Lo que me pertenece

1971 Words

El sol apenas se filtraba entre las cortinas cuando Natalia sintió el roce de unos dedos en su espalda. Se giró lentamente, aún envuelta en las sábanas, y lo vio ahí, sentado al borde de la cama, abotonándose la camisa con una calma extraña. Ales no era hombre de hablar al amanecer. Siempre parecía hecho para la noche, para la sombra, para lo que no se nombra. Pero esa mañana... él rompió el silencio primero. —No quiero volver a verte a escondidas. Natalia lo miró, desconcertada, sentándose también, cubriéndose con la sábana por instinto. —¿Qué? Ales la miró. Firme. Seguro. Aunque sus ojos revelaban el peso de la decisión que estaba tomando. —Me gustas —dijo, sin rodeos—. Más de la cuenta. Y no quiero tener que esconderte. No quiero que Dasha vuelva a insinuar que eres solo una más.

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