Capítulo 4

2839 Words
  (***)   - Arthur… - me tambaleo a un lado, suelto una carcajada - ¿Qué demonios es esto? - Son los chocolates que su alteza ordenó poner en su avión Contesta mi secretario. - ¿En serio? – me río, abriendo una de las bolitas de chocolate y metiéndola en mi boca - ¡Soy un genio! – lanzo la envoltura al suelo – Tú – señalo a una de las asistentas – Limpia – sonrío – Ah… - me acomodo en mi asiento y tomo mi copa - ¿Por qué carajos mi copa está vacía? – miro a la otra mujer - ¿No pedí específicamente que la llenaran cuando la vieran vacía? ¿Quieres perder tu trabajo? - Lo siento… Sonrío. - No me hables – la miro - ¿Quién te crees que eres para hablarme? – le extiendo mi copa, ella la llena con licor – Eres solo una inútil… - bebo un sorbo - ¡Arthur! - ¿Alteza? Sonrío. - ¿Empacamos al masajista? - Si su Alteza, con “Empacar”, se refiere a que el masajista abordó el avión… - miro a mi secretario, este mira su agenda – Pues sí… - ¡Excelso! – chasqueo los dedos – Díganle que venga, ahora – una de las asistentas camina lejos de mi vista, bebo otro sorbo de champagne – Qué buena forma de pasar mi semana – sonrío, mirando mi teléfono - ¿Crees que Grace me extrañe? - La señorita Jones siempre lo extraña, su Alteza – contesta Arthur con una sonrisa – Como siempre dice la señorita Jones, usted es su única fuente de alegría y diversión - Lo mismo pensé… - me froto la barbilla, bebo otro sorbo, la asistenta llena mi copa al instante – Le compraré un regalo, he sido un maleducado al llegar sin algo para ella - Lo agendaré su Alteza Dice Arthur, tomando su agenda de nuevo. - Sobre todo ahora… - miro por la ventana, las nubes se ven esponjosas – Que ha perdido a su única familia… - Es una pena, su Alteza – oigo decir a Arthur, asiento, siento una presión en el pecho, yo sé cómo se siente perder a tu familia – Su alteza… - me giro a verle – El masajista… - Sí… - sonrío – No necesito de sus servicios, puede retirarse – el hombre hace una reverencia y se va, sonrío - ¿A qué hora sirven el almuerzo? – me bebo el contenido de mi copa de un sorbo – Muero de hambre ¡Tú! – una asistenta se me acerca – Tráigame algo de comer… - veo como mira a Arthur y luego a su compañera - ¡¿Qué no me oyó?! – la miro con enojo - ¡Ahora! – apunto con el dedo el pasillo por donde el personal desaparece - ¡Hazlo! - Sirva solo la entrada – le pide Arthur – Su alteza comerá el almuerzo en la hora del almuerzo o tendrá hambre de nuevo… - Esta gente es estúpida – me quejo, Arthur solo asiente con la cabeza – Unos incompetentes, despídalos a todos - Alteza - He hablado Arthur, quiero verte escribirlo en tu agenda - Sí… Arthur toma su bolígrafo, el que le regalé por su cumpleaños, está chapado en oro. - ¿Y bien? – miro a mi alrededor - ¡¿Dónde demonios está el masajista?! – la otra asistenta balbucea algo - ¡¿Qué dijiste?! – la miro fijamente - ¡¿Esperas una invitación?! ¡Ve y tráelo! – la asistenta hace una reverencia rápida y sale corriendo, río – Arthur… ¿Cuánto falta para llegar a casa? - Faltan cinco horas su Alteza… - Arthur abre su agenda – Alteza, si me disculpa, creo que deberíamos de repasar su agenda – pongo los ojos en blanco, Arthur abre el maldito cuaderno que carga a todos lados – Su Alteza llegará a casa a las cinco de la tarde, será escoltado a su vehículo el cual lo llevará hasta el Palacio Blanco – miro por la ventana, le doy un par de golpecitos con los nudillos – Su Alteza podrá descansar un rato, a las siete cenará con su familia, me informan que prepararán el platillo favorito de la princesa Isabelle, por lo que mariscos será – asiento, tamborileando con los dedos – A las ocho y media tendrá una corta lección de economía con Sir Wellington para prepararlo para la reunión con el parlamento que