La mañana siguiente comenzó como una avalancha de compromisos. Desde las siete, el teléfono de Natalia no dejaba de vibrar. Ales había enviado la agenda actualizada a las seis y media. Dos videollamadas con Asia, una reunión presencial con inversionistas americanos y la visita a la fábrica del nuevo prototipo de auto eléctrico, el primero de su clase desarrollado por la subsidiaria checa de la compañía. Natalia estaba impecable. Vestía un conjunto gris perla, discreto y elegante. No se le escapaba un detalle. Tomaba notas, hacía llamadas, organizaba a los técnicos, y cuando Ales hablaba con los inversionistas, ella parecía fundirse con el entorno, siendo útil sin estorbar jamás. Pero él… él se comportaba como si la noche anterior no hubiese existido. Ni una mirada de más, ni una palabra

