Familia

2046 Words
Siete años atrás Iolita revisó los documentos que le enviaron de la universidad, debía finalizar los trabajos a tiempo para poder acabar el semestre, y pedir el traslado a la ciudad donde quedaba El Edén, la finca de su familia. No quería dejar a Pieter solo, por más empleados de confianza, el hombre necesitaba a alguien que lo apoyara en su totalidad, no una persona que se cohibiera porque no le pagaran lo suficiente. Sin embargo, ahora estaba casada, y no sabía si a Matías le iba a gustar su decisión. Llevaban veinticuatro horas de matrimonio y en vez de parecer una pareja de recién casados, él actuaba como si fuesen enemigos, podía jurar que sentía más cariño por Karina que por ella, y la muestra estaba en que prefirió comprarle a su suegra un tiquete en primera clase para compartir con ella durante el vuelo, y dejarla en clase turista con la excusa de que necesitaba concentrarse en sus estudios y no en las responsabilidades económicas que, como hombre, asumiría. Lita, como le decía su abuelo de cariño, observó las nubes a través de la ventana, esa unión tan acelerada con Matías la hizo por la necesidad de ver feliz a la única persona que estuvo a su lado desde la muerte de Alejandro, el unigénito Kernel, y su padre. Sacudió la cabeza, aún dolía y se reprochaba por lo ocurrido años atrás, no se merecía ese final, Karina cuando quería herirla le gritaba lo cobarde que fue al quitarse la vida cuando no pudo defenderse por el desfalco a la vinícola, verdad o mentira, sólo su padre sabía la que ocurrió realmente con ese socio que nunca lograron encontrar. Miró la hora, había pasado ya la mitad del tiempo que se requería para la evaluación, y ella ni siquiera había puesto la primera respuesta, conectó los auriculares y comenzó a responder segura de que terminaría justo antes de que la deshabilitaran, no se equivocó, faltando dos minutos la envió. Cerró el portátil y sonó el timbre para pedir algo de comer, no le gustaba volar, así que buscaba como entretenerse, si no era leyendo o dopándose con un mareol o cualquier otra pastilla que le provocara sueño, lo hacía comiendo. —Me gustan más lo chocolates blancos que dan en esta aerolínea —escuchó a una joven de ojos azules y con un peinado que la hacía lucir como recién levantada—. Deberías probar los postres, son mejores que esos dulces de paquete. —¿Viajas mucho? —Mi padre es piloto comercial, crecí entre un avión —el orgullo con el que dijo la última frase hizo reír a Iolita, suficiente para que la muchacha iniciara una conversación que se extendió por las tres horas de vuelo. Cuando el piloto avisó que pronto aterrizarían, Iolita exhaló tranquila. —Gracias, lo necesitaba. —Cuando quieras, para eso estamos las amigas —exclamó extendiendo su mano—. Janeth Corso, diseñadora gráfica y publicista, y antes de que se me olvide…—cogió el celular de Lita y guardó su número—. Llámame, siempre estoy disponible para recorrer la ciudad. Una risa fue devuelta junto con una llamada pérdida que permitió salvar el contacto en el móvil de la ojiazul. —Un gusto Iolita Kernel, espero pronto volver a verte. Se despidió de la chica que al llegar a la zona de desembarque agarró una gran maleta y se perdió tras la puerta, con dificultad Lita pudo observar a un hombre castaño, mucho más alto que ella, abrazarla y tomar el equipaje, se veían tan felices que sintió un poco de envidia porque a pesar de estar casada, su relación y nuevo estado civil parecía una mentira. Karina la llamó para que salieran, ya todo estaba sobre un coche que empujaba el valet de aeropuerto, Matías sostenía con fuerza el celular casi gritando a la persona con la que hablaba, dio una sonrisa de asentimiento a su suegra, y salieron sin importarles lo que ella opinara de los planes que su madre le contaba tenían preparado tan pronto arribaran a El Edén. Iolita la oyó tratando