- ¿Alguien sabe dónde se encuentra su alteza el príncipe Arthur? El rey ha preguntado por el toda la mañana. – Dice un sirviente de la casa reinante de Arán con un tono preocupado.
- Está en una de sus clases de historia – menciona Frederic, secretario y mano derecha del rey Harald William.
- ¡oh! no sabía que el joven príncipe tenia clases la mañana de hoy, ¿En qué lugar del palacio se encuentra? El rey me ha ordenado darle un mensaje.
- Se encuentra en el salón de plata, yo le daré el mensaje, así que puedes decirme. – Dice el secretario mientras observa al joven sirviente con atención.
- Es que el rey me ha dado una orden y es mejor si yo le doy el mensaje directamente.
- El príncipe se encuentra ocupado en una de las clases más importantes, creo que sería de mal gusto si lo interrumpes mientras él se encuentra alimentando su sabiduría. – Frederic insiste
- Tiene razón señor secretario, el joven príncipe no puede ser interrumpido; le diré el mensaje tal y como lo ha mencionado su majestad – el chico aclara su voz y dice, “recuerda las palabras que te dije en nuestra última conversación, es un compromiso” ese es el mensaje que me ha dado el rey, pensé que lo olvidaría estaba muy nervioso.- el joven respira con más tranquilidad como si esas palabras fueran una carga mortal.
- Puedes volver a tus actividades, yo iré con el príncipe.
Narra Arthur
Este es el mejor lugar del palacio, el día que simplemente no quiero estar a la vista de nadie me escabullo entre todas las personas que están todo el tiempo detrás de mí y vengo a mi espacio personal, es una pequeña habitación que encontré cuando era niño, fue casi que por accidente que di con este lugar, recuerdo que recorría todo el palacio por mi cuenta, nunca me gustaba que estuvieran tantas personas intentando seguirme; la verdad lo encontraba divertido en ese entonces, era como jugar a las escondidas. Un día mientras corría por una de las torres más lejanas para no ser encontrado, tropecé y aterricé con mi pecho en el áspero suelo, mi mejilla quedó justo contra una rejilla metálica que me permitía ver entre sus ranuras un extraño y oscuro espacio; fue más grande mi curiosidad que mi miedo por lo que no dude en levantar la rejilla y meter mi cabeza para observar lo que había dentro, recuerdo que me tomo un par de días decidirme y armarme de más valor para entrar dentro de ese lugar misterioso que había encontrado. Desde entonces se ha convertido en el único lugar donde me siento tranquilo, es algo extraño, fuera de aquí tengo todo un reino y en estas cuatro paredes me siento más libre.
- Arthur, sé que estas aquí, pensé que ya habías entendido que no puedes irte así; ya no tienes ocho años – Escucho la voz de Frederic con algo de molestia.
- ¡Rayos! Creo que cometí un gran error en contarte mi secreto. Ojalá pudiera devolver el tiempo y cocer mis labios para no decirte acerca de este lugar.
- Vamos, cuida tu vocabulario.
Me levanto del lugar donde me encontraba recostado y camino hasta quedar justo debajo de la rejilla, observo hacia arriba y veo a Frederic inclinado con sus manos apoyadas en sus rodillas para poder observarme. Tomo unas escaleras y trepo en ellas para poder salir.
- Tengo un mensaje de tu padre.
- Por favor no me digas que tengo que aprender otro idioma o una danza nueva o una lección más porque mi cerebro está a punto de colapsar – digo mientras rasco mi cabeza
- Arthur, esta vez quiero que seas un buen chico y escuches atentamente a su majestad el rey
- ¿Por qué usas ese tono? vamos Frederic ¿Qué sucede? – intento sonreír pero el ambiente se torna tenso.
- Tu padre tiene algo muy importante que decirte – El hombre frente a mi deposita su mano en mi hombro y me da unas palmaditas, algo no anda bien.
