Capítulo 1 - Desconectada de la realidad
Habían pasado dos semanas y la actitud de la señora era distante, nos mira diferente, echó al padre Gabriel de la clínica. No le han dado salida porque presentaba de la nada crisis de histeria, en varias ocasiones hemos sido testigos de su inusual comportamiento, otras veces permanece retraída, y lo peor de todo, no ha vuelto a llorar.
Según Inés esa actitud era peor, su padre y hermano se turnan por semana y nosotros tres nos turnamos a diario. ¿Qué más podemos hacer?, hasta que el médico no lo crea conveniente no saldrá de observación.
Anoche se quedó Cebolla, Inés lo hizo en mañana, y yo ahora me encontraba en el turno de la tarde junto a su hermano, trato de no coincidir con el señor Fausto, la semana que él la cuida, dejamos a Inés a cargo casi en todo el día. Debido a los cuidados para con ella ha sido intermitente la búsqueda del autor intelectual de la muerte de Roland, para ser honestos no he hecho bien mi trabajo.
He descargado información de los celulares del patrón, de los jefes de cada ciudad, pero no la he analizado y el tiempo apremiaba, era fundamental que antes de la lectura del testamento tenga claro quién fue el malparido que se bajó a mi amigo, a esa gonorrea lo despellejaré vivo.
—Simón. —Inés trajo el desayuno—. Come, no te estás alimentado muy bien, actúas igual que Cebolla, ya reprendí al resto de los muchachos. —pasé mis manos por mi rostro.
Hoy ella se quedará en la casa, dado que el lunes regresa don Fausto y no deseo topármelo.
—¡Ay!, vieja, por primera vez en mi vida, no sé por dónde empezar a organizar lo que dejó el desastre de la muerte de Roland.
—Por la señora, eres al único a quién medio escucha, también he notado una gran aceptación con Cebolla, al resto nos ignora.
—¿Qué quieres que le diga?
—¡Qué ponga algo de su parte!, todos nos encontramos con ella en el mismo dolor.
Inés comenzó a llorar, la abracé, esta mierda dolía.
—Te prometo que lo intentaré, no puedo darle más largas, debo ponerme al frente de los negocios de Roland.
—¿Seguirás con el cartel?
—Seguiré con las órdenes dadas por mi amigo, pero antes debo encontrar a la sabandija que lo mandó a matar y no puedo descuidar sus negocios legales. De eso es que vivirá la señora Sandoval.
—Tienes razón Simón, es de ahí donde me pagan. —intentamos reírnos, pero no surtió efecto y al segundo se echó a llorar—. El llanto es lo que le falta a la señora Verónica, tráela, ella necesita volver a la realidad. A ella le mataron a su esposo, a mí me quitaron a un hijo, cuídate tú y cuida a Miguel, cuídamelos a todos.
En esos todos se encontraban Gustavo, Arnold, Daniel y Aníbal, aunque también veo un gran afecto por tres más. Sin embargo, todos nos encontramos desconcertados.
—¡Eso, intento!, pero no sé cómo. Y cuida de que él no te oiga decir su nombre, sabes que no le gusta, solo se lo acepta a la señora Verónica. ¿Los muchachos te han acompañado? —afirmó.
—¡Tampoco me gusta ese tema con los hombres!
—Son sus gustos y eso sigue entre nosotros, de eso si estoy seguro, no le gusta que nadie sepa esa parte de su vida, no quiero que alguien le haga un comentario fuera de tono, lo digo por Mojón. —Mi vieja sonrió, era el más pequeño del grupo.
—Algo me dice que no, a él le ocurre algo, nunca me lo ha contado. Cebolla aún tiene historia, lo veo diferente, algo le pasa.
—¿En qué te estás metiendo ahora?
—A ti te lo confieso, inicié a hacer doble penitencia de oración por todos ustedes, con Roland se cumplió, pido lo mismo para cada uno y con Miguel que encuentre lo que en verdad desea, mi muchacho nunca se ha sincerado, el guarda un gran resentimiento en su alma, aún no he llegado al corazón de esa Cebolla.
—A él le gusta ser así, aunque en nuestras…
Ver la mirada en quien ha sido como nuestra madre me hizo cerrar el pico.
» Te digo que nunca se opuso a intimar con mujeres, es más, disfrutaba mucho de las viejas, fue una sorpresa para mi saber que su inclinación eran los hombres. Tal vez es bisexual.
—El guarda los secretos, Simón. Yo descubrí los tuyos, Roland me confesó los suyos y no descansaré en saber los de Cebolla, a cada uno le aflige algo. Puede que le gusten los dos bandos, pero si en verdad estuviera seguro no lo hubiese mantenido en secreto por tanto tiempo, no a nosotros. Y mira, solo nosotros lo sabemos y eso a él le molesta, para el resto del personal él es un heterosexual, eso me da mucho en qué pensar.
—Si qué haces el papel de una madre.
