Capítulo 5

4145 Words
  - Su Alteza… - aprieto los ojos – Su Alteza, son las seis de la mañana – cubro mi rostro con mis sábanas – Debe de alistarse para el desayuno…   - Mierda… - golpeo el colchón – Cinco minutos…   - Las sirvientas le prepararán el baño… - abro los ojos, no me dejarán en paz hasta que me levante - ¿Qué fragancia desea?   - Fragancia de ¡Lárguense! – grito, lanzando las almohadas a un lado – Arthur… - respiro hondo – Le he dicho miles de veces que es innecesario que venga todo un séquito de sirvientes para ayudarme a elegir mi ropa o la fragancia de mi baño… - miro el suelo – Y me bañé anoche…   - Oh… en ese caso – Arthur se gira a ver a las sirvientas – Pueden retirarse, su Alteza no necesita de sus servicios por ahora   - Gracias… - susurro, llevándome una mano al rostro y dejándome caer sobre mi colchón - ¿Mi ropa está planchada?   - Sí su Alteza, está en el perchero como todos los días, el conjunto que usará esta mañana fue escogido por su tía, la princesa Helen – suelto un suspiro – Lo lamento su Alteza, sabe que es el protocolo   - ¿Cuándo podré decidir qué hacer durante mi día?   - Su Alteza sabe que puede agregar actividades a su agenda, siempre y cuando estas no interfieran con actividades, eventos o compromisos importantes   - Mierda, o sea nunca… - miro el techo, no sé si gritar o llorar – Como sea… - miro a Arthur – Recuérdame qué es lo que tengo que hacer   - Sí… - Arthur mira su agenda – Hoy, su Alteza Real, el Príncipe Alexander tiene que ir a la presentación del retrato de su madre para el museo, asistir con su padre a la reunión parlamentaria donde se decidirá asuntos de economía donde resalta el tema de las pensiones a las viudas y huérfanos de los veteranos de guerra, luego tiene el almuerzo con su familia – asiento – Por la tarde, su Alteza Real junto con su Alteza Real, la princesa Rosaline, tendrán una reunión con el representante de la Royal University of América donde se discutirán los temas de su estancia y el sistema educativo, entre otros tratos – vuelvo a asentir, me levanto de la cama – Tomarán el té en honor a la despedida de su Alteza Real, la princesa Rosaline, quien regresará a Suiza esta noche para culminar su último semestre escolar y… - miro a mi secretario – Su Alteza tiene una cena especial con la nieta del duque de Ohio…   - Mierda…   - Su Alteza… - miro a Arthur – Le pido que… tenga paciencia y buena actitud… - miro el suelo y de nuevo a mi secretario – Sé que es difícil, pero no puede faltar al respeto a la señorita ni al parlamento… - asiento – Y estaré con usted en todo momento, solo debe de hacerme una seña y entenderé que usted está a punto de lanzarme un plato encima a la muchacha – río – Pero… sea fuerte…   - Gracias… - le miro – Es la primera vez en mucho tiempo, que me habla con tanta familiaridad…   - Supuse que mis palabras debían de sonar como las de un amigo – sonríe – Y no tanto como las de su secretario que está muy entrado en los cincuenta   - Gracias Arthur…   - Si me disculpa, su Alteza – adopta una posición firme – Me retiro para dejarlo prepararse   - Continúe Arthur hace una reverencia y se retira. Camino hacia mi baño, todo está preparado para un baño, lo ignoro. Mojo mi rostro y me veo al espejo, soy un desastre de persona, no quiero hacer absolutamente nada de esa agenda, sobre todo la maldita cena con la hija del duque de no sé dónde ¡Mierda! Pero es mi deber ¡Es mi deber! Es mi maldito deber… Respiro hondo, debo de tranquilizarme, debo de pensar en positivo, debo ser optimista, debo de ser el príncipe de América… ¡Maldita sea! Tomo una botella de loción y la lanzo contra la pared, el contenido se derrama, respiro de forma agitada. Voy a enloquecer si sigo así. Me dejo