Capitulo 3

2593 Words
Samuel sintió una calidez que le recorría el cuerpo al imaginarse las cosas. Al otro lado de la habitación, su mirada se cruzó con la de Joongwoo, como si siempre lo hubiera atraído. Joongwoo hablaba con alguien, pero sonrió al sentir la mirada de Samuel sobre él. Esa sonrisa era demasiado sugerente para el gusto de Samuel, así que se dedicó a preparar una bebida —sidra recién salida de la botella tibia— y a beber un sorbo. —Por favor, perdona a mi hermano maricón en espíritu, —dijo Seokjin. Samuel tosió al darse cuenta y la bebida le salió por el lado equivocado. —Tiene, eh, cierto tipo. —Samuel se preguntaba qué tipo era, cuando Seokjin añadió: —Ya sabes, omegas. Una risa escapó de Héctor, lo que hizo que Seokjin pareciera un poco nervioso, como si hubiera cometido un error al decir abiertamente que Samuel era un omega cuando el error se debía a que estaba completamente equivocado. Samuel era un alfa, pero la gente se equivocaba a menudo. Estaba acostumbrado. Sin embargo, Héctor no dijo nada, y Samuel no se molestó en corregirlo. Su presentación no era asunto de nadie, y su preferencia por los alfas, por disfrutar de esa lucha de poder y la euforia que se siente al dominar a alguien que quería el control pero lo cedió, era lo suficientemente intensa como para que Samuel hubiera salido con varios alfas a lo largo de los años. Su historial reciente era más bien un pequeño detalle, una señal de que su vida laboral lo había absorbido y las citas se habían convertido en un leve recordatorio de algo que solía hacer los fines de semana por la noche. Ahora, era más bien una muleta; una misión que Héctor tenía que romper, a pesar de la insistencia de Samuel de que estaba bien soltero. Samuel no sabía cómo decirle que no le gustaba estar solo —a veces, ni los bocadillos ni el sonido de la tele lograban acallar sus pensamientos, el dolor sordo de no tener a nadie a quien llamar hogar—, pero tener citas era un inconveniente, una molestia. No tenía tiempo para eso, era su decisión, y no pasaba nada. Pero la forma en que Joongwoo lo observaba desde el otro lado de la habitación lo estaba desintegrando por completo. Había olvidado lo que era ser deseado abiertamente de esa manera. Imaginar que las miradas intercambiadas desde el otro lado de la habitación podían derivar en algo más, algo más sucio, algo más frenético. ¿Joongwoo también lo tenía catalogado como omega o sabía más de lo que dejaba ver? —He estado en suficientes fiestas universitarias para saber cómo va esto, —respondió finalmente Samuel, terminando su bebida y sirviéndose otra, esta vez con el vodka decapante que sabía exactamente como estaba anunciado en la botella; afirmando ser de bajo, muy bajo precio de 3 dólares. —¿Fuiste a fiestas universitarias?, —bromeó Héctor. Jimie le dio un codazo sutil, lo cual era agradable al saber que Jimie estaba de su lado, de vez en cuando, aunque fuera el novio adorado de Héctor. —Es que no me acuerdo, eso es todo. —¿Cuándo te graduaste?, —preguntó Seokjin, con bastante curiosidad por la vida de Samuel. No había mucho que contar. —Hace un par de años, —dijo Samuel. —Ahora trabajo en el departamento de música. Seokjin hizo una mueca, se dio cuenta de su aspecto y explicó: —Recuerdo al profesor Jim. ¿Sigue ahí? Esto hizo reír a Samuel, quien agradeció saber que no era el único. Les había contado a Héctor y Jimie todo sobre el Profesor Jim, pero no pudieron apreciar lo dinosaurio que era. —Creo que lo sacarán de ahí en un ataúd, —admitió Samuel, provocando una risa aguda, estridente y que atrajo mucha atención de Seokjin. A Seokjin no parecía importarle, como si estuviera acostumbrado a que lo miraran. Tenía ese carisma natural, sonrisas fáciles y un comportamiento accesible. —No puedo creer que siga ahí, —dijo Seokjin, una vez que terminó de reír, casi sin aliento. —Dios