Desde que tengo uso de razón conozco a Frederic, es el secretario real de mi padre, siempre se ha caracterizado por ser un hombre fiel, hidalgo; alguien que siento más cercano que a mi propio padre, él no tiene familia, me refiero a que no tiene una esposa o hijos, pues su trabajo es su vida, ha jurado servir a la realeza y ante todo siempre ser fiel, aunque muchas veces me ha ayudado y eso no está bien, pues ha llegado a decir mentiritas piadosas para yo no ser reprendido por mi padre, pero sé que lo hace porque siente afecto por mí. Es la única persona en la cual siento confianza, hasta el punto de decirle mi lugar secreto o bueno, ni tan secreto, pues a los pocos días de encontrarlo no pude resistir y le dije dónde estaba; muchas veces se hacia el de la vista gorda mientras todos los demás me buscaban, y era el único que entendía que tan solo era un niño que necesitaba hacer de vez en cuando cosas menos complejas y recibir regaños menos drásticos a los cuales me veía sometido.
Hace unos días atrás tuve una conversación con mi padre mientras tomábamos el té de la mañana, algo que no es muy habitual, normalmente siempre que estamos juntos hay mucho silencio; ese día en particular me toma por sorpresa, pues me había preguntado acerca de muchos temas generales y también muy puntuales relacionados a las tierras de Arán, era como estar en medio de una clase en la cual mi tutor me hacía preguntas de lo que había aprendido pero con muchas más presión de lo normal, me sentía nervioso a pesar de encontrarme charlando con mi padre; para finalizar, solo me dice que cenaríamos hoy juntos, no era una promesa si no un compromiso, lo que me toma más por sorpresa. Desde que mi madre falleció el decidió cenar solo en un gran comedor, algunas veces solo lo observaba a escondidas mientras con su semblante serio comía con tanta lentitud.
Me dirijo a mi habitación y pido que preparen el baño para mí, mientras las mujeres a cargo de esta tarea preparan todo, pienso en eso que mi padre me pueda decir, por mi mente se cruzan un sin número de teorías pero ninguna me parece lógica. Un rato más tarde me encuentro acomodando mi atuendo, siento que este día es diferente a todos por lo que llevo puesto un Frac estilo francés, un traje de caballeros bastante elegante; formado por un pantalón ceñido, camisa blanca de solapa con un saco n***o, recto y corto al frente.
Camino hasta el gran comedor y veo a mi padre en el lugar que usa habitualmente, solo está allí sentado mirando hacia un retrato de mi madre que se encuentra colgado en la pared. Al llegar uno de los sirvientes corre una silla en señal de tomar asiento, para así quedar en el otro extremo de la mesa, algo distanciado de mi padre. En la mesa hay diferentes tipos de platillos pero mi padre no da la orden aun para que los puedan servir.
- Sé que para ti es un poco extraño que estemos aquí, pero es un día especial por lo tanto no podía actuar como de costumbre. – El hombre frente a mi hace una señal con su mano derecha y los cocineros y ayudantes empiezan a acomodar los platillos en el orden que deben ser consumidos, parece una coreografía organizada que todos los días deben realizar. No me atrevo a pronunciar una sola palabra, solo observo y escucho lo que han preparado y como han preparado cada uno de los alimentos que hay en la mesa.
- Que disfrute su banquete su majestad - dice August, el hombre que lleva casi toda una vida a cargo de los alimentos de mi padre.
- Muchas gracias August, de verdad muchas gracias. Ahora por favor retírense todos del comedor. –todas las personas se retiran sin necesidad de escuchar la orden por segunda vez, algunos parecen extrañados pero obedecen casi al instante.
- Debes estar muy curioso por saber qué es eso que debo decirte, ¿verdad? – menciona mi padre mientras toma los cubiertos.