—La oración todo lo puede, lo hago por fe, después del cambio visto en Roland doy fe de ello. Si mi doblada de rodilla en las madrugadas me da como resultado el ver a mis hijos en el camino correcto no habré perdido el tiempo.
—¿Vas a pedirle a Dios que Cebolla deje de meter el palo en reversa? ¿Qué cada uno de nosotros centremos cabeza? Lo veo difícil con Mojón.
Recibí tres manotazos, mi comentario la avergonzó, aunque por su tono de piel no pude ver lo roja que se puso. Le di un beso en la frente.
—¡Deja de decir tantas estupideces! Ya verás, Arnold dejarás de ser tan como es él.
—¿Qué pides para mí?
—Una mujer, hijos… una bella familia. —La medio sonrisa de mi rostro se esfumó—. Que encuentres más adrenalina en cuidar a tus hijos que en disparar balas a las personas.
—Si te sirve de consuelo, solo me bajo a los malos, a los otros los dejo heridos.
—¡Qué gran acto de nobleza! Doblaré rodilla dos veces al día por el alma de ustedes. Recuerda, el domingo es la misa que ofrece el padre Gabriel para mi niño.
—Ahí estaremos.
—Ponte a desayunar, dale un beso de mi parte a la señora. Los muchachos se quedarán desde hoy en la casa como lo solicitaste, menos Cereza, él es el único casado, pero Clarisa quedó de venir mañana, va a traerme a los niños.
Terminé de desayunar bajo la supervisión de Inés, esa hermosa negra nos conquistó el alma, si es que la tenemos, quien iba a pensar, nos ha aguantado por tanto tiempo, nunca nos tuvo miedo, a ninguno. Me bañé, arreglé y salí para a la clínica a relevar a Cebolla y de paso a hablar con la señora Verónica. Desde que me levanté sentía algo extraño en el pecho, algo me decía que no estaba bien, ¡maldita sea!
¡Algo debo estar pasando por alto y no sé qué mierda era! Si no hubiera visto el cuerpo de Roland juraría que todo era una mentira. —Se humedecieron los ojos—. Ahora, hasta pendejo me he puesto, esas penitencias de Inés nos estaban jodiendo a todos, delante de ella me hacía el fuerte, pero solo no puedo evitar limpiarme las lágrimas. Llegué al parqueadero. Llamé a mi amigo para decirle que saliera.
—Buenos días. —saludé—. ¿Cómo amaneció la señora?
—Tuvieron que sedarla, anoche tuvo una crisis.
—¡Por los ángeles! —suspiré, estaba considerando de verdad internarla en un psiquiátrico.
—Sal, nos vemos en entrada.
—No ha llegado Santiago.
—¿Sigue dormida?
—Sí.
—Bueno, aprieta el culo y llega rápido.
No era necesario abusar del protocolo de la clínica, era mejor guardar el respeto. Vi a Cebolla por el pasillo, nos saludamos y en ese instante mi reloj comenzó a alertarme, miré y abrí una mínima pantalla, comprobé que el pulso de la señora Verónica, estaba muy alterado, vi su ubicación y al verla moverse comencé a correr. Miguel me siguió, al dar la vuelta en el pasillo la vimos ingresar al ascensor el cual se cerraba, su imagen literal parecía una demente.
—¡Mierda!
Gritó mi segundo al mando, él tomó el otro ascensor mientras yo, comencé a subir por las escaleras, no podía estar en un lugar encerrado con la impotencia de no hacer nada, en un momento como este era de vital importancia moverme.
Continué subiendo por las escaleras, no sé si era un don o tengo algo de destreza, un poco más desarrollado, al común de la gente. Pero en estos casos de extrema tensión ante mí se desplegaba una serie de calma sincronizada y asertiva ante las decisiones. Subí las escaleras de cuatro en cuatro, llegué muy rápido al sexto piso de la clínica.
Podía decir que pasaron tres cosas al momento; Cebolla ingresó por una puerta, yo había salido por la otra y corrí hacia la señora Verónica, quien se subía al muro para lanzarse al vacío. Debí volar por lo rápido de mis movimientos, alcancé a atraparla por la cintura al tiempo que Cebolla me agarraba por las piernas, ya que me había lanzado al vacío.
Me arrastraba y traje el cuerpo de la señora hacia mí, pegándola a mi pecho, ella se retorcía por la rabia al ver frustrado su intento de suicidio, en ese instante llegó el doctor Mendoza y la sedó, su hermano también había llegado a la azotea, su rostro quedó perplejo, cargué a la señora, hasta su habitación.
—Es hora que la familia tome una decisión, como médico les recomiendo sea internada en un hospital psiquiátrico, debe ser atendida cuanto antes por especialistas.
Informó mirando a Santiago, quien afirmó, en ese momento vi que un par de lágrimas que corrían por su mejilla. Quien muere queda tranquilo, la odisea se refleja en quienes quedamos con el dolor de la pérdida.