de intervenir en tres ocasiones y siendo callada de inmediato por Castro, por eso, optó por sentarse en el puesto del copiloto en la camioneta que destinaron para transportarlos hasta la hacienda, el logo de Vinícola Kernel lucía en la puerta con orgullo, el escudo de armas que su abuelo Pieter inventó a partir del significado químico de su apellido, empero, torció la boca cuando Karina le pidió a Matías conseguir un diseñador que cambiara “semejante porquería”, no comprendía como esa mujer podía ser su madre. El recorrido hasta El Edén no fue ameno, así que tan pronto como el auto se detuvo ante las puertas de la hacienda, Lita descendió para cruzar corriendo en dirección de la habitación de su abuelo. No quería seguir escuchando tontos reclamos o recomendaciones que no venían al caso. Al estar frente al cuerpo del anciano, sus lágrimas no se detuvieron. El hombre que recordaba fuerte como un roble se hallaba postrado en la cama con un aparato que registraba el funcionamiento de su corazón. La inhalación del patriarca fue acompañada de la apertura de los hermosos ojos grises similares a los propios. Iolita se aproximó abrazando a la persona que había sido su soporte por años y que prácticamente había abandonado una vez se fueron a vivir a la capital. Pieter Kernel correspondió la muestra de afecto acariciando la mano que la joven había puesto en su pecho, cuando tocó la argolla en el dedo anular de Lita su gesto amable se modificó a uno de sorpresa. —¿Cuándo te casaste? —el tono de molestia no pasó desapercibido para Iolita que al querer contestar lo ocurrido, fue interrumpida por Karina. —Ayer querido suegro, con Matías Cortés Manjarrez, el hijo de tu antiguo administrador. Por más que Pieter quiso insultar a su nuera, no iba a dañar el momento con Iolita, así que con una sonrisa y el mejor tono sarcástico dio su felicitación. —Bueno, lograste con el hijo lo que no pudiste con el padre, espero que el remplazo no sea en todos los aspectos. La mujer apretó fuertemente sus puños, la frase era propia del hombre que aún trataba de encontrar la prueba para confirmar que ella era la responsable de la muerte de Alejandro y del desequilibrio económico que en ese momento tenía a la vinícola al borde de la quiebra. Percibiendo el ambiente, Cortés se aproximó a la cama tomando la mano de Iolita para atraerla a su lado, luego saludó a Pieter Kernel con educación. Matías Castro Fernández era el hijo de uno de los antiguos trabajadores de la vinícola Kernel. El hombre llegó como amigo de Alejandro, se ganó la confianza y admiración de su hijo, quedando a cargo de varios negocios internacionales y recibiendo una fuerte comisión por cada uno de estos. Desafortunadamente, un día desapareció para dejarlos con varias demandas por incumplimiento, una deuda con el fisco y una carta donde confesaba su amancebamiento con Karina Antares, la mujer que ahora tenía frente a él y que para su desgracia aún fingía ante la sociedad el dolor de la pérdida de su cónyuge. Aprovechando su título de patriarca, y que se regía todavía como las antiguas familias latifundistas, solicitó a las dos mujeres que los dejaran solos, era necesario hablar asuntos que se debieron tratar antes del matrimonio. Karina y Lita salieron, esta última depositó un beso en la frente de su abuelo solicitando que no se esforzara demasiado, ya que tendrían suficiente tiempo para hablar, el anciano le dio una sonrisa haciendo una señal con la mano que le indicaba que no debía preocuparse. —¿Por qué te casaste con ella? —¿Por qué no hacerlo? Destruiste a mi familia, mi madre tuvo que trabajar hasta el cansancio para devolver el dinero que tu hijo Alejandro estafó —repuso Matías al cuestionamiento de Pieter tan pronto como quedaron solos en la habitación—. Para mí la venganza es una buena razón, destruir lo que más amas, así como me lo hiciste. —Tienes