se llevará a cabo mañana   - Demonios… - me llevo una mano al rostro – Creo que te especifiqué que esa reunión debía de estar incluida en estas pequeñas vacaciones – miro a Arthur, este se ve tranquilo – Para así decir que no llegué a tiempo   - Me temo, su Alteza, que se me hizo imposible extender estas vacaciones, sobre todo porque su Majestad, el rey, aplazó un día esta reunión para que usted pudiese asistir   - Maldito hijo de puta… - suelto con enojo, Arthur hace un ruido con la garganta, ruedo los ojos – Ni postrado en cama atado a un tanque de oxígeno evitó que me joda… - río y aplaudo - ¡¿Por qué demonios se tarda el masajista?!   - Su Alteza… Me levanto de mi asiento y camino por el pasillo.   - Su Alteza… - una de las asistentas aparece, el masajista está detrás de ella – El masajista estaba buscando su equipo de…   - ¡¿Qué te dije acerca de hablarme?! – la miro con enojo, apretando los puños - ¡No eres nadie para hablarme! ¡Eres una simple empleada en este avión! ¡No eres nadie para hablarme! ¡No eres nadie para estar en mi presencia! ¡Desaparece! – grito aún más alto – Y tú… - el masajista mira el suelo, en ningún momento alzó la mirada y se mantiene en posición de respeto – Bien… - sonrío – Comienza ahora antes de que me enoje…   - Alteza… Hace una reverencia y comienza a instalar su equipo.   - En fin… - me dejo caer en mi asiento, la otra asistenta llena mi copa con más licor – Al fin de cuentas… - miro a la asistenta – Ya los despedí a todos… - me río - ¿Cierto Arthur?   - Me temo que sí, su Alteza – mi secretario mira a los empleados – Sigan con sus labores, por favor… - tomo el contenido de mi copa y la dejo a un lado, me quito la camisa y me recuesto en la camilla de masajes – Siguiendo con su agenda…   - Arthur, por Dios… - siento las manos del masajista en mi espalda – Luego del masaje me sigues diciendo todo lo que tengo que hacer hasta el día de mi muerte, pero ahora… - respiro hondo – Déjame relajarme…   - Lo siento, su Alteza – le escucho cerrar su agenda – Pero es un tema un tanto delicado y… de carácter confidencial…   - Mierda, solo dilo…   - Es… - miro el suelo alfombrado de mi avión – La universidad, su Alteza… - asiento – Usted y su Alteza real, la princesa Rosaline, tendrán un conversatorio con miembros del parlamento y su Majestad, la Reina Madre, sobre su próxima estancia en la universidad   - Cierto… - cierro los ojos – La universidad… - sonrío – Al fin… algo de paz y tranquilidad… - suelto una risita – Aunque Rose esté en ese paquete…   - Estoy seguro que su Alteza Real, la princesa Rosaline, piensa lo mismo sobre usted Ambos reímos.   - En fin… - giro la cabeza para ver al único hombre que ha sido un padre en mi vida – Me emociona ir a la universidad…   - Igual a mí, su Alteza – Arthur me sonríe – Me alegra verlo tomar una decisión tan madura   - Gracias… - acomodo de nuevo mi cabeza sobre la camilla, cierro los ojos - ¿Qué harás en mi ausencia?   - Creo que mi esposa y yo utilizaremos el regalo que nos dio en Navidad   - Oh… - sonrío – Cierto… - río – Un crucero por el Caribe   - Ambos estamos emocionados   - Me alegro En verdad me alegro. Arthur es la persona más buena que conozco en este mundo, no sé qué haría sin él. Mi madre lo apreciaba mucho y era una de las pocas personas dignas de su entera confianza, tengo el mismo sentimiento hacia él. En todos estos años, desde aquel día, Arthur ha sido mi padre, pues el mío apenas y le veo el rostro. Mi padre, el Rey Alexander, vive día y noche encerrado en su habitación a la espera de que el cáncer lo termine de matar. Le importamos un comino mi hermana y yo, solo sale para cenas importantes y distintos eventos donde se le requiera, pero no fue a mi graduación en la escuela, no asistió a ninguno de los cumpleaños de Isabelle desde que tenía tres años y cualquier cosa que nos quiera decir, nos lo hace llegar a través de su secretario. Mi padre es un ser patético que no pudo sobreponerse a una desgracia, merece morir.   