Princesa.
Despues de mi primer dia en este mundo pudé darme cuenta con facilidad que estaba en un Imperio, y que aparentemente era una princesa, lo que por lo menos me garantizó no morir de hambre. Era fantasioso verme en esta epoca antigua donde los imperios existían y cosas como las familias imperiales eran respetables. Mi "padre" se llamaba Karlo Terrant Shalie I, emperador de Paraz, pareciera ser un hombre cuerdo y normal hasta que lo enojabas, por sobre todo era extrañamente amoroso a Astrid y a mí, tanto como para tener nuestras habitaciones interconectadas e irnos a ver diariamente hasta que su secretario lo llamaba para audiencias y trabajos. No había mucho que hacer en el cuerpo de un bebé más que simplemente escuchar a Astrid llorar, era hermoso y no podia negarlo a pesar de ser tan pequeño. En este Imperio existia el poder sagrado y el mana, cosa que me hizó pensar que era una estupida broma o un sueño pero era demasiado real para ser eso, asi que encontre mas plausible el hecho de que mi alma transmigro a un cuerpo en otra dimensión.
Era ridículo pensar que lo he perdido todo sin hacer nada, ni siquiera he muerto pero ya habia "renacido" de alguna manera. Por supuesto cualquiera podria sentirse afortunado de nacer con una cuchara de oro en la boca y rebosante de un amor paternal encantador, era bueno, pero yo no, porque mi familia, mi amor, mi vida, mi esfuerzo, todo se fueron al garete sin siquiera darme cuenta. ¿Qué importaba ser princesa? Quería mi empresa, ir a cenar con papá todas las tardes, recibir sus caricias en el rostro, burlarme de Delice y pasar la noche viendo películas malas de terror. Simplemente queria lo que me pertenecia por derecho, lo que me he ganado por años de sudor y esfuerzo.
—La princesa aún se niega a comer adecuadamente.
Murmuró la nueva niñeea afligida hacia el secretario y mi padre. La hora de cambio y comida era vergonzosa y asquerosa, tragar leche materna me daba escalofríos. Una mujer bonita se encontraba dandole de mamar a mi hermano, tenia entendido que era una simple y pobre mujer contratada que habia tenido niños recientemente.
—¿Será que la leche tiene algo raro?
Ante las palabras que escuchó, esa mujer palideció tomandome de repente rogando que aceptará su pecho. Era tan asqueroso... pero se veia muy desesperada, conociendo las historias del palacio sabía muy bien porque. Abri mi boca aceptando su pezon y leche. Ugh, realmente, realmente odiaba comer eso.
—Pa-parece que la princesa le gusta ahora.
Tartamudeo la pobre mujer. Intenté pensar en un bistec de alta categoría en un hotel lujoso a pesar de sólo tragar este líquido.
》Odio ser un bebé.《
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Mis dias de bebé fueron largos e irritantes, la gente a menudo se preocupó de mi comportamiento antinatural de no llorar o quejarme realmente. Hice ejercicio de forma rutinaria y aprendi el idioma con mucha mas velocidad, quería encontrar algún libro de magia que mencionara el cambio de dimensiones. Fui nombrada como una joven genio a tan sólo unos 2 años, de esa misma forme fui aislada para mi protección junto a mi hermano en el Palacio de Karlo.
La mayoría del tiempo escapaba de todos sentandome en el suelo de la biblioteca. Alli fue donde descubri que estaba en mi novela Lagrimas de oro.
—¡Merda!
Chille revoleando con mi poca fuerza el libro de historia imperial. Era innegable, estaba en el cuerpo de un personaje ficticio que invente. Al principio intenté negarlo ciegamente necia en que debería ser otra cosa.
IRF
—¡Ni quera así como debera de ser!
Astrid no era un personaje que existia en mi novela, y tanto Yvonne como Karlo no fueron de hecho mencionados a detalle en la historia. ¿Pero de pronto era la princesa Ariadne y encima habia errores en la trama? Ridiculo. Pateé con mis cortas piernas el estante.
—¡Odo esto!
Mi torpe pronunciamiento infantil no lo mejoraba. Terminé tirada en el suelo frustrada. Realmente habia aguantado bien estos años de desesperación, podia decir que lei la mayoria de los libros de magia que se encontraban en la biblioteca imperial buscando ansiosamente mi forma de volver. ¿Qué pasaria con Delice y mi padre? ¿Mi cuerpo ya habrá muerto? No importa cuanto amor reciba en este mundo, yo no pertenecia aquí.
—¿Emana?
