Capítulo 2: Quiero olvidar todo.

1710 Words
Después de guardar mi maleta detrás de una cortina y tratar de evitar su mirada persistente al charlar sobre algo casual ahí, parados, nos sentamos en los asientos que él ya había apartado. Tenía que confesar el que era hombre más guapo que mis ojitos tapatíos habían tenido la fortuna de mirar. Yo no tenía preferencias hacía ningún tipo de hombres en específico o con características especiales. Simplemente me dejaba llevar por el corazón, por cómo me hacían sentir. Y él me hacía sentir en las nubes con su sola mirada. Estábamos separados por la mesa pero aún así, demasiado cerca que sentía casi el calor de sus rodillas contra las mías. No sabía qué decir, y eso era algo. Porque comúnmente yo solía hablar y hablar por horas, llevando el ritmo de la charla. Pero tenía miedo de decir algo y que tremendo bombón saliera corriendo lejos de mi, debía tratar a toda costa de que esto saliera bien. Si tenía suerte éste día, podía llevármelo engargolado a casa para deleite mío y nunca más dejarlo ir. Carraspeé mi garganta, no sabiendo cómo romper el hielo. Y porque si seguía pensando cosas así, corría el riesgo de que se diera cuenta. Siempre me decían que mis pensamientos se me delataban en la cara. «Cara de poquér, cara de póquer...», me repetía como un mantra en ese momento. —Así que eres griego —lancé lo primero que me salió de los labios. Pero me dí un porrazo mental. ¡Eso ya estaba en su perfil! No tenía que decir lo obvio. Fue casi un alivio que él no dijera nada sobre mi estupidez, y respondiera en su lugar. —Claro, aquí nací y crecí. ¿Ya tuviste oportunidad de visitarlo? Bueno, algo más de qué hablar. —Un poco, no tanto como quisiera, pero hasta donde he visto me ha encantado. La arquitectura, la gente, sus playas... Todo es precioso en serio, si pudiera vivir en algún lugar de los que he visitado, seguro escogería éste. Tengo dos amigas casadas con hombres griegos y puedo decir que ellas están encantadas viviendo aquí de lo lindo. Él sonrió. —¿Si pudieras? Ahí hice una mueca, pensando en si era terreno seguro hablar sobre mi vida privada. Pero mirándolo, algo me instaba a contestar. —Bueno, viajo mucho, pero he de volver a mi hogar. Y creo que no podré volver aquí ya que me espera un montón de trabajo —Traté de alejar el tono amargado, pero me fue imposible. La sola idea de ejercer mi carrera ya era de por sí horrible, ahora la idea de quedarme ahí por muchos años después de no estar quieta durante dos años, ya me asfixiaba. Motivo por el cual aunque sabía que era momento de dejar las citas, seguía yendo, era una experiencia que no quisiera perderme. Y vaya que no me arrepentía. Él era sencillamente guapo, caliente e imperdible. No quiero perderme la oportunidad de conocerlo, de experimentar un poquito más. Y quizás, hasta de descubrir el rostro que se ocultaba debajo de aquella máscara. Mis amigas ya habían vivido experiencias similares con eso de las máscaras e identidades secretas. Esperaba que la mía fuera igual de mágica que el de ellas. Pero conociendo mi fortuna, seguro algo terminaría mal. No podía ser tan bueno estar teniendo una cita con ese hombresote y que me mirase tan atentamente como si fuera alguien interesante. ¿Lo era? —¿Un dracma por tus pensamientos? —murmuró Alex, después de beber un sorbo del vino blanco que ya tenía desde antes que yo llegase. —Oh, nada interesante. Pensando en lo que me esperaba en mi país —hice una mueca—, por ello decidí tener ésta cita, quiero olvidar mis responsabilidades. Quería decirle que con aquella sonrisa media que me estaba dedicando probablemente lo conseguía muy bien. El ambiente ahí era bastante acogedor, incluso íntimo. De todas formas, el hotel era de los mejores de la zona y eso era normal. Lástima que mi precario ahorro a duras penas y me alcanzó para un cuartucho diminuto. Dado que solamente estaría ahí 3 días, me dije que era un mal necesario. Todo gracias a que había olvidado la contraseña de mi cuenta de banco digital y se había bloqueado, es por ello que trate de comunicarme con mi familia en busca de ayuda; y bueno, la ayuda llegó en forma de regaños y órdenes. —¿Malas responsabilidades? —preguntó él. Asentí, por alguna razón, al saber que no le vería nunca más y ninguno de los dos podía ver el rostro del otro, contarle sobre mí era un poco más fácil que nada. —Digamos que soy la oveja negra de la familia. Alex alzo su copa. —Por las ovejas negras. Él me sirvió una copa de vino blanco, la cual acepté gustosa y le di un trago grande. —Cuidado, no querrás volver con resaca —advirtió, había un dejo de humor en su voz, por lo cual sonreí como una idiota. —Creo que eso sería una magnífica idea, quizás así tenga una excusa para no volver y posponer mi