Capítulo 2 - Retomando

1866 Words
No tenía idea del cómo habíamos logrado salvarla. Pero sin duda el doctor tenía razón con que era momento de internarla. —Gracias, Rata. Como supiste… —El rastreador y el sensor. —dije, Cebolla se veía pálido—. Gracias güevon, si no hubieras reaccionado, serían dos los muertos. —No tengo la más puta idea de cómo corrí tan rápido. —Debo hablar con el viejo Fausto para realizar el cambio, esto no puede volver a pasar. —Me parece bien. —contesté. —Rata. —Lo miré, me dio un abrazo y un par de palmadas en la espalda—. Que nunca se quite los anillos. Cerró la puerta al salir, Cebolla y yo miramos a la señora, estaba muy delgada y ojerosa. —No es ni sombra de lo que era hace un par de semanas. —eran certeras sus palabras, no era ni sombra de la fuerte mujer la cual nos enfrentaba. —Menos mal no estaba Inés. —Comente. Era un demonio, pero creo en ti Dios, gracias por tener a las personas adecuadas para arrebatarle al diablo esta alma. Lancé una plegaria mental. —Ya tengo la autorización de traslado, me recomendaron esta clínica, dice el doctor Mendoza que es la mejor, solo debemos hablar con ellos y realizar el traslado. —Yo me encargo. No la dejen sola. —Rata, gracias. —Quédate Cebolla. —No tienes que decirlo. —sonreí. —Vaya, a donde llega mi hermana consigue ángeles. —Lo miramos—. Ustedes serían ángeles caídos, pero ángeles después de todo. Ella desde su nacimiento lo hizo con luz propia, aunque ahora esté pasando por un mal momento, soy de los que pregona que tenemos un fin determinado y Vero ahora se enfrentará al suyo. Algo le tiene deparado Dios. —¿Es normal esa actitud? —El hermano negó. —Le dan duro las muertes, pero ama y defiende la vida más que nada, no sé qué puede estar pasando por su cabeza en este instante. Solo espero pase muy rápido su tristeza. Extraño a mi hermana. —Me tardaré un poco. —comenté. Llegué al centro psiquiátrico a las afueras de la ciudad, quedaba cerca a la casa, hablé con el gerente, le expuse el tema, pagué para tener dos habitaciones con comunicación interna. También permiso para realizar varias modificaciones, a la de la señora me permitieron instalar cámaras en todos los ángulos menos en el baño. Sin embargo, mandé a cambiar la ventana de ventilación por rejillas de cemento, quité el espejo, la cortina, lo importante era no dejar nada que pueda utilizar para atentar con su vida. A eso de las seis de la tarde, llegué a la clínica por ella, estaba despierta, aunque algo embotada. —Todo está listo, nos esperan en la clínica de reposo. —Te tardaste. —dijo Cebolla. —Acondicionando todo. Santiago cargó a su hermana y la llevó hasta el auto, Cebolla se fue en su carro, Raúl que había llegado en la tarde para su visita diaria y se llevó el carro de Santiago, mientras yo conducía, veía a los hermanos Vásquez, la vida da giros inesperados, nada era seguro. El personal médico nos esperaba adicional a los dos especialistas contratados para apoyar el tratamiento que empezaría mañana. Mi segundo al mando les entregó la historia clínica, insistieron que había mucha gente para la paciente, a lo que les dejé muy en claro que debían hacer una excepción con nosotros. —Yo me quiero quedar con ella esta noche. —Raúl había notificado su deseo de quedarse. —La habitación continua era para nosotros descansar y donde la vigilemos. Les mostré la puerta, el gerente se sorprendió por lo rápido que realizaron las remodelaciones, al mostrarles se dieron cuenta de que había cinco pantallas en un televisor grande con la imagen del cuarto de la señora, todos la vieron dormida. —Gracias, Rata. Santiago también mostraba los estragos de la situación de su hermana, tenía ojeras. —Raúl. —Le entregué un celular—. Solo llámame de este número, no quiero que nadie sepa dónde tenemos a la señora, no sabemos si nos han interceptado. Mañana traeré mis cosas para poder trabajar desde aquí, todas las noches dormiré aquí o lo hará él. Tomé la muñeca de Cebolla, le quité el reloj que tenía y le puse uno igual al mío. —Esto es… —Un pequeño acenso, después de lo ocurrido en mañana, no tomaré el riesgo de que no sepas el estado de la señora. Juré cuidarla, si era estricto con Roland, con ella seré obsesivo. —Santiago se dirigió al baño. —Gracias, Rata. —Bueno, se pueden quedar dos personas si desean. Menos Cebolla, mientras se quede el novio, él no será el coequipero. A pesar de la tensión mi comentario fue motivo para que Raúl sonriera avergonzado, aunque Cebolla no lo hizo mucho, arrugué mi entrecejo, ¿estarán siendo efectivas las oraciones de Inés?, el hermano de la señora salió del baño y al parecer a Miguel no le gustó mi comentario. —Yo me quedo. —dijo Santiago. —Bueno, hasta mañana. Cebolla, tenemos mucho trabajo. —salimos de ahí. —Rata, mi inclinación s****l no es de dominio público. —dijo entre dientes. —Lo tendré en cuenta, háblalo con Raúl, pensé… —Él ya lo sabe, no lo aprueba, pero me vale lo que piense en ese tema, no tengo nada con él. Hice