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Depredador.[+18]

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Nikolai Dail Xiarax era un Emperador sádico egoista y contundente con cada mujer que hubiera estado en su cama.Lo sabia porque lo cree con mis propias manos.Ariadne Itzbella Shalie era una princesa santa que fue amada por ser la mujer más hermosa del continente y que ademas poseía el poder sagrado de purificar.Cree a ambos personajes para que se desenvolvieran en un escenario morboso que complacia sueños retorcidos que alguna vez tuve.A Nikolai sólo le bastó ver una vez a la princesa Ariadne para enloquecer por ella, mandó a todo un batallón para atacar su Imperio y conseguir tenerla. Una vez que la obtuvo abusó incontables veces de ella sumido en la enferma depravación de disfrutarla. Me convertí en la inocente y gentil princesa santa Ariadne... ¿No sería buen momento de dominar a una bestia estúpida?

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[D] Capítulo 00: Vida.
Vida. Fui una mujer bonita y joven, lo que me hizó presa fácil de varios hombres de mi edad. Me volvi muy libre con cada relación que sostuvé pero en algun punto intenté fantasear con algo mas enfermo y duro. Asi fue como cree a "Lágrimas de oro.", un libro con contenido adulto que simplemente surgió con el afan de experimentar una nueva emoción y fantasía s****l y escrita. Habia escrito libros anteriormente pero nada igual a este, por lo tanto me tome la libertad de ser lo mas descriptiva y morbosa que pudiese. Sentandome frente a mi escritorio sólo pudé apreciar la vista. En un alto y enorme edificio se podía ver una imponente ciudad llena de grandes y lujosas edificaciones alzarse por lo alto cómo rascacielos. Era mi empresa. Fue difícil situarme en lo alto como dueña y señora siendo una mujer joven que pecaba de un rostro de apariencia inofensiva. Los constrincantes eran cómo bestias tenaces que tenian a mujeres cómo yo chupandoles el pene cuando ellos quisieran. Pero fui criada de una forma diferente. Mi madre que según escuché tenía mi mismo tipo de rostro, vivió cómo ama de casa hasta que quedó embarazada de su primera hija y murió en el parto por su débil cuerpo. Mi padre, un hombre dominanre y capaz era un maestro prestigioso que amó a esa débil mujer y desbordó todo su cuidado en ella, una vez que nací todo ese amor sólo pudó ser absorbido por mí. Pero mi padre no quería volver a amar a una mujer que podría desvanecerse ante el ligero viento helado si él no estaba allí para protegerla, por esa razón me cuidó y preparó para el mundo. Enseñandomé a pelear, instruyendome a desarrollar más mi intelecto y haciendome una persona capaz de enfrentar a otro hombre cómo mi adversario sin problemas. Una vez que decidí dejar el nido me converti en algo que no podia ser detenido. Empecé a construir un imperio forjado a base de engaños, inclusive cediendo a verme cómo una mujerzuela que sólo queeia drr mantenida. Por supuesto era algo que mi padre jamás me hubiese enseñado, en algún punto sentía que el mismo hombre que queria que fuera una guerrera, tambien deseaba a su pequeña niña sentada en su habitación tranquilamente protegida por él. Era algo contradictorio. Para mi fortuna y su desgracia, la vida fue muy buena conmigo, la suerte era algo que se apegaba a mí y ahora me encontraba como una magnate joven. Por supuesto el esfuerzó no fue de hecho totalmente mío, la debilidad de muchos peces gordos también me dieron cabida a engañarlos y obtener beneficios para mi propio bien. Incluso entre tanta grandeza pasaba parte de mi tiempo libre en un mundo de libertinaje donde jugaba habilmente con hombres de toda clase social y rostros hermosos. Era bonita pero no tanto para ser considerada una maxima belleza, quizás lo que mas hubiese llamado la atención de tantos hombews fuese mi propia personalidad que se adecuaba a sus demandas. -¿Terminaste con los papeles? Delice pareció estoico al hablarme de manera informal. Era su jefa pero nuestra relación era mas de socios, la única razon por la que no ejercía un papel alto de ejecutivo era porqué rn sus propias palabras; "Era molesto hablar con peces de lengua afilada." -Sí, ¿ya se enviaron los manuscritos? Él asintió. Se acercó directamente. Su cabello era de un tono rubio platinado con unos feroces ojos ámbar, poseía una apariencia igual de hermosa que un modelo pero pesé a esa primera impresión era un hombre muy recto, serio y analítico. -¿Cómo puede mi jefa seguir entreteniendose con banalidades cuándo el negocio esta en auje? Preguntó mordazmente. Por su naturaleza directa y totalmente contraria a la mia era de hecho esperado que no comprendiera ki una minima parte de mí a pesar de haber estado tantos años juntos. -¿Sigo haciendo mi trabajo, no? Lo que haga con mi tiempo libre no deberia de ser cuestionado. Reí para relajarlo. Siempre era tan tenso que a veces me gustaria mandarle a alguna Host a su oficina para que 0pensara en relajarse. Una Bonita, de rostro amable y sonrisa encantadora, cómo un cachorro al que Delice con su fria actitud ni siquiera se atreveria a tocar. -Estas pensando cosas turbias otra vez. Su figura estaba tensa al ver mi rostro. Sonrei. -Claro que no, sólo estas paranoico. Me burlé de descaramente de su buen instinto. He estado aburrida en una habitación tan inmensa mucho tiempo como para encerrarme otra vez. Él se despidió cuando una secretaria lo solicitó. Di la vuelta a la silla giratoria hacia el gran ventanal nuevamente. Sólo podía pensar en como terminar mi ultima novela. Y con una copa de whisky terminada en el escritorio me dormí profundamente sin siquiera darme cuenta. Esa fue mi última noche como la magnate joven Aria Trenedtti. Desde ahí mi vida se hizó añicos y me vi surmegida en un cuerpo joven de bebé. Mi padre. Delice. Toda mi fortuna. Mis chicos. Creo que lo perdí todo de la noche a la mañana sin razón ni excusa alguna. ~¤~¤~¤~ Cuándo me levante me sentia extraña, fuera de mi cuerpo, mis manos y pies no podia ni siquiera moverlos, todo se sentia demasiado inmensos y unas grandes y frias cosas me sujetaron. Olía horrible, sangre, un líquido transparente. ¿Por que estoy empapada en eso? -Es niña. Temblé del miedo horrorizada por esa gran persona. ¿Era un gigante? Me golpearon las nalgas y me estremecí lo suficentemente asustada para no llorar. -Nació con los ojos abiertos pero no llora. Me golpeó otra vez. ¿Nacer? Esta bastarda me esta golpeando como si fuese un saco de carne sin vida. No es como si hubiese muerto. Cuándo quisé mover mi mano esta temblo debil como gelatina pero pudé verla fugazmente, esa cosa ni siquiera deberia ser clasificada como mano, era como un... bebé... sí. -Vamos, princesa, no se aguante... Susurró. Este liquido... sus palmadas, el nacer... sí, estoy en el cuerpo de un recien nacido. ¿Y mi vida? ¿Y mi padre? ¿Delice? ¿Mis bebés? 》Quiero mi vida, devuelvanme mi cuerpo. 《 Fue la primera vez que lloré desconsoladamente porqué no supé que mas hacer, mis pulmones dolieron, las lagrimas se desbordaron agriamente poe lo que supuse eran unas mejillas llenas de grasa de bebé. Quería a mi padre, a Delice, los queria a ambos en mi vida, no quería ser una nueva persona desconocida sin nada a que aferrarse. Tenia miedo. Estaba perdida... Hasta que lo vi a él. Un bebé que se posicionó a mi lado, su cabello era tan blanco como la nieve mas pura, a pesar de que nunca me gustaron los bebés recien nacidos por lo rojos y morados que se veian, éste era diferente, la belleza que poseía me cautivó y de alguna manera entre el llanto de ambos mi corazón empezó a latir cálidamente. -¡Ella no esta respondiendo! La voz de un hombre hizó temblar las manos de la partera que me sostenía. El llanterio a unísono no podía afectar al ambiente tan tenso y grave que senti hacerse presente. Observé nublosamente a una mujer de cabello blanco como el bebé, era tan hermosa como para llamarla una diosa, se veia extremadamente bella como para creer que era real, a su lado un hombre de cabello marron sostenia ese pálido cuerpo inerte. La sola experiencia de ver a esa hada pereciendo frente a mis ojos junto al hombre que pareciera ser su amante, me hizo llorar más del pánico. -¡Yvonne! Pareciera haber perdido la cordura mientras se aferraba a esa mujer. Estoy asustada. Quiero a mi padre, quiero a Delice... ¡Quiero mi maldita vida! ¡La mía! No este cuerpo inútil e indefenso que apenas podia ser capaz de ver o llorar. ~¤~¤~¤~ Después de tranquilizarme me vi envuelta en un ambiente repleto de