Capitulo 2

1518 Words
Su mano frotó la tela de su ropa interior, y luego una mano bajó el borde superior mientras la otra metió la mano para sacar su polla. Era en parte suave y no tan grande, pensó Eva. Margo la agarró por la base con su mano derecha y luego dudó. Volvió a mirar directamente a Eva cuando la sonrisa irónica se dibujó en sus labios. Eva se congeló, preguntándose si sabía que estaba allí, observando. Ciertamente Margo no podía verla en la habitación oscura a través de la pequeña ranura de la puerta. Margo lo miró, luego obedientemente colocó sus labios sobre la cabeza de su polla y lentamente movió su boca de un lado a otro sobre el eje. Pasó las manos por los lados de su ropa interior y empujó la tela hacia abajo sobre su apretado trasero, presionándolas hasta debajo de sus rodillas. Su pene se endureció y ahora sobresalía en posición vertical. Se había vuelto mucho más grande de lo que Eva había imaginado. Emitía gemidos silenciosos, como si ella lo estuviera lastimando. Margo le acarició el m*****o, lo miró y luego lo rodeó con los labios mientras lo agarraba por las caderas. Acercó la cara a su ingle. Sus labios descendieron hasta su vello púbico. ¿Cómo podría Margo meterse esa gran polla en la garganta sin atragantarse?, se preguntó Eva. Margo se quedó allí un momento y luego retrocedió, tomando su pene en la mano y poniéndose de pie. Se bajó las bragas, revelando un suave y afeitado coño. Se subió a la cama, tumbada boca arriba, haciéndole señas para que se acercara. Mientras él gateaba para encontrarse con ella, le puso las manos en la cara, separó las piernas y le bajó la cabeza entre las suyas. Él no se opuso y acercó la boca a los labios de su coño. Eva vio cómo su lengua la rodeaba y luego presionó su rostro contra el de ella. Margo gimió suavemente mientras él movía la cabeza de un lado a otro y de arriba a abajo entre sus piernas. Sus manos se estiraron para apretar los pechos de Margo, y Eva no pudo evitar tocar los suyos con los dedos. De repente, Eva descubrió que sus pezones estaban tensos y erectos, presionando contra su fino sujetador. Se lo soltó y se metió las manos bajo la camiseta para palparlos, apretándolos y temblando de excitación. Su mano bajó, se deslizó dentro de sus pantalones cortos y bajo sus bragas para encontrar su propio coño. ¡Tenía las bragas mojadas!, reflexionó. Se tocó suavemente, y sus dedos prácticamente se deslizaron dentro de la humedad resbaladiza. Había jugado consigo misma antes, pero no recordaba haberse mojado tan rápido. La tía Margo respiraba con dificultad y se retorcía en la cama de placer o de dolor; Eva no podía distinguir cuál. Margo se incorporó y lo atrajo hacia sí, invitándolo a tumbarse boca arriba a su lado. Él se recostó, con la polla grande pero ligeramente ladeada. Ella se inclinó, la agarró por la base y volvió a besarla. Tras varias sacudidas de cabeza, la soltó y ahora estaba erguida. Se rodó sobre él, de rodillas, y se sentó a horcajadas, con su pene ahora detrás de ella. Se sentó erguida y levantó las caderas y una pierna, de modo que su entrepierna quedó más alta que su pene erecto. Luego, metió la mano entre sus piernas y lo agarró, colocándolo justo contra su coño. Bajó lentamente, empalándose con la larga vara. Gimió y se sentó a horcajadas sobre él por un momento. El dedo de Eva se deslizó en su coño y un gemido escapó de sus labios. Su coño nunca había estado tan ardiendo. Introdujo un segundo dedo y apenas pudo levantarse. Margo se incorporó lentamente, hasta que solo la punta de su pene quedó oculta, y luego volvió a bajar. Continuó haciéndolo, muy despacio al principio, luego a un ritmo cada vez mayor. Él extendió los brazos y le apretó los pechos, y ella se apoyó con las manos en su pecho. Ambos respiraban agitadamente y gemían, pero Eva apenas podía oírlo por encima de su propia respiración agitada. Margo empezó a cabalgarlo como si fuera un potro salvaje, y él la agarró de las caderas y la penetró con fuerza varias veces, haciéndola soltar un chillido ahogado. Él intentó decir algo, pero ella se inclinó hacia delante y exclamó en voz baja: —¡Córrete dentro de mí! Reanudó sus violentas embestidas y dejó escapar un profundo gemido mientras ella se apretaba contra sus caderas y gemía más fuerte que antes. El dedo de Eva ahora frotaba con fuerza su clítoris, y de repente se dio cuenta de que iba a tener un orgasmo. Él gruñó una vez, dos veces, y luego una tercera, antes de soltarla lentamente y parecer quedarse quieto. Margo se inclinó para besarlo suavemente. El orgasmo de Eva la invadió como olas, y no pudo controlarse. Se había quitado una pernera del pantalón corto y estaba boca arriba, con las piernas abiertas, apretándose la mano. Cuando Eva finalmente miró hacia atrás, Margo seguía sentada allí, besándolo. Margo volvió a sentarse y se incorporó muy lentamente. Una sustancia blanca y cremosa le corría por el m*****o mientras se levantaba, y luego goteaba de su coño. Se llevó los dedos a la raja, se los llevó a la boca y se los metió uno a uno, chupando la sustancia. Luego agarró su m*****o, ahora blando, y volvió a rozarlo con los labios, recorriéndolo por el m*****o y chupando el semen. Su lengua recorrió la base de arriba a abajo. Cuando estuvo satisfecha, volvió a sentarse. Se bajó de la cama, tocándolo suavemente. Recogió sus pantalones y chaqueta, colocándolos cuidadosamente en el borde de la cama, sugiriendo claramente que su tiempo había terminado. Entró al baño del otro lado por unos instantes. Se oyó el sonido del agua corriendo, y pronto Margo reapareció con el sujetador y las bragas puestos. Él estaba casi recuperado, mientras ella cruzaba la habitación en tacones. ¡No se los había quitado nunca! Se metió en el círculo de su vestido en el suelo y lo levantó. Cuando lo arregló, le dio la espalda, con un gesto de la cabeza, insinuando que le subiera la cremallera. Él la ayudó, y ella se recostó en él y lo besó en el cuello. Se giró y se quedó frente a él, observando su presentación. Cuando estuvo satisfecha, se dirigió a la puerta. Él la abrió. Le dio un beso profundo y dijo: —Te veo afuera en unos minutos—. Cuando él se fue, se miró en el espejo, se pintó los labios y se arregló un poco antes de escabullirse de vuelta a la fiesta. Eva no podía creer lo que acababa de ver. ¡Dios mío! Acababa de ver a dos personas teniendo sexo, ¡y una de ellas era su tía Margo! Eva fue a sentarse en el sofá, después de recomponerse, por supuesto, y se quedó en silencio. Y entonces, esas dos miradas de la tía Margo, como si supiera que Eva estaba allí. ¿Lo sabía? Eva pensó en cómo la tía Margo siempre desaparecía durante media hora en las fiestas. ¡Dios mío! ¿Crees que iba a volver? Eva pensó en escabullirse por el pasillo y volver a su habitación, y sabía que eso era lo que debía haber hecho. Pero solo podía pensar en ver esa polla penetrando a la tía Margo y en cómo se sentía cuando se frotaba el clítoris hasta el orgasmo. Apagó la película y las luces, dejando solo una lámpara tenue encendida en un rincón. Eva se recostó en el sofá y se pasó las manos lentamente por los costados. Lo que debe sentirse cuando un hombre lo hace, pensó. Su mente había estado dándole vueltas durante lo que pareció una hora, cuando oyó que la puerta de la habitación de invitados se abría de nuevo. Un vistazo rápido al reloj le indicó que había pasado media hora desde que se habían ido. Eva se colocó de nuevo para mirar por la rendija de la puerta. Esta vez, la tía Margo parecía tener la mirada fija en la puerta. Una leve sonrisa irónica se dibujó en su rostro y dirigió su atención al hombre que estaba a su lado. Una vez más, Eva no pudo hacer nada más que observar. La tía Margo regresó con otros dos hombres esa noche. En cada ocasión, era evidente que controlaba la situación, que se aseguraba el placer del hombre y se aseguraba de obtener el suyo propio. Alrededor de la una de la madrugada, justo antes de que terminaran las fiestas, Eva regresó silenciosamente a su habitación, agotada por la emoción y los nervios de la noche. A pesar del cansancio, le costaba conciliar el sueño; las imágenes y los sonidos de la noche se repetían una y otra vez en su mente. Reflexionó sobre la locura de todo aquello. De alguna manera, Eva sabía que la vida en la casa nunca volvería a ser la misma.
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