señas de pico cerrado. Lo vi molestó e incómodo, más adelante le tocaré el tema. —Tenemos trabajo. Afirmó con la seriedad del caso, ya era hora de comenzar a buscar. Ya tenía los videos de la clínica donde estaban los rostros de las personas en ese lugar en el momento en que murió mi amigo, no era que haya peligro… era solo una corazonada, además porque de alguna manera el rostro de una de las mujeres en esa sala de espera se me hizo conocido, y me intrigaba no recordar en donde la he visto. No era costumbre que olvidara un rostro. …**¨*… Había pasado un mes, duermo en la clínica de reposo la mayor parte, acompañado de Cebolla, pocas veces los muchachos nos relevan en el día, según el parte médico, la señora Verónica continuaba evolucionando, aunque era poco lo que hablaba, en ocasiones lo hacía con algunos pacientes. —Los primeros días fueron caótico, las crisis solo se calmaban si Miguel o yo la tomábamos de la mano. Eso era algo, ya había puesto en marcha el cruce de información y en eso tenía trabajando a mi segundo al mando con los muchachos. Falta poco más de un mes para que se lea el testamento de Roland y los jefes estaban a la expectativa, y debo ponerme las pilas si quería agarrar ese día al cabrón que mató a mi amigo. No he encontrado nada fuera de lo normal hasta el momento. Había descargado la información de los tres celulares para saber sí se me pasó algo por alto, Miguel seguía investigando a las personas que se encontraban ese día en la sala de espera, la mayoría de sus informes los hemos declinado, queda un grupo pequeño por verificar. Seguía tranquilo por contar con los muchachos para cuidar a Inés en la casa. En la mañana le di las fotos de dos mujeres las cuales presenciaron toda la escena, se quedaron en el lugar hasta que nos retiramos, desde la mañana Miguel se fue con Arnold y Gustavo a investigarlas, mientras Cereza acompaña a Inés, yo trabajé con Aníbal en la tarde, ahora debe estar llegando a la casa. Miré los monitores y no vi a la señora en el cuarto, ¿en qué momento se desapareció esta mujer?, el reloj de mi pulso no ha sonado, verifiqué y se veía tranquila, el rastreador la ubico en el jardín, me asomé, se había sentado en una de las bancas y abrazaba sus piernas, vestía ropa muy cómoda como su fuera a hacer ejercicio. —Buenas tardes. Jugaba con su anillo de matrimonio, una manía que había adquirido, le daba vueltas al aro que llevaba en su dedo. —¿Lo has olvidado? Su mirada triste quebraba cualquier alma, era tal la tristeza de su alma, la cual desarmaba a quien estuviera ante ella. —No, jamás lo haré, pero sigo respirando y debo continuar. —No estoy loca. —comenzó a realizar más rápido el juego de darle vueltas y vueltas al anillo—. Siento que él no ha muerto, sé que lo vi en esa camilla, pero lo siento vivo aquí. —Se tocó el pecho—. Siento que me llama, a veces escucho su voz. —empezó a llorar. —La aceptación es lo más difícil, una vez lo haga podrá seguir con su vida, espero que no se quede mucho tiempo asimilando la pérdida de Roland. Encontraré al que lo mató, ya descargué la información de los tres celulares. —arrugó su frente—. Estamos investigando a todas las personas en la sala de espera. No me pregunte el porqué, es una corazonada. Y no se encuentra loca. Solo no ha aceptado su pérdida, nos cuesta aceptar los hechos, pero lo vi muerto, señora la muerte se supera con el tiempo, se lo digo yo. —¿A quién más has perdido? —Sé en carne propia su sentir, el perder al ser que se ama, en un accidente murió mi esposa e hijo. —La mirada de compasión de la señora me bastó para saber que se compadecía. —No quiero que me droguen más. —Deje de comportarse como una demente, usted ama la vida, nos devolvió algo de fe y esperanza a nuestra podrida existencia, haga alarde de la mujer por la cual Roland pidió la cabeza. —No me siento preparada. ¡No hasta que no traigas al maldito asesino de mi esposo! —esas eras sus actitudes, cambiaba de ánimo muy rápido. —Lo haré, ahora ingrese a su cuarto, hace mucho frío. —Bien. Ya conseguí lo que estaba buscado. —¿Y qué era? —Saber que no me encuentro loca. —soltó una carcajada, luego me abrazó—. No te lo he dicho, pero gracias, gracias por llegar esa tarde, por serle fiel a tu amigo. —Duerma un poco. La acompañé, la dejé en la puerta de su habitación y fui al cuarto continuo. Llamé a Cebolla. —Reporte. —Lo escuché suspirar. —Voy en camino, llego en unos cuarenta minutos, pero te adelanto. Esa dirección era de hace veinte años, los rostros que me diste son de madre e hija que no viven en Colombia, fueron a visitar a un paciente, ya se regresaron al país en donde viven desde hace dieciocho años. —Hay que seguir buscando. Miré el monitor, la señora seguía en la cama. Nos vemos en un rato, colgué la llamada y sonó mi otro celular. —¿Dime González? —falta poco para el testamento. —Mataron a los Gutiérrez. —Me levanté de la silla. —¿Qué mierda has dicho?
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