hostilidad. Ambos bebes fuimos puestos a cuidado de una mujer que daba vueltas en la habitacion ansiosa por saber la situación de aquella mujer, "Yvonne", su nombre era igual de dulce que su apariencia. Apenas me di cuenta que otra Ji mujer entro a la habitación palida. -Uh... uh... La Emperatriz... Pareciera costarle hablar, se veia perfectamente como sus piernas temblaban. Ella se apoyo en la otra mujer nervioso. -Murió... el emperador casi manda a cortar la cabeza de todos los presente... Su voz temblaba cual gallina, incluso pareciera haber llorado lo suficiente para ver sus ojos hinchados como chichones. Ambas mujeres miraron a nuestra direccion. -¿Qué dijo sobre los bebés? ¿Los odiara? La malicia y frustración en su rostro me pareció desagradable. Yvonne, esa mujer murió igual que mi madre original, fue lamentable. -¿Quién iba a odiar a quién? El hombre de cabello castaño aparecio sorpresivamente detras de esas lujeres viciosas. Su cabello era un desastre, y apesar de poseer una vestimenta glamurosa las arrugas arruinaban esa apariencia elegante. -¡No nos atrevemos! Las doncellas cayeron al suelo golpeando sus rodillas contra el firme piso sin pensarlo dos veces. Guardias y alguien que pareciera ser un ministro corrieron tras él. El hombre no parecieea ser piadoso al verlas. -Arrestenlas por insultar a la familia Imperial. Ellas gritaron y lloraron igual que nosotros antes, pero él hizo oido sordos a todos sus ruegos. Cuando se acercó pudé apreciar entre los barrotes de oro a su apariencia de mejor manera. Era lindo, pero su rostro estaba rojo y empañado de emociones conflictivas. Era su peor momento, me senti conmovida. -Ariadne, Astrid... Sus manos grandes temblaron al tocar al pequeño a mi lado y cuando me vieron a los ojos fue como ver a un loco enamorado. Estre hombre era desconocido pero pareciera amarme como si la vida se le fuera en ello. Trague saliva. Ese sentimiento era asfixiante porque no le correspondia. Pero este hombre que pareciera ser letal con otros, me miraba tiernamente despues de haber perdido a su amante... -¿Ariadne...? Fue un esfuerzo enorme sostener su dedo que no se atrevia al tocar mi piel. Las lagrimas que empezaron a formarse en sus ojos hicieron que mí debil corazón temblará. Este hombre... quería ser mi padre... Pero yo ya tengo a mi papá. -¿Por qué los pusieron en esta fea cuna cuando mande a hacer cunas especificas con la seda mas fina? Cuestiono a los demas al fijarse en que iba a llotar y no podia mover la cuna ya que no tenia esa capacidad. El hombre mas formal que los guardias se apresuro a controlar su temperamento. -Debieron pensar que Su Majestad ya no iba a querer tratar de esa forma a los príncipes, Su Alteza. La expresión en el rostro de "Su Majestad" fue amarga como medicamento. Sus manos temblaron como gelatinas al querer dirigirse a mí, es mas, se detuvo muchas veces dudosos. -¿Quiere que lo ayudé? Cuando ese hombre se acerco Su Majestad pareció agresivo y asustado de dejarlo que sus manos me sostuvieran. -¡No los toques! Temblaba nerviosamente. Pudé ver el miedo en sus ojos oscuros al observanos, creí verlo horrorizado cómo cuando observó a esa mujer muerta en sus brazos. Él tenia miedo de que muriesemos al primer tacto, ya que apenas habia perdido a Yvonne. Me compadeci de ese hombre y reí moviendo mis brazos hacia él lo mas que me permitia este torpe cuerpo. -La bebé parece dispuesta... El hombre de cabello verde oscuro fue cauteloso al hablar con él. Su Majestad tragó saliva nerviosamente pasando sus manos con extrema cautela bajo mi cuerpo y sosteniendome minuciosamente. Volvi a reir para relajarlo. Sus ojos parecieran querer llorar otra vez... 》Que hombre mas llorón...《 Pensé. -Yo mismo llevaré a Astrid, asi que dejalo dormir. Observé al bebe con atención. Era la definición de tierno y bonito, era un bebé de piel lechosa, pestañas frondosas, labios rojos, sí, era una copia masculina de Yvonne, por ser mellizos era obvio que deberia de ser como esa mujer. Fue vergonzoso pensar que este hombre era calido. El suave movimiento de sus pasos delicados, sus firmes brazos sostuviendo cómodamente este pequeño cuerpo junto a esa leve palpitación de su corazón me hizo sentir extraña.

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