una versión errada de lo que sucedió, tu padre si me hurtó, pero tu madre jamás tuvo que pagar un peso de… —¡Mentiroso! —Matías tuvo que contenerse de no gritar, y más de no agarrar al anciano que parecía burlarse de él—. Las pruebas que me entregó Karina son suficientes para saber todo el trabajo que te tomaste para hundirnos, y no dudes que haré lo mismo contigo. —Debí imaginarlo, Carolina jamás hubiese permitido semejante locura —habló con familiaridad Pieter al nombrar a la madre de Cortés—. Lástima que no te lo dejaré tan fácil. Hoy en día Estefan echó la cabeza para atrás cansado de revisar una contabilidad que parecía haberse estancado en las semanas que no estuvo presente, ese trabajo era de Elías, pero la temporada de cosecha en el viñedo y la introducción de los cultivos de árboles frutales lo desplazaron al campo para colaborarle a Satine, dejando de lado las labores administrativas. No podía tampoco echarle la culpa a Hugo Infante, los dos viajaron a diferentes partes del mundo en busca de contratos que ampliaran el campo de acción de la vinícola, necesitaban nuevas inversiones para reformar parte de las instalaciones, no podían quejarse de las ventas, pero quería pasar de la etapa de vivir para pagar y sostener hasta la próxima cosecha, a una situación donde pudiesen disfrutar las ganancias y estar holgados. La puerta se abrió y dejó pasar a Elías, la sonrisa del hombre le demostró que no iba con buenas intenciones, desde que llegó insistía en que debían celebrar el cumpleaños de Solange con “todos los juguetes”, ya que no se tendrían quince años para siempre, y por lo visto, su nena estaba tan entusiasmada como él. No obstante, cuando vio que Hugo lo seguía con varias carpetas en la mano, su cansancio aumentó sin siquiera oír de que se trataba. —Los reportes del último trimestre, estamos repuntando en algunos lugares, pero tenemos problemas con la infraestructura, Satine quiere matarte lenta y tortuosamente. Estefan abrió el folio que le entregaba Hugo, debía cambiar varios de los barriles y hacer un mantenimiento general a los silos de fermentación inicial, algunos tenían fugas y eso provocaría una perdida por avinagramiento, eso no era un gasto sino una necesidad. —Da la orden para que comiencen los arreglos, no debieron esperarme—el gesto de los dos hombres le hizo comprender que el problema era por otra razón—. ¿La maldita mujer no ha querido firmar el permiso? —No sé qué tiene esa muchacha en la cabeza Estefan, pero es indispensable que comprenda que de seguir con los gastos que tiene, va a quedar en la calle y con más de una demanda. Pujol sabía que era cierto, pero por más que le trataba de explicar a Pieter, este se negaba a sacar a Iolita del grupo de accionistas. No la conocía, cuando pudo hacerlo, Sandra falleció y él tuvo que enfrentar otras responsabilidades, se suponía que iba a quedarse viviendo en El Edén, pero tan pronto tuvieron la primera dificultad, y vio que Pieter se encontraba mejor de salud, se largó a la capital para comenzar a desangrar la empresa con los gastos en ropa, joyas, viajes y lo peor de todo, juego. —Conversaré con el Tata, y si tengo que usar a Sole para convencerlo, no lo duden que lo haré. Hugo no aguantó la carcajada, la seriedad con que dijo lo primero terminó borrada con la amenaza de utilizar a la adolescente en contra de un hombre que en los negocios se olvidaba por completo de los sentimientos. Estudiaron el resto de los informes, anotaron los puntos que cada uno de ellos trataría, y los que delegarían a Satine, la mujer debía estar enterada de los movimientos económicos que realizarían y como afectarían a la cosecha, tan pronto fue la hora del almuerzo, los tres salieron para compartir como familia, esa tarde debían hacer todo lo posible para quitar del camino a Iolita Kernel.
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