mío. ¿Aún recuerda los acordes? —Eso y más, —dijo Samuel, un poco amargamente. —Ay, ay —dijo Seokjin—. ¿Qué hizo? Samuel se encogió de hombros, consciente de que Héctor y Jimie eran espectadores de su conversación y que lo que realmente quería decir no era digno de una fiesta universitaria donde la gente estaba bebiendo y tratando de olvidar sus problemas, en lugar de mencionarlos activamente. —Le encanta menospreciarme, —dijo finalmente Samuel. —Me hace quedar como un idiota que llegó al puesto de asistente de profesor por casualidad, en lugar de alguien que estudió música durante cuatro años y sigue con el ritmo. Seokjin emitió un sonido compasivo y levantó su taza roja. —Por los profesores desconectados, —brindó. —¡Y por sus sufridos empleados! —Brindaré por eso, —dijo Samuel, y chocaron sus vasos rojos. —Me encanta mi trabajo, así que no haré comentarios, —respondió Héctor amablemente. —Soy estudiante, pero beberé en nombre de Samito, que se ensaña con el departamento, —dijo Jimie. Seokjin vitoreó y volvieron a chocar sus vasos. ••• Por un tiempo estuvieron sentados junto a la mesa de bebidas mientras el alcohol seguía fluyendo, más allá del límite que Samuel normalmente respetaba, hasta que estuvo achispado al borde de la borrachera, y su normalmente cuidadosamente elaborada personalidad pública estaba dando paso a un personaje diferente: el borracho Samuel, que no tenía problemas para expresar cada pequeño pensamiento que le venía a la cabeza, derramando sus entrañas a quienes lo escucharan. Un pequeño grupo de amigos de Seokjin se reunió alrededor de Samuel, Héctor y Jimie, con Seokjin misteriosamente ausente. Estaban despatarrados en el sofá, charlando entre ellos, con una energía vibrante, tan fuerte que Samuel casi podía sentirla. Un chico le ofreció su porro, y Samuel lo rechazó cortésmente. —Mi cuerpo es un templo, —dijo Héctor cuando se lo ofrecieron. Jimie lo tomó y lo inhaló, provocando varias miradas curiosas, incluidas las de Héctor. —Su cuerpo también es un templo, pero es atractivo, así que se le pasa, —corrigió Héctor. Jimie estaba asquerosamente enamorado de él, así que dijo —aww. —¿Cuándo se conocieron? —Un amigo de Seokjin preguntó. —Oficialmente hace un año, pero llevamos seis meses saliendo, —dijo Héctor. —Al principio, Jimie me deslumbró demasiado como para hacer nada. Jimie puso los ojos en blanco como si hubiera oído esa explicación mil veces. —Le di muchas indirectas, pero no las captó, —insistió. Héctor se giró hacia él, indignado. —¡Eso no es cierto!, —jadeó. —¡Lo estás describiendo todo mal! —Adelante —dijo Jimie sonriendo—. Cuéntalo tú. Héctor disfrutaba del espectáculo. Se llevó una mano al corazón, consciente de que todas las miradas estaban puestas en él, y dijo: —Yo, un beta flaco y lamentable, me quedé atónito con la belleza de este omega y supuse que tenía cosas más importantes que hacer que yo. Que él, un omega talentoso, inteligente y guapísimo, tendría un aluvión de citas, invitaciones y gente que veneraría el suelo que pisaba. —Lo cual no era cierto, —añadió Jimie. —Lo cual podría haber sido cierto, —dijo Héctor. Samuel no había oído esta parte de la historia en todos los relatos y siguió escuchando con curiosidad. —Pero eso no importa. ¡Esté pobre beta prevaleció! Una ovación se alzó en el grupo, y algunos brindaron por la proclamación de Héctor, lo que demostraba lo borrachos que estaban todos. Diversos estados de ebriedad, algunos más desaliñados y con los ojos vidriosos que otros, pero borrachos al fin y al cabo. Héctor se disculpó para ir al baño, tirando de Jimie tras él (una tapadera obvia), y Samuel desvió la mirada. —Siempre nos pasan por alto, —dijo el chico sentado junto a Samuel con una mueca. Lo miró a los ojos. —Sabes a qué me refiero, —dijo. —Para los alfas fuertes o los omegas follables. Samuel no entendía en absoluto qué quería