caer en el suelo y tomo mi cabeza con ambas manos. Solo un par de meses más de esta locura y podré irme con Rose a Nueva York, ser alguien normal, mezclarme, convivir con personas de mi edad, como cuando iba al internado, pero en casa y hablando un solo idioma ¡Será perfecto! Paz y libertad es lo que me espera en Nueva York. Podré hacer lo que quiera, hablar con quien quiera, ir a donde quiera… ser libre es lo que más quiero en este mundo… Salgo del baño y me coloco la ropa previamente escogida por alguien que no soy yo. Respiro hondo y salgo de mis aposentos. Debo de mantenerme con la mira en Nueva York, al menos eso me mantendrá alegre por un par de horas, Nueva York se volverá mi nuevo “Lugar Feliz” en mi menta ¡Además! En Nueva York vive Grace, podré ir a visitarla cuando quiera y quizá ir a comer helados a esos lugares de los que tanto habla, quizá ir al cine como gente normal, sin tener que cerrar el cine o conseguir la película de manos de la productora para verla en los sótanos del Palacio Blanco. Sí, definitivamente Nueva York, la universidad y Grace, son los motivos por los cuales estar alegre y optimista.   - ¡Su Alteza Real, el Príncipe Alexander! Anuncian, entro en el comedor donde mi familia y un puñado de invitados que no me interesan, me esperan.   - Buenos días querido Saluda mi tía.   - Querida tía – beso su mano – Buenos días…   - Querido… - tomo mi asiento – ¿Ya te han presentado a Shantall Adkins? – miro a la joven de cabello castaño, sonríe en mi dirección – Es la hija del duque de Ohio y estará de visita unos días   - Oh… - asiento con la cabeza, siento el pie de Rose golpearme la pierna – Eh… espero que su estancia aquí, en el Palacio Blanco, sea de su agrado   - Gracias su Alteza…   - ¿Ya van a servir el desayuno? – pregunta Isabelle, acomodando sus rubios cabellos detrás de su oreja – Tengo hambre   - En seguida querida… Asegura Helen, Arthur aparece y se coloca en la punta de la larga mesa.   - El desayuno… - mira a todos – Está servido Los sirvientes salen con fuentes y platos humeantes, los cuales son colocados en el centro a lo largo de la mesa. Comenzamos a servirnos mientras dos sirvientes van llenando nuestras copas con jugo y nuestros vasos con agua. Miro a Rose conversar con la invitada, mi hermana canta una canción sobre el desayuno mientras sirve salchichas sobre su plato. Miro mi plato, aún no me sirvo nada y la verdad es que no tengo mucha hambre. Suelto un suspiro mental, tengo que darle prisa a esto para poder darme un segundo a solas en alguna esquina de este lugar, o escaparme a alguna parte por un par de horas.     El desayuno acabó con mi abuela hablando y hablando con la invitada acerca de eventos reales a los que acudir juntas. No creo que dure mucho en este lugar, no sabe de música ni literatura y esas son dos cualidades que mi abuela aprecia, incluso más que saber de economía o política, pues es el único tema que mi abuela domina y disfruta. Mi madre amaba los libros, siempre me leía en las noches, desobedeciendo los protocolos, donde un niño debe de estar dormido a las diez de la noche, pero mamá se quedaba despierta hasta la madrugada leyéndome historias, sosteniendo una tapa de olla como un escudo y una cuchara de madera como espada. Ahora los únicos libros que puedo tener en mis manos son los de economía que me obligan a leer porque es mi deber aprender para saber de qué rayos hablan los ministros y demás gente importante. No me interesa nada de eso, quisiera estar leyendo en mi habitación todo el día, con una taza de café al lado, quizá en medio del bosque, oliendo el aire fresco y oyendo a los animales. Pero aquí estoy, en el laberinto de rosas que mi madre creó en vida, su escondite preferido cuando la presión de la corte era demasiada, también es mi escondite preferido, creo que debería de cambiarlo ya que es el lugar en donde siempre me buscan y encuentran. Enciendo otro cigarro y continúo mi camino entre los altos arbustos espinosos de rosas de todos los colores. Cuando era pequeño solía jugar con mi mamá aquí, jugábamos con Grace. Nos enseñó a identificar la salida de este laberinto, solo debes de seguir las rosas anaranjadas que están esparcidas en intervalos casi imperceptibles. El final de este laberinto es una puerta bien camuflada en el muro que rodea el palacio, una puerta que no tiene custodia ni cámaras de seguridad. La abuela y mi padre saben de su existencia, por eso pidieron taparla, pero mamá y Arthur desobedecieron el mandato y sigue abierta, pero tiene llave y como tres candados. Lo que le ocurrió a mi madre fue suficiente para que la seguridad de la familia real fuese un tema serio. Jamás recuperaré a mi madre, pero me quedan estas rosas y esa puerta por la que nos escapábamos a comer helados.   - Mierda… Me quijo, pinchándome con una espina. Diviso la puerta de mi madre, camino hacia ella y poso mi mano en la fría piedra. Apoyo la espalda contra esta, le doy una calada a mi cigarro y me dejo caer. Respiro hondo, toco la tierra con la mano izquierda y cierro los ojos. Este es el único lugar donde logro conseguir paz y tranquilidad, aunque eventualmente me encontrarán, siempre lo hacen. Arthur, mi secretario fiel, primero despista a los guardias para que me busquen por otras partes del palacio, cuando ya se han recorrido todo el lugar, vienen aquí. Solo debo de quedarme sentado y respirar, relajarme un poco, sobre todo porque tengo que asistir a una reunión con parlamentarios. No sé qué voy a hacer ahí, no sé nada del tema del que van a hablar, la verdad es que me importa poco. Sé que lo estoy arruinando, que no doy la talla para el papel que me tocó en esta vida, pero no me importa. Lo único que quiero es estar aquí sentado, oyendo música con mis audífonos y fumando estos cigarros que las sirvientas me regalan de contrabando a cambio de dinero extra.   - Su Alteza… Aprieto los ojos y los abro, Arthur está parado delante de mí.   - Ya te habías tardado… Me levanto y sacudo la tierra de mi ropa.   - Su Majestad, el Rey – comienza a decir, acomodándose sus anteojos – Me ordenó que escoltara a su Alteza Real a la reunión con el parlamento   - De acuerdo… - respiro hondo – Cuando termine la reunión quiero comunicarme con Grace… - pido – Comunícate con el internado para que la dejen desocuparse de sus obligaciones y me atienda   - Lo intentaré su Alteza   - No lo intentes… - lanzo mi cigarro al suelo y lo piso – Hazlo Arthur asiente y me señala el camino a seguir. No quiero hacer esto, pero es inevitable. Soy el príncipe heredero a la corona, debo de mentalizarme esto, debo de asumirlo ¡Pero solo tengo diecinueve años! El mundo espera cosas de mí que no sé si seré capaz de hacer. Quiero que llegue el próximo otoño y poder largarme a Nueva York. Esa ciudad es mi nuevo paraíso imaginario, es mi capsula de escape. Entramos en el Palacio y caminamos por los pasillos hacia la sala de reuniones. Esta sala es una gran habitación circular donde mi padre y personas importantes se reúne a discutir cosas que luego serán sometidos a aprobación en la sede del Parlamento. Odio este lugar, todos los que vienen me miran como si yo fuera un fracasado ¡Y no los culpo! Pero ninguno de ellos, ni una sola vez, vino a preguntarme cómo me sentía o si me pasaba algo o si me dolía algo o si quería algo o necesitaba de alguien, solo ven al príncipe, se olvidan que soy una persona. Me importa poco lo que ellos piensen de mí, yo creo que todos ellos son una bola de estirados que creen saber qué es lo mejor para mí y mi vida, que creen que pueden jugar conmigo como si fuera una figura de acción. Jamás, desde el asesinato de mis padres, pudieron ofrecerme una mano bondadosa, solo me obligaban a quedarme callado y calmado mientras el mundo entero era espectador de mi desgracia, a ninguno le importó el dolor que sentía por la muerte de mi madre cuando me mandaron de regreso al internado en Suiza y no les importó cuando dejaron que la prensa hablara sobre mi mal rendimiento en la escuela, nadie le importó que era solo un niño deprimido por la muerte de su madre, solo veían lo que sería la base de un descontrol. Nunca les importé como persona, por qué debería de importarme lo que ellos piensen de mí, no me importa, pero a veces es inevitable enojarme.   - ¿Alexander, qué opinas? Vuelvo en mí, estoy en mi asiento rodeado de personas y mi padre en la punta de la mesa.   - No estoy de acuerdo Suelto, al instante se escuchan murmullos provenientes de todos los presentes.   - Lo ve… - habla una mujer, dedicándome una muy severa mirada – Discúlpeme su Majestad, pero con todo respeto… ¿Esta es la clase de rey que algún día América tendrá? Siento el aire atorarse en mi garganta. Miro a mi padre, veo la decepción en sus ojos, en los suyos y en los de todos los presentes. Me estremezco, no quiero que me vean nervioso y ni débil, pero el peso de sus miradas duele. Mierda… lo volví a arruinar…   - Tienes razón Lady Jackson – dice mi padre, siento un vacío en el estómago y el deseo de vomitar en mi asiento – Acabas de decir que no estás de acuerdo en darle una pensión a las familias de los que están pereciendo o han perecido en el campo de batalla, haciendo la diferencia de los votos.   - ¿Qué…? – suelto una risita nerviosa – No… no lo hice… - miro a todos a mi alrededor - ¿Eso significa que no lo pondrán a votación en el parlamento? – nadie dice nada – No pueden hacerlo – me siento acalorado - ¡No pueden hacerlo! – respiro de forma agitada, lo he arruinado de nuevo y solo me queda confesar - ¡No estaba prestando atención! Miro a todos lados, mis manos tiemblan y mis ojos me escocen, es difícil mantener la compostura cuando sabes que todos esperan que lo arruines. Miro a mi padre, incluso con una máscara para el oxígeno, noto su vergüenza. No es sorpresa alguna para mí, sé que le avergüenzo, pero lo que él siente por mí no se compara con lo que yo siento por él. Nada justifica que él se haya desatendido y haya alejado a dos niños indefensos que solo querían estar con su padre, nada justifica que él nos culpe de la muerte de mi madre. El odio y la vergüenza es mutuo. - Una vez más… - habla la misma mujer – Demuestras que no eres capaz de hacer bien las cosas   - Yo… No sé qué decir, me siento avergonzado. - La próxima vez intenta prestar atención – me pide mi padre – Estábamos hablando sobre las exportaciones, no te preocupes – lo miro con la boca abierta – Bueno… esta reunión ha concluido Mi padre hace una seña, su asistenta toma su silla de ruedas. Todos en la habitación se levantan en sus asientos hasta que mi padre sale de la habitación, yo me quedo sentado. La puerta se cierra detrás del último parlamentario, suelto un jadeo, salgo corriendo de este lugar ¡¿Por qué siempre tiene que pasar esto?! ¡¿Por qué?! No quiero arruinarlo, pero mis esfuerzos siempre son en vano, siempre creerán que soy un inútil que no merece el puesto en la línea de sucesión, que es mejor dejarle el cargo a la tía Helen y que su descendencia sea la que reine de aquí en adelante ¡Pero no pueden hacerlo! ¡Es mi derecho de nacimiento! ¡Pero no me dejan ni quieren que lo logre! Es muy difícil hacer las cosas bien o siquiera intentar hacerlas bien, cuando ya sabes que todos esperan que seas un completo fracaso. Entro en mi habitación y cierro la puerta de un solo golpe. Grito a todo pulmón, golpeo los muebles y pateo la mesa de centro lanzando los cuadros al suelo ¡¿Por qué tengo que ser yo el que tiene que soportar todo esto?! ¡¿Por qué?! Solo quiero paz y tranquilidad, vivir feliz ¡¿Por qué tengo que soportar todo este peso?! Lanzo una lámpara al suelo, se hace añicos, arrojo mi estante de libros y rompo un espejo. Respiro hondo, me encojo en el suelo, grito hasta que la garganta me arde.   - ¡Su Alteza! Grita Arthur, golpeando la puerta. - ¡Lárgate! Grito a todo pulmón, arrastrándome hacia el montón de hojas esparcidas por el suelo. Rebusco con desespero entre estas, miro a todos lados y vuelvo a gritar ¡¿Dónde está?! Tiene que estar en algún lado, lo atesoro como si fuera una de las joyas de la corona. Lo encuentro, el diario de mi madre, aquel que cargaba a todas partes y donde escribía de todo. Lo abro, paso mis manos por sus hojas y aprecio la caligrafía de mi madre. Paso las hojas arrugadas, una a una, leyendo pasajes de los pensamientos y sueños de mi madre. Respiro hondo, lentamente me voy calmando. Mamá quería viajar por el mundo, ser reina no era algo que le agradase, pero venía en el paquete de “Enamorarse de mi padre”, y asumió su papel con valentía y se convirtió en una de las reinas más queridas de Norte América. Llego a la última hoja, es una carta que me escribió luego de que “Huimos” a unas vacaciones familiares en una isla privada, la fecha de la carta es de dos días antes de su asesinato. Nunca fui bueno para comportarme en público o quizá solo era un niño siendo solo un niño. Los medios de prensa estaban haciéndose un festín al publicar que yo, un niño de trece años, era un maleducado, solo porque me dio un ataque de hipo en la conmemoración por el fallecimiento de mi abuelo. Mi madre estaba indignada, pero bueno, los medios obedecían a fuerzas mayores que los sobornaban para desacreditarla y tacharla de mala madre y destructora de protocolos. Creo que esa fue la primera vez en la que tuve que enfrentarme a la mala prensa americana, fueron días horribles para mí, siendo regañado constantemente por la abuela y viendo cómo esta y mi madre, hasta incluso mi padre, se enfrascaban en acaloradas discusiones. Mamá armó las maletas de mi hermana y mías, y nos fuimos, papá nos siguió al día siguiente… al tercer día mi madre fue asesinada… leo la carta:   A mi amado hijo:   Sé que para ti las cosas no van a ser nada fáciles en el futuro, eres el príncipe heredero, un título del que no vas a poder escapar nunca. Para mí fue difícil, dejar de ser quien era para convertirme en quien debía de ser, fue quizá, uno de los mayores retos que he tenido que afrontar, pero lo logré hijo mío.   Tengo mucha fe en ti, sé que serás un gran rey como tu padre, eres un muchacho muy bueno y no lo olvides. Serás el mejor rey que América llegue a tener, lo sé. No debes de derrumbarte ante las críticas de las personas que no entiendes este estilo de vida; sin embargo, de los errores se aprende y cometerás muchos a lo largo de tu vida, pero estos no deben de definir quién eres, solo deben de ser lecciones de vida que te harán seguir caminando con la cabeza en alto. Recuerda lo que siempre digo: “Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento”.   Te amo hijo.   Miro de nuevo la carta, derramo un par de lágrimas y miro todo el destrozo que he armado. Oigo la puerta abrirse, Arthur entra en mi habitación, con el rostro lleno de preocupación y una taza de té en las manos. Dejo la taza de té a un lado, me levanto del suelo… y lo abrazo, entonces logro soltar el llanto.   - Calme su Alteza… calme – susurra, dándome golpecitos en la espalda – Debe de ser fuerte, no se derrumbe   - Lo volví a arruinar… - sollozo – Lo volví a arruinar… - cojo el diario de mi madre – Mi madre creía en mí, la estoy decepcionando…   - No diga eso su Alteza, ella sabe lo que sientes y lo que te sucede… - saca un pañuelo de su bolsillo y me limpia el rostro – Usted solo debe de seguir esforzándose, pero hacerlo de verdad… - sonríe – Su madre, era una joven muy alegre… - ríe – También tuvo que soportar algunas cosas… pero todo se puede lograr… ella es la prueba de que sí   - Sí…   - Llamaré a la servidumbre para que limpie todo esto   - Arthur… - mi secretario me mira – Gracias por siempre estar para mí   - No hay de qué, su Alteza   - En verdad lo aprecio… Me dirijo a mi cama y me recuesto en ella.   - Por cierto, su Alteza – le miro – La señorita Jones estará en línea dentro de… - mira su reloj – Tres minutos – asiento, tomo mi portátil – Tendrá solo una hora para atenderlo   - Gracias Arthur…   - Avíseme cuando quiera que mande a la servidumbre   - Sí…   - Tómese su té – me señala la taza humeante en el suelo – Le hará bien   - Gracias Arthur – sonrío, levantándome y yendo por la taza – Ya puede retirarse…   - Sí, su Alteza Mi secretario hace una leve reverencia y sale de mi habitación, al instante escucho sonido de la llamada entrando. Corro hacia mi cama y tomo mi portátil, doy click en el botón de “Contestar”. El rostro de mi mejor amiga, una de las personas más cercanas a mí, quien me ha acompañado en mi mejores, en mis malos y en mis peores momentos. Grace Jones es, en definitiva, una de las personas que más aprecio en este mundo.   - Hola… Saluda sonriente.   - Hola pequeña – sonrío, me siento más tranquilo - ¿Qué tal Suiza?   - Ya sabes, frío, con nieve, uniformes… - reímos - ¿Qué tal la reunión?   - Un desastre – ruedo los ojos – Pero en fin, no quiero hablar de ello   - Yo te tengo un mejor chisme – sonríe – Es algo que me alegra con demasía   - ¿En serio? – alzo una ceja - ¿Qué puede ser?   - Mi abuelo y mi prima Elizabeth… - asiento con la cabeza – Se mudarán a Nueva York, vivirán con nosotros – sonríe con genuinidad, ese tipo de sonrisas hacen que sus ojos brillen y se achiquen de manera chistosa - ¡Me hace tan feliz! – aplaude – Lizzy merece ser feliz después de todo lo que ha pasado – esboza un puchero – Y a mí me alegra tener una hermana – sonríe aún más – En la noche haré video llamada con ella, tiene mucho que asimilar ahora que vivirá en la Gran Manzana   - Me imagino Grace no perdió a toda su familia en ese fatídico accidente hace un mes, solo su prima se salvó. Desde que somos pequeños, Grace siempre me habló de esta chica que vivía en una granja, su única prima a la que quiere con locura. Grace es una persona muy cariñosa, quizá un poco exagerando en lo melosa, pero es buena, y adora a su prima, la considera su única amiga además de mí. Todas las noches en el internado, ella prefería llamarla a ella que a sus padres y hablar por horas. Nunca tuve el placer de conocerla, salvo por fotos, y supongo que, si es digna del aprecio de Grace, puedo tolerarla si se presentara la oportunidad de conocerla.   - Estoy tan feliz – sonríe – Por fin regresaré a casa y no encontraré un pent-house vacío, estaré acompañada – sonrío, eso me alegra – Adiós a quejarme de la vieja bruja – me río – Es mujer preferiría morir antes que comportarse como mi madre, pero en fin… ¡Tendré una hermana!   - Me alegro por ti pequeña…   - Ya quiero que la conozcas cuando vengas a Nueva York   - Lo haré…   - Será un sueño hecho realidad ¿Te imaginas? – sonríe – Mis dos mejores amigos en este mundo, juntos en una misma habitación…   
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