Una pequeña voz inocente me hizo voltear. Sus grandes ojos cristalinos como la plata trasparente me miraron brillantes y preocupados. Sus labios rojos y diminutos temblaron al verme tirada en el suelo repleta de libros esparcidos a mi alrededor. Me obligué a sonreir a pesar de estar temblando de impotencia y confusión.
—Atri.
No era capaz de pronunciar correctamente su nombre pero ese niño se acerco con toda seguridad hacia mí, tirandose a mi lado acurrucado en mi cuerpo. Éramos de tamaño similar, podria decirse que desde un principio mi contextura fue más delgada y pequeña que la suya pero realmente no había diferencia notable entre ambos salvo el largo de nuestro cabello, mientras el mio crecía sin restricciones el suyo era cortado mensualmente. Él crecería para ser un hombre tan hermoso como para ser llamado el mellizo de Ariadne... no, de hecho era un niño que exuberaba tal cualidad por donde lo mirases. Quizas por eso me sentia plena y en paz al verlo, como Aria nunca tuvé un hermano, por lo tanto quererlo y cuidarlo no era como si fuese a ser el reemplazo de alguien... a diferencia de Karlo.
—Duerme.
Por fin pudé pronunciar una palabra bien. Uní nuestras manos y lo miré cara a cara. A veces Astrid me daba miedo, era un terror profundo de sentir algo sincero por alguien que se podria esfumar en unos escasos segundos. Sé que quiero abandonar este lugar, pero también sé que no puedo apartarme de Astrid.
—No, no.
Cuándo vió mi expresión sombria empezó a negar pareciendo estar enojado. Era comprensible, un niño no entenderia totalmente mis complicadas emociones, mucho menos sin un contexto real. Cerre mis ojos apretando su mano.
Todavia amo a mi padre.
Extraño a Delice.
Pero también veo amabilidad y calidez en esta nueva vida.
Cada vez que este niño me sonrie brillantemente es una luz que ilumina todo a su alrededor.
Cuando ese hombre me abraza calidamente se siente familiar.
La manera en que me halaban...
Esta vida es tan cálida pero no la siento mía.
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Fui esclava de las letras por mucho tiempo, ni siquiera soy capaz de distinguir cuantos días o semanas fueron, quizas hasta meses, donde lo unico que hice fue leer y leer, desesperadamente por intentar encontra una salida, algo que me dijese que podia recuperar todo otra vez, pero no lo encontré. Me veia como una presencia efímera y oscura para ser una niña aún, no paré desde que descubrí que habia metido mi alma en Lágrimas de oro.
—Por favor...
Me rogó el hombre frente a mí intentando que comiese un poco más. Abrí mi boca nerviosa. Realmente no queria comer, tanto asi que hasta el Emperador tuvó que volver a darme de comer manualmente. No sé porqué no senti nada, una sola emoción.
No hay luz.
Todo los dias son oscuros y pesados sobre mis hombros.
Era difícil nombrar algo que me haga feliz.
Soy incapaz de sentirme bien.
Mi mente no queria procesar nada más pero me obligaba a continuar investigando y leyendo constantemente. El recuerdo de mi padre me perseguía día y noche hasta en las cosas más pequeñas.
—Pardon...
Susurré hacia el hombre que simplemente suspiró y acarició mi cabeza. Sabia que estaba muy ocupado pero apartaba todo el tiempo posible para ayudarme. Mi corazón no podia ser cambiado con tanta facilidad pero se emocionaba contundentemente ante sus expresiones de sincero amor. No hice nada para merecer este afecto pero lo estoy teniendo a manos llenas.
No me hace sentir viva.
Me hace sentir más muerta que nunca.
Anhelo que este sentimiento fuese provocado por otro hombre.
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Nuestra ceremonia de 3 años fue como un ruido sordo, que es apagado con dureza por una mano con poder. El Emperador protegió a su princesa prodigio no permitiendo que ambas presencias fuesen vistas públicamente seguido, ni mucho menos llamando la atencion de otros nobles. Pero la extravagancia de esta familiar reunión fue lo suficiente como para ser notada con facilidad en secreto.
—Fue un buen dia.
Me obligué a intentar sonreir para complacerlo. Astrid rió con inocencia estando de acuerdo con él. Karlo nos acosto con cuidado. Pudé notar su mirada angustiada al verme a los ojos.
A veces me encuentro sufrimiendo.
—Ados...