- Así es, su majestad. – digo sin tocar aun mi comida
- Te contaré una historia, hace mucho tiempo cuando conocí a tu madre supe con verla que sería la mujer perfecta para ser mi esposa, no me equivoqué, pues ella me ha dado un heredero que es lo que debemos tener para continuar con nuestro linaje real; antes de conocerla pensaba que estaba preparado, pero me equivocaba, tu madre me enseñó y apoyó más de lo que te imaginas, fue mi soporte, mi complemento de vida. – Mi padre hace una pausa y respira hondo, luego de unos segundos continua. – Luego de su partida gran parte de mi vida se ha ido con ella, pero aun así continué con mis obligaciones con mi pueblo, ya todos esos años de esfuerzo, trabajo duro por mantener a Arán y su gente como una tierra de ensueño se está viendo reflejado en mi cuerpo, cada des pigmento de mis cabellos, cada pliegue que se le hace a mi piel y el deterioro de mi salud.
- Padre, ¿estás bien? – digo casi que por impulso tras escuchar eso último.
- Sí, estoy bien ahora, pero mi cuerpo poco a poco da señales de no poder más y temo irme de este mundo sin dejarte a ti estabilizado. Es por eso que he decidido que es el momento para que te comprometas, tengas una esposa e hijos que velen por el futuro de Arán.
- Padre, no entiendo lo que quieres decirme.
- Digo que emprenderás un largo viaje hijo mío, ya ha llegado el momento de que escojas a la mujer con la cual compartirás el resto de tu vida, hasta donde la salud y la enfermedad lo permitan. He seleccionado a las mujeres más integras, de linajes reales, hermosas y preparadas para que tú las conozcas y decidas cuál de ellas será tu prometida. En este viaje no iras solo, los sirvientes te atenderán como de costumbre y Frederic será ahora tu mano y mi mano derecha, te doy la oportunidad de escoger, pues en mis tiempos me casé con la mujer que mi padre seleccionó para mí, pero escogió sabiamente, fue la mejor esposa y madre.
- Pero… Padre, yo…
- Ya está decidido, es tú compromiso. Mañana daré la orden para que inicies este largo viaje lo antes posible. – El hombre frente a mi toma un sorbo de agua, se pone de pie y se retira del gran comedor.
Durante el tiempo que llevo aquí no he probado mi comida, realmente la garganta se me ha vuelto más angosta desde que escuche el discurso de mi padre, no estaba preparado para esto, no sé qué sea más grave, si mi padre enfermo o verme en la obligación de casarme con una mujer que no tengo ni idea de donde este. Salgo del shock en el que me encuentro cuando escucho la voz de Frederic.
- Su alteza, creo que es hora de descansar, su majestad el rey ha dado la orden de iniciar nuestro viaje mañana a primera hora. – dice el señor secretario con un tono sereno.
- ¿Tu lo sabias todo y no me lo dijiste? Frederic, pensé que eras mi amigo, ¿por qué no me dijiste nada? – Reclamo casi que en susurro para que nadie escuche.
- Joven príncipe, sabe que su padre ha depositado toda su confianza en mí e independientemente de todo eso mi labor aquí es servirle a él, su majestad me ha pedido total discreción y es lo que he hecho, es lo que debo hacer.
- Frederic, debías anticiparme, sé que debo casarme pero no que sería tan pronto, yo… yo… ¡ash! Me voy a volver loco.
- Vaya a su habitación, descanse, mañana nos espera un largo camino.
- ¡¿Mañana?! Es increíble, porque todo tan deprisa – hago una pausa, cuento hasta cinco mientras controlo mi respiración - Antes, ¿puedo preguntar algo?
- Claro que sí, su alteza.
- ¿Cuántas mujeres escogió mi padre?
- Me temo que esa información no podré dársela joven príncipe, su padre me ha pedido que no le mencione ni una palabra sobre eso, sabe que se frustra con facilidad y lo que espera es que tome esto con tranquilidad.
- Frederic, por el amor de todos los dioses, no puedo estar tranquilo, por favor solo dime cuantas mujeres ha escogido mi padre.
- Dieciséis, son dieciséis bellas damas las que su padre ha estudiado y seleccionado para usted.
- Sé que es mi obligación como heredero al trono, pero… pero…
- Descanse su alteza, mañana al amanecer partimos.