Capitulo 01 - Juan Moon

976 Words
Mi pequeña princesa sigue sin regresar, y el vacío de su ausencia se siente más profundo con cada día que pasa. Ya han transcurrido dos años desde que desapareció, pero el dolor sigue fresco, como si el tiempo no hubiera logrado aliviar nada. Dos años de incertidumbre, dos años en los que mi alma se ha ido consumiendo poco a poco, cada vez más desesperada, más rota. Cada día parece más pesado que el anterior, y las noches se vuelven interminables, sumidas en la oscuridad, plagadas de pensamientos que no encuentro cómo controlar. Fabricio no ha desistido. Su búsqueda no ha cesado, ni siquiera cuando las esperanzas de encontrarla se desvanecen cada vez más. Ha recorrido rincones olvidados, ha visitado lugares donde solo los valientes —o los desesperados— se atreven a ir. Ha hablado con todas las manadas que pudimos contactar, ha hecho promesas a todos aquellos dispuestos a ayudarnos, y ha descendido al Inframundo más de una vez, como yo lo hice en su momento, cuando creía que encontrar a Esmeralda era la única opción. Pero nada. No hay rastro, no hay señales. El vacío sigue intacto. Hoy, Paulina cumpliría 19 años. Cada vez que miro el calendario, cada vez que veo el paso del tiempo, siento un peso insoportable en el pecho. El tiempo no ha sido amable, ni para ella ni para nosotros. La imagen de mi hija, con sus ojos brillantes y su risa contagiosa, se mezcla con las sombras de la incertidumbre. ¿Dónde estará? ¿Estará bien? ¿Sabrá que la sigo buscando, que sigo anhelando con todo mi ser volver a abrazarla? ¿La recordará? ¿Sentirá alguna vez que la extrañamos? Erika sigue insistiendo en que Fabricio debe retomar su puesto como alfa, el puesto que dejó cuando todo esto comenzó, cuando la búsqueda de Paulina se convirtió en su única prioridad. Pero él se niega rotundamente. No es que no quiera, es que su mente, su corazón, siguen anclados a la esperanza de encontrarla. No puede volver a ser el alfa, no puede liderar a la manada si su hija sigue perdida en el mundo, si ella sigue sin regreso. La culpa lo consume. Lo entiendo, porque yo también me siento atrapada en esa misma desesperación. Ninguno de nosotros ha podido seguir adelante. Cada día es una lucha constante con nuestros propios miedos y nuestras propias dudas. Las manadas aliadas han comenzado a perder la esperanza. Los susurros se han convertido en murmullos, y las murmullos en palabras de desesperación. Muchos creen que, después de todo este tiempo, no hay esperanza. Algunos dicen que Paulina ya no está con vida, que nadie podría haber sobrevivido tanto tiempo alejada de su manada, de su familia. Y aunque una parte de mí quiere creerlo, otra parte se niega a aceptarlo. ¿Cómo podría? ¿Cómo podría permitir que la idea de perderla para siempre se apoderara de mi corazón? No, no puedo. No puedo rendirme. Ella sigue viva en algún lugar, en algún rincón del mundo. Mi niña sigue esperando, esperando a ser encontrada, esperando volver a casa. Pero el tiempo se ha ido llevando consigo las respuestas. Y aunque algunos todavía nos apoyan, la mayoría empieza a ceder ante la presión del tiempo. Todos se preguntan si realmente tiene sentido seguir buscando. ¿Vale la pena seguir cuando los días se convierten en años y las pistas siguen siendo solo ecos lejanos? Hoy, mientras miro al cielo y veo la luna, el dolor se hace más fuerte. Hoy, en su cumpleaños, el vacío se agranda aún más. ¿Cómo estará? ¿Estará bien? ¿Seguirá siendo la niña que tanto amé? Las preguntas se repiten en mi cabeza una y otra vez, pero ninguna respuesta llega. Todo lo que tengo son recuerdos, recuerdos que cada vez se desvanecen más, recuerdos que ya no sé si puedo confiar completamente. La niña que amaba, la niña que solía consolarme cuando yo caía, ¿qué habrá sido de ella? ¿Dónde está? ¿Qué ha vivido en estos dos años? ¿Será feliz? ¿Sabrá que siempre ha sido mi razón para seguir luchando, para seguir adelante? El tiempo ha hecho que las preguntas se vuelvan más difíciles de responder. Cada día que pasa sin verla, siento que mi alma se desgasta un poco más. La extraño más de lo que las palabras pueden expresar. Recuerdo su risa, su energía, su forma de correr hacia mí siempre que la llamaba. Y al mismo tiempo, me atormenta pensar en todo lo que ella pasó sin nosotros. Ella, tan pequeña, tan fuerte, llevando cargas que no le correspondían. ¿Cómo pude no darme cuenta antes? ¿Cómo pude no ver lo que estaba haciendo por mí? Paulina fue mi fortaleza, mi apoyo, y sin embargo, nunca supe cómo devolverle todo lo que me dio. Su amor, su cuidado, su sacrificio. Ahora todo parece tan claro, ahora entiendo todo lo que hizo por mí, lo que ocultó para no verme sufrir. Pero ya no tengo tiempo. Ya no puedo cambiar nada. La culpabilidad me consume. Sé que no fui el mejor padre. Sé que cometí errores, que fallé cuando más me necesitaba. Y aunque sé que no hay forma de cambiar el pasado, lo único que puedo hacer ahora es seguir buscando. Buscar hasta que no pueda más. Buscar hasta encontrarla, hasta abrazarla, hasta hacerle saber que siempre la he amado, que nunca la he olvidado, que mi vida no tiene sentido sin ella. Mi niña, mi pequeña, ¿dónde estás? Mi corazón grita tu nombre en silencio, y la espera se hace más insoportable con cada día que pasa. Solo espero que, donde sea que estés, puedas sentir cuánto te amo. No sé cuánto más podré soportar esta espera. Solo espero que regrese pronto. Porque sin ella, mi vida está incompleta.
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