Susurramos a la par para cuando el cerro la puerta que conectaba ambas habitaciones. Habia cumplido tres años... no he logrado nada realmente. Me levanté entre el silencio de la noche, fue un instinto que me impulso a hacerlo sin razón, sabia que de todos modos era incapaz de dormir regularmente. Me las ingenié para abrir la puerta sin ruido alguno. Miré a hurtadillas en silencio el escenario que no me esperé realmente.
—Yvonne...
El Emperador, aquel que poseía la corona dorada sobre su cabeza y que no deberia de bajar la cabeza a menos que seas dios, estaba de rodillas en el suelo sosteniendo entre sus grandes manos un vestido de un suave tono celeste pastel de mujer, en la cama había una corona que no se atrevia a tocar. Su sollozo silencioso y la manera lamentable de aclamar el nombre de un amante muerto me hizo estremecer de pies a cabeza cargada de un sentimiento profundo. Miré quieta tal escenario repentino.
—Perdóname, no pude tenerte a mi lado.
Las lagrimas que se deslizaban por sus mejillas eran brillantes. Parpadeé.
—No puedo hacerla feliz.
Al escucharlo sólo pude temblar como un pajarito recién nacido. Sabia que se refería a la hija desagradecida que no era ni capaz de comer sola. Aprete la madera entre mis pequeñas manos. Éste hombre me amaba... me amaba tanto que sufria. He aceptado este sentimiento sin dar nada a cambio, egoístamente pensando en mí, tanto era asi que no pude darme cuenta que en esta fecha tambien se cumplian 3 años de que Yvonne murió. Yvonne su único amor, la mujer que compartió toda su vida y la madre de sus hijos, alguien tan santo en el imperio que solo decir su nombre era demasiado.
—Estoy intentando...
Lo supe cuando mi corazón se destrozó al eacucharlo. Realmente daba igual cuanto me resista a esto, yo ya amo a este hombre. Me escabulli a la habitación con pasos silenciosos. De igual manera que profeso un sentimiento incondicional, y que deseo que mi padre sea feliz en donde sea que este, él querrá que también viva plenamente mientras pueda. Mi papá que amaba sin restricciones querría que su única hija fuese feliz así sea diciendo lo que iba a decir, porque así era, fuerte y honesto.
—¿Ariadne?
Me aparecí delante de él igual a un espejismo. Seria mentir decir que no dudé o me senti nerviosa al hacerlo, pero acerqué mis diminutas manos a su rostro lleno de lágrimas y las aparte. Nos miramos directamente. Mi corazón se sintió asfixiado al decirlo.
—Papá.
Al instante de que esa palabra saliera desagarrada entre mis cuerda vocales, lagrimas se formaron en mis ojos. Las suyas aumentaron pero esta vez descendian a partir de una mirada que no expresaba mas que shock. Jamás había llamado a Karlo por tal nombre en mi vida.
Su rostro se enterro en mi cuerpo, la respiracion pesada se convirtió en algo acelerado al que sólo se podia definir cómo un sollozo muy silencioso. Él merecía también recibir mis emociones de forma directa.
—Por favor...
El hombre que sostuvó su corazón desnudo entre sus manos expuesto, siempre me lo entregó con dedicación y lágrimas en los ojos. He estado demasiado inmersa en mi propio sufrimiento para darme cuenta lo que estaba causando en este pobre ser infeliz. Él no tenia culpa de lo que estaba pasando pero aun asi sufria las consecuencias, eso era injusto, tanto como lo que me pasaba.
—Papá...
Volvi a llamarlo de una forma que amargó mi garganta, era un suplicio muy ahogado que se perdia en una infantil voz inocente. Padre me perdonaría por llamar a otro hombre asi, ya que él me ama tanto cómo yo a él. Con mis pequeñas manos lo acaricie intentando calmar su dolor. Estaba desgarrado y podia sentirse perfectamente en la fragilidad que reflejaba su alma pese a tener una coraza tan dura y fuerte.
—No... no... no...
Murmuré infantil. Note como intentaba contenerse lo mejor posible antes de alzar su rostro con una leve sonrisa y levantarme entre sus brazos confiables. Se sentía muy bien ser sostenida de esta forma en la que pareciera ser protegida de todo mal bajo su protección incondicional. Parpadeé apoyando mi cabeza en su pecho. Sus latidos eran profundos como la nota mas baja de un hermoso piano. Después de venir aquí, fue la primera vez en que pudé dormir calidamente como cualquier persona normal.
Sabía que podia ser alguien muy drástico en todo sentido pero era muy suave y confortante tanto conmigo con Astrid. Entonces no me importaba más que eso, asi de egoísta era y estaba feliz con eso.