Capitulo 2

2216 Words
Al parecer, Héctor no tenía respuesta y Samuel se recostó en su silla, satisfecho. Dejaría de insistir en conseguirle una cita y él volvería a su vida triste y sin vida. Entonces Héctor dijo: —Es parte de su encanto. Además, tiene razón. Tiene quince mil seguidores. Samuel no estaba seguro de haberlo oído bien. —Quince mil seguidores, —repitió lentamente. —¿Para Choi Joongwoo? —¿Quién tiene quince mil seguidores?—Jimie apareció junto a Héctor, con una taza de café en la mano. Héctor se quedó con los ojos llorosos al ver a su novio y no pudo responder. Samuel le contó: —Hochi está intentando emparejarme de nuevo. Jimie tomó asiento y asintió con aire de sabiduría. Algo en su expresión inquietó a Samuel. —Espera, —dijo, reconstruyendo las cosas lentamente, —¿Lo sabías ? —Quizás lo hubiera hecho, —dijo Jimie, hundiendo la cara en el café para evitar la mirada acusadora de Samuel. Cuando volvió a levantar la vista y vio que Samuel seguía mirándolo, suspiró. —¡Quizás lo hubiéramos hablado anoche! —Anoche en la cama con mi hermoso novio, —agregó Héctor. —Qué asco, definitivamente no necesitaba saberlo. —Jimie, por supuesto, lo encontró encantador e intercambiaron un beso rápido, nada más que un pico, antes de continuar. —Creo que te vendría bien, Samu, —dijo Jimie, implorando con la mirada a Samuel que lo reconsiderara. —Podría ser como una, no sé, una distracción. —Realmente no me distraigo, —dijo Samuel. —Podrías distraerlo, —sugirió Jimie. Ante la expresión inexpresiva de Samuel, dijo: —Choi Joongwoo no... ¿cómo decirlo? No es de los que se comprometen. Héctor se inclinó y dijo: —Es un cabrón. —Qué sorpresa —dijo Samuel con sarcasmo—. ¿El alfa con todas las fotos sin camiseta? —¿Le enseñaste las fotos? —preguntó Jimie, con el rostro iluminado—. ¿Se le cayó la baba como esperabas? —¡Oye! —Samuel se sintió ofendido—. No me gusta que hayas estado hablando de mí en la cama cuando no estoy. —¿Quieres estar ahí? —preguntó Héctor, fingiendo sorpresa, y Jimie rió disimuladamente. Samuel hizo ademán de irse (se habían vuelto insoportables desde que habían empezado a salir hacía seis meses, tras un largo y agonizante relato de Héctor, que se desmayaba cada vez que Jimie hacía algo decente, como sostenerle la puerta abierta a alguien o recordar que era su cumpleaños), pero la mano de Héctor voló hacia adelante y aterrizó encima de la de Samuel. Por un instante, Héctor permaneció sentado, prácticamente agarrando la mano de Samuel. Finalmente se dio cuenta y la retiró de golpe. —Lo siento —dijo—. Solo creo que deberías pensártelo. De verdad. Hay una fiesta este fin de semana y Choi Joongwoo estará allí. —Significa que no pasarás otra noche de viernes viendo episodios de Boys Over Flowers, —intervino Jimie, moviendo las cejas. Samuel se giró hacia Héctor, quien tuvo la sensatez de parecer avergonzado. —Hochi, ¿cuánto le has contado? ••• Las fiestas del campus eran lo peor. Cuando Samuel era estudiante, no tenía más remedio que asistir; tenía mucho tiempo libre, un horario estudiantil que giraba en torno a la noche y las siestas durante el día; tenía muy poco dinero, lo que significaba que sus opciones para pasar las tardes se limitaban a quien tuviera presupuesto para la bebida; y lo más importante, tenía amigos, como Héctor y Nicolás, que disfrutaban de alguna fiesta ocasional y arrastraban a Samuel. Había tenido que tolerar cerveza tibia y música de baile que salía de altavoces comprados baratos, parejas apretujadas unas contra otras y enfrentándose, llevados por un frenesí que provenía de las hormonas que los alfas y omegas apestaban por todas partes, y charlas triviales con desconocidos que estaban frecuentemente borrachos o drogados, o una combinación de ambas cosas, lo que significaba que tenía que tener cuidado donde pisaba, porque ellos ciertamente no lo estaban haciendo. También estaba el alojamiento de estudiantes que atormentaba sus sueños; la falta general de limpieza o orden que olía a una casa que no había estado limpia incluso antes de que la fiesta hubiera comenzado; los vasos rojos desechados y los fragmentos de botellas rotas que se sintió obligado a recoger antes de que alguien se lastimara; el piso manchado y pegajoso y el arte de pared torcido, si es que había alguna decoración en las paredes para empezar. Era algo que creía haber dejado atrás cuando se graduó y asumió que las fiestas serían de un estándar más alto (y sus estándares no eran demasiado altos, considerando que cualquier fiesta donde las parejas no estuvieran pegadas a la pared era una fiesta que podía apoyar), pero aquí estaba, un viernes por la noche, sosteniendo un vaso de cerveza tibia y siendo atormentado por una horrible y progresiva sensación de déjà vu. —Fiestas universitarias, —suspiró Héctor con una especie de nostalgia melancólica deslizándose en su voz con la que Samuel no se identificaba en absoluto, —¿No te encantan? Se oyó un golpe seco cuando una pareja a su lado empezó a besarse contra la pared. Samuel miró fijamente a Héctor. —No, —dijo, —no lo hago. Héctor le rodeó los hombros con el brazo, algo que Samuel permitió, porque era Hochi, y con él se aplicaban todas las excepciones. —Tranquilo, —dijo. —Son las nueve de la noche y no estás en la cama. El mundo es tuyo, Samu. Samuel, dio un trago a la cerveza e hizo una mueca al verla bajar por su garganta. Dejó el vaso a un lado. —Mi noche de viernes ya pinta mejor que lo que será esta noche. —¿Extrañas tus bocadillos de algas? —bromeó Jimie, finalmente alcanzándolos. Otra mirada hacia Héctor. —Quizás sea psíquico, —susurró Héctor con aire de conspiración. Jimie rió. Se aventuraron más profundamente en la fiesta, que parecía haber estado a toda marcha durante un par de horas, si el estado de la sala de estar/comedor era una indicación: había tazas esparcidas por todas partes, había un animado juego de beber con cartas sobre una mesa de comedor que parecía lista para terminar, y entre los asistentes a la fiesta dispersos entre sofás gastados, se estaba pasando un porro. En la esquina, una mesa crujía bajo el peso de varias botellas y varias pilas de vasos rojos. Parecía que habían comprado lo suficiente para sobrevivir al fin del mundo. —Voy a tomar algo —anunció Héctor—. Jimie, ¿quieres algo? —Todo parece tan tentador, —bromeó Jimie en referencia al vodka que probablemente era decapante de pintura y la sidra barata envasada en grandes botellas de plástico, —¿Cómo elegiré? Se dejó llevar y Samuel dijo, esperando que solo ellos dos lo oyeran: —¡No me dejen! ¡No conozco a nadie aquí! Héctor se giró y saludó a Samuel con la mano. Fue bastante dramático considerando que la mesa de bebidas estaba a solo unos metros. Samuel se desplomó contra la puerta y se resignó a su destino. Héctor y Jimie se pusieron a charlar con alguien en la mesa de bebidas, y su animada charla llenó la sala, tan fuerte que se oía por encima de la música, que alguien había decidido subir. Sonaba una canción más lenta, pero con el mismo bajo potente. El cantante, entrecortado, canturreaba por el micrófono. Samuel pensó en cómo añadir la batería como instrumento de acompañamiento habría dado vida a la canción, cuando alguien lo empujó, impulsándolo unos pasos hacia adelante. Samuel se tambaleó para recuperar el equilibrio y miró hacia arriba, desconcertado por el giro de los acontecimientos. La figura llevaba una chaqueta de cuero y tenía la cabeza inclinada hacia el suelo. Extendieron una mano tatuada y dijeron: —Mierda, lo siento, lo siento. No estaba mirando por dónde iba. —Está bien, —dijo Samuel secamente. —No es como si una persona estuviera aquí parada ni nada. —Dios mío, necesitaba un trago. Miró a Héctor y Jimie, esperando que terminaran su conversación, pero fue en vano. Samuel tendría que esperar si quería otra copa. La figura alzó la vista ante la evidente ofensa en el tono de Samuel y sonrió. —Eres un luchador, —dijo. Se apartó el pelo de la cara y Samuel tardó demasiado en darse cuenta de que se trataba de Choi Joongwoo en persona, y no de un alfa sin camiseta en una publicación de i********:. Era más atractivo en persona, más real, pero Samuel no iba a admitirlo con Joongwoo frente a él. —Sí, vale —dijo Samuel, intentando darle el mayor tono despreocupado posible—. No soy un omega guapo para que lo dejes de lado. Joongwoo lo observó detenidamente, recorriendo con la vista los vaqueros ajustados y rotos que Samuel había decidido ponerse esa noche y la camisa azul de satén que llevaba medio metida en el pantalón. Había sido una decisión más atrevida, pero Héctor y Jimie lo habían incitado, fingiendo que Samuel no había salido en años, y esta era su oportunidad de divertirse. —No, —dijo Joongwoo lentamente, mordiéndose el labio antes de soltarlo. —No lo harás. Joongwoo lo observaba, y Samuel no tenía mucha experiencia con que lo observaran en fiestas. Había intentado evitarlas siempre que podía. Sin embargo, tenía mucha experiencia con alfas que creían que eran la alegría del mundo y que el mundo mejoraba al instante dondequiera que estuvieran. Era mejor que los ignoraran, y era una técnica que Samuel había perfeccionado con el tiempo. Sabía que funcionaba, porque sabía que su alfa interior también odiaría ser ignorado. Samuel le dedicó una sonrisa forzada que no le llegaba a los ojos, levantó su bebida y dijo: —Que tengas una buena noche, Joongwoo. Se dio la vuelta y se alejó, dándose cuenta solo unos pasos después de haber admitido saber quién era Joongwoo, aunque Joongwoo no se había presentado con él. Samuel se quedó paralizado, consciente de que, sin querer, le había dado al estúpido alfa un gran impulso de ego. Samuel cometió el error de mirar por encima del hombro y vio que Joongwoo estaba bebiendo algo, con sus ojos oscuros fijos en Samuel por encima del borde. Al ver que Samuel lo miraba, saludó con la mano y sonrió, apoyándose en la pared. ••• —Tienes que sacarme de aquí, — interrumpió Samuel la conversación de Héctor y Jimie con el amigable desconocido. Intentó disculparse con una rápida mirada, antes de acercarse e intentar hacerles notar la urgencia de la situación. —No puedo ir a fiestas universitarias, simplemente no puedo. Soy un hombre mayor al que le gusta ver dramas coreanos y comer algas, y no me importa. Tomó aire para recuperarse de su diatriba. Héctor y Jimie lo miraban con aire perdido. —De acuerdo —dijo Héctor lentamente—. Eh, Smauel, este es Seokjin-ssi. Seokjin-ssi, Samuel. —Ya pasamos las formalidades, ¿verdad?, —preguntó Seokjin con una sonrisa radiante. A él también lo podrían confundir con una estrella del K-pop. ¿Eran todos los presentes realmente atractivos? —Choi Seokjin, —le dijo a Samuel, extendiéndole la mano para estrecharla. Samuel, consciente de lo absurdo de estrecharle la mano en una fiesta universitaria, la aceptó. —Mucho gusto, —dijo. —Disculpe la interrupción. Necesito que alguien me llame un taxi. Mi teléfono está muerto. —Llevamos aquí solo cinco minutos —replicó Héctor—. ¿No puedes relajarte un poco? La boca de Samuel se tensó. —No me importa no soltarme nunca, —le dijo a Héctor. —Si estar apretado está mal, me parece bien. —Se dio cuenta demasiado tarde de lo que había dicho y se sonrojó mientras Héctor, Jimie y Seokjin ocultaban una sonrisa. —En fin ... —Veo que conociste a mi molesto hermano menor, —dijo Seokjin, lo que provocó que el cerebro de Samuel se detuviera mientras procesaba lo que dijo. —¿Eh? —No es mi hermano menor biológico, —explicó Seokjin, —Solo uno en espíritu. ¿Choi Joongwoo? Además de que coincidimos en apellidos, el apellido Choi es muy común en mi país. Samuel contuvo un gemido. No había oído hablar de Joongwoo hasta hoy, y ahora parecía que aparecía en todas partes: en su conversación con Héctor esta mañana, al ver su perfil de i********:, al encontrarse con él en una fiesta y ahora con Seokjin, a quien acababa de conocer, pronunciando su nombre. —Él no es el coco, Samuel, —dijo Héctor, interpretando su expresión. —Es agradable, una vez que lo conoces. Samuel resopló, porque nada en la expresión de Joongwoo indicaba que quisiera conocerlo. No era tan inocente. Hablaba de apiñarse contra una pared y besarse, lenta y suavemente, hasta transformarse en algo más intenso, mucho más intenso, dos cuerpos pegados, ruborizados, saboreando la sensación de que esto podría llevar a algo más, algo que implicara follar frenéticamente en la trastienda de una fiesta universitaria, o retozar en un callejón.
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