambian la vida a todo el mundo – dije. -Bueno, ahora necesito buscar al idiota de mi cuñado para darle su merecido por haberle ganado a nuestra selección de baloncesto – dijo y yo solté una carcajada.
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