El avión aterriza en DC a la hora que Arthur indicó. El servicio secreto, mis guardaespaldas, me guían a la limusina, evitando a los fotógrafos hambrientos por una imagen de mi rostro. Entro en la limusina y dejo escapar un bufido, lanzando mis lentes de sol a un lado. Me froto el rostro, necesito mi cama con urgencia y más de ese licor que había en el avión. Veo a la tripulación, Arthur está hablando con todos ellos, veo el rostro de enojo y decepción en cada uno de ellos, incluso puedo leer las protestas en sus labios. Quizá despedirlos no fue una buena idea, pero me da igual, ya lo hice y mi palabra es ley, soy el príncipe heredero a la corona americana, el mundo entero debe de doblegarse ante mí y obedecerme. El viaje al Palacio Blanco es rápido, todo siempre es más rápido cuando tienes escolta policial flanqueándote. La limusina se estaciona, los guardias rodean el vehículo y Arthur se baja de este, me abre la puerta y salgo. Hogar dulce hogar, miro la enorme pieza de arquitectura, este es mi hogar y no puedo hacer nada para cambiarlo, no puedo hacer nada para evitarlo. Las sirvientas se hacen cargo de mis maletas y otras sostienen fuentes con bocadillos, tomo algunos y camino perezosamente hacia las escaleras, quiero estar en mis aposentos lo más pronto posible.   - Pero miren a quien tenemos aquí… Giro los ojos.   - Rose, tengo un fuerte dolor de cabeza… - me giro a ver a mi prima – No molestes   - ¿A sí se trata ahora a la familia? – Rose se me acerca sonriente – ¿Cómo está?   - ¿En serio te importa? La miro con una ceja alzada.   - Ey… - me mira con falsa indignación – Que tu odiosa amiga no sea de mi agrado, no significa que voy a bailar sobre los c*******s de su familia… - vuelvo a alzar una ceja – Perdón, mala elección de palabras, pero no sé cómo reaccionar ante esa noticia… - suelta un suspiro - ¿La odiosa está bien?   - Algo triste – contesto al fin – Eran sus únicos tíos, su tía incluso estaba embarazada…   - Que horror… Asiento a sus palabras.   - No obstante… - me recuesto en mi cama y cierro los ojos – Su prima sobrevivió   - Gracias al cielo… Suelta Rose sin emoción.   - Sí… según Grace, quizá la chica tenga que mudarse y vender todo lo que posee debido a que ahora es huérfana   - Pobre… Ambos nos miramos y soltamos una risita.   - En fin…  - me siento en la pequeña sala al medio de mi habitación, Rose me imita - ¿Qué haremos mañana?   - Creo que ya lo hemos decidido Alexander… - asiento – El próximo otoño iremos a Nueva York y asistiremos a la Royal – vuelvo a asentir – Yo quiero continuar con mis estudios y tú… - sonrío – Pues tú ya verás qué hacer… - se estira hacia mí – No lo arruines Alex… - pide – Trata de esforzarte, incluso si esto es solo una excusa para alejarte del palacio… intenta esforzarte   - Lo haré Rose…   - El mundo entero ya tiene suficiente material como para lanzarte mierda – miro a otro lado – No les des una más   - No lo haré, descuida – sonrío con amargura – No dejaré en vergüenza el buen nombre de la familia Hastings… - poso los pies sobre la mesa de centro – Descuida princesa   - Vete a la mierda Alexander – me río - ¡Hablo en serio! – me lanza un cojín - ¡No puede seguir arruinándolo! ¡No ahora!   - ¡Lo sé! – le lanzo un cojín, riendo – Lo sé… - bajo la mirada y tomo mi cabeza con ambas manos – Lo sé…   - Tu padre se está muriendo… sabes lo que significa…   - Lo sé Nos miramos, asiente con la cabeza.   - En fin… - recuesta la cabeza en el respaldar del sofá y mira hacia el techo – Mañana en la noche estaré volando de regreso a Suiza… - me recuerda – Ah… - gruñe – Tendré que soportar a tu odiosa amiga… sola…   - No le digas así – pido, cerrando los ojos – Grace es… linda   - Solo a ti te parece linda, tienes pésimo gusto   - Es mi amiga, Rose – nos miramos – Es la mejor amiga que tengo   - Pues entonces tienes pésimo gusto para elegir amigos   - Rose…   - Es que esa chica es tan… - hace una mueca – No me agrada, nunca me ha agradado   - Es caprichosa, lo admito, un tanto desesperante… - me río – Pero así la quiero…   - Pues entonces no sé qué decir… - se cruza de brazos – No quiero soportarla sola… - me mira – Extrañaré tenerte en el internado… - sonrío – Debiste reprobar el año y así quedarte conmigo…   - Bueno… mira el lado amable, ahora iremos a la universidad juntos…   - Sí… - suelta un suspiro – La verdad, a mí también me alegra poder alejarme de este lugar, aunque no sea permanente… quizá tener una vida más allá de ser una princesa… - toma su peineta de plata – Quiero sentirme como alguien normal…   - Yo quisiera sentirme como cualquier persona, menos el príncipe heredero – miro el techo – Quisiera ser cualquier persona   - Alex…   - Mejor hay que prepararnos, la cena se servirá pronto…   - Sí… - Rose se levanta – Por cierto… - me mira con una ceja alzada y los brazos cruzados – Escuché por ahí que el parlamento va a intentar buscarte novia   - ¿Qué…?   - Lo que escuchaste – contesta – Con tu padre, el Rey, teniendo un pie sobre la tumba, es deber del parlamento el empezar a buscarte esposa para que tengas todos los requisitos necesarios que la ley manda, para que asciendas al trono   - Maldita sea… - golpeo el sofá – Tengo diecinueve, no soy capaz de ejercer mi derecho por nacimiento debido a mi edad… - suelto una amarga risa – Solo podría ascender al trono teniendo veinticinco años, pero mi padre se está muriendo – niego con la cabeza – No entiendo por qué no derogan una ley tan estúpida como esa…   - Porque el matrimonio está asociado a la madurez… - Rose rueda los ojos – Hasta la época de mis padres podría aceptar tal precepto, pero que exista una ley de esa índole en estos tiempos… ¡Es ridículo!   - Mucho…   - Por eso, Alexander, cuando vayamos a la universidad, tendrás que estar con los ojos bien abiertos para que puedas encontrar a alguien   - Lo dices como si fuera fácil   - Primito, tienes diecinueve años y nunca has besado a alguien – ruedo los ojos – Tendrás que hacerlo fácil a menos que quieras que tu primer beso y tu primer encuentro s****l sea con alguien a quien el parlamento elija   - Mierda… Vuelvo a golpear el sofá.   - Si no vas a usar la universidad para estudiar, no estaría mal que al menos lo uses como una forma de… enamorarte…   - Enamorarme Repito, soltando una risita sarcástica.   - O al menos fijarte en alguien, ya después te divorcias   - Que horror… - ruedo los ojos – En fin… déjame solo, quiero darme un baño   - Sí… nos vemos en el comedor… Suelto un suspiro, mi prima sale de mi habitación. Miro lo que me rodea, me siento abrumado, acalorado, con deseos de ahorcarme con mis sábanas ¿Por qué tiene que ser difícil? ¿Por qué no pude ser alguien normal? ¿Por qué mi vida tiene que estar controlada por un grupo de hombres y mujeres que ven mi vida como un objeto o una arcilla que ellos pueden modelar a su beneficio? Odio esto, odio ser el príncipe heredero, odio todo lo que ese título representa. Miro mi mesa de té, tomo la foto de mi madre y paso mis dedos por su rostro. Ella hubiera querido algo distinto para mí, por lo menos el poder decidir sobre algo como la persona con la que me deba casar.   - Mierda… - siento un nudo en la garganta – Si no te hubieras ido… - aprieto el retrato en mis manos – Nada de esto me estaría pasando…   
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