decir, pero guardó silencio y bebió de su taza. No tenía muchas ganas de conversar con un beta visiblemente borracho, que quería lamentarse del estado de la sociedad como si Samuel no hubiera oído esa historia mil veces. Era más bajo y no resultaba amenazante, así que la gente lo veía y asumía que era beta; o, mejor dicho, omega. Era sorprendente la facilidad con la que se revelaban los prejuicios de la gente cuando veían en Samuel un alma gemela y querían lamentar su mala suerte en la vida, en lugar de presentarse como un alfa con dotes de liderazgo o un omega que acaparaba todas las miradas. Como si no todo fuera mentira. Como si ser un alfa dictara cada rasgo que exhibías. Samuel había oído todas las historias, todos los estereotipos: no quería precisamente encarnar al tipo de alfa en la universidad que se enorgullecía de sus conquistas, que las usaba como una insignia de honor. Así que no lo hizo. Samuel probablemente apestaba a asco, y con el rabillo del ojo vio que el chico se alejaba un poco de él. No olía a picnic en ese momento. Una risa resonó en la habitación, atrayendo la atención de Samuel. Junto a un sillón, Joongwoo tenía a un chico en su regazo, al oído del cual le susurraba la imagen de una pareja enredada antes de los preliminares. Sentado allí como si esta fuera su casa y su sillón, reclamando su lugar. Quizás algunos estereotipos eran ciertos. —Justo a lo que me refiero, —se quejó el chico. —Es todo lo que odio. Choi Joongwoo, coreano, justo cuando están de moda y un maldito alfa. — Prácticamente escupió el nombre como si le quedara mal sabor de boca. Una chica cercana se animó, con un brillo en los ojos, y dijo arrastrando las palabras: —¿Choi Joongwoo? Ese es un nombre que no he escuchado en mucho tiempo. —Cuéntamelo —suspiró su amiga. Se inclinó hacia delante y apoyó la barbilla en la mano, mirando con nostalgia a lo lejos—. Tuve una cita con él una vez. —Me vio dos veces, —dijo la chica con timidez y sugestión. Su amiga le dio un manotazo y la chica se rió. —Lo considero uno de mis mayores logros, —explicó, mirando a Samuel. —¿Por qué? ¿Porque tiene un historial excelente de golpes y despidos?, —murmuró el chico. Samuel percibía una mala vibra en él —bastante resentido, y nada que unas palabras amables pudieran arreglar en una noche—, pero Joongwoo había pasado a besarle el cuello, mientras este se aferraba a Joongwoo, y quizá había algo de verdad en todo eso. Samuel volvió a mirar a Joongwoo y se acaloró por la intensidad de su mirada. Las comisuras de los labios de Joongwoo se curvaron en una sonrisa, como si supiera exactamente por qué Samuel lo observaba. Samuel apartó la mirada y se quedó mirando el contenido de su bebida. No tenía ningún interés en perseguir lo que Joongwoo le ofrecía con tanta descaro, no cuando tenía a otro chico en su regazo. La chica se encogió de hombros. —Una vez que te vuelves alfa, nunca vuelves atrás, —dijo simplemente. Como si realmente pudiera reducirse a eso. Se inclinó con aire de complicidad y Samuel se encontró inclinándose también, a pesar de todo. —Además, tiene un nudo enorme, —susurró en voz alta tras una mano ahuecada. Si Joongwoo tuviera buen juicio, probablemente podría oír lo que decían de él. Todo yendo directo a su ego. Su estúpido y atractivo ego. En la esquina, Joongwoo y el chico se besaban tranquilamente, con la mano envuelta alrededor de su cintura como si perteneciera a ese lugar. Tan descarado. Tan predecible. Samuel se disculpó para ir a tomar algo, pero tropezó al prepararlo; el alcohol se derramó por el borde del vaso y salpicó la mesa. Maldijo y fue a buscar papel de cocina. Mientras estaba agachado en el suelo haciendo lo mejor que podía para resolver una situación causada por él mismo, borracho, una voz dijo: —¿Necesitas ayuda? Samuel miró hacia arriba y aunque las líneas de cosas en su visión se habían