regreso —Dicho eso, le di un sorbo más grande. —¿Y te gustaría algo de compañía masculina en el proceso? No sé porqué tengo el gusto extraño por hacer pendejadas. Pero al escuchar sus palabras escupí todo el vino, fue tan desastroso que me manche el top y toda la mesa con gotitas asquerosas del líquido, y quizás de mi saliva. ¡Qué chingados! ¿Escuchan eso? Fue el disparo imaginario que me dí a mi misma. Tomé unas servilletas e intenté limpiar mi desastre. Sus manos tocaron las mías, deteniendo mis movimientos frenéticos. —Tranquila, ha sido un accidente. ¿Quieres subir a limpiarte? —Su tono tranquilizante consiguió relajar mis nervios un poquito, porque notaba las miradas de las personas. Quería que aquella cortina se enrollase en mi cuello y me diera una muerte silenciosa. Por otro lado, la idea de subir a su cuarto era bastante atractiva. Quién sabe, quizás está era una excelente oportunidad que los dioses me habían mandado por ser tan miserable en mis tristes veinticinco años de vida. Asentí, con la mirada gacha. —Sí, muchas gracias —un temblor involuntario le dió a mi mano cuando fui a tomar más servilletas. Mejor la dejé ahí, no sabía si temblaba de anticipación o por la vergüenza de lo que acababa de hacer. Tremenda confusión que tenía en ese momento. Su mano, morena y firme me sostuvo del codo, guiándome por el lugar. Realmente no preste atención a nada, porque su tacto me mantenía consiente únicamente de él: su palma caliente, el agarre firme y la cercanía de su cuerpo. El olor que despedía ya era suficiente para caer rendida a sus pies. Se sentía como una droga, quería olerlo más de cerca, cerrar los ojos y no detenerme, me volvía loca. Quizás tenían razón que éramos parecidos a los animales y nos dejábamos llevar por nuestros más bajos instintos, las feromonas y el poder masculino eran tangibles justo ahora. Maldita sea. Esto podía salirse terriblemente de control, yo normalmente no me ponía tipo LOCA por tener a un tipo cerca, es más; podía dar fe de que en todas mis citas gocé de un inexorable autocontrol. Estaba segura de que ninguno me había puesto la mente a volar, y de mandar al resto del mundo al carajo por un solo toque, ¡lo único que hacía era agarrarme del codo! No era nada tan íntimo como mi feminidad, pero aún así estaba consiguiendo que mis bragas se empapen lentamente. Y ya mi mente quería preguntarse cosas más raras. La primera era: ”¿Y qué pasaría si me tocaba en otra parte del cuerpo?" ¡CALOOOOOOR! ¡Podría tener una combustión espontánea! Ya bien me habían dicho esas dos que tuviera cuidado en Grecia porque esos hombres eran simplemente peligrosos. Y vaya que sí, su sola presencia eclipsaba todo lo demás. Respire hondo, traté de calmarme. Me mantuve lo más controlada que pude para no saltarme encima en ese justo momento, directo a la yugular... De su m*****o, quizás. Cuando llegamos a su piso y me ofreció entrar, dudé un instante. ¡Solo un instante! Pero era por una razón que nada tenía que ver con miedo a estar encerrada con un desconocido, más bien era por la propia seguridad del susodicho. ¿Si le tocaba el paquete sería considerado acoso, verdad? ¿Y si casualmente me quitaba la ropa aquí mismo podía usar la excusa de que hacía calor y prefería quitármelo ahora que en el baño? «Esto es tan difícil, no creo poder...», estaba pensando. Mi yo racional y el otro que le valía madres todo, tenían una pelea para tomar el poder. ¡Ojalá que ganara el lado oscuro que quería mandar todo al carajo y comer a esta tentación griega! —¿Pasa algo? Puedo esperarte aquí si te sientes incómoda, no quiero que te imagines otras cosas o que te sientas asustada. Créeme que solamente quería que estés seca y más tranquila, noté como temblabas ahí. ¿Te da miedo estar en el ojo de la gente? —Sus dulces palabras solo consiguieron que estuviera un poco más colada por él. —Sí, me da pánico. Que me juzguen, se rían o... —Entiendo. Aquí estás a salvo, nadie va a reírse de ti. ¿Quieres ropa seca? Tengo unas camisas que podrían servirte. Si gustas, puedo darte un pequeño recorrido cerca para que no te pierdas nada. No tiene porque ser una velada que acabe mal y rápidamente —El apretón en mi mano fue motivo suficiente para sentirme a salvo. Él era un hombre que me hacía sentir bien. ¿Por qué? Aunque llevábamos días hablando, acabamos de conocernos. Pero es tan atento, agradable y guapísimo. En lugar de correr lejos, simplemente respondí: —Estaré encantada —Me mordí la lengua porque otra cosa quería salir de mi boca. «Estaré encantada de estar contigo y verte como tu madre te trajo al mundo, papasito». Qué bueno que tuve la decencia de mantener aquellos pensamientos para mí, quedaría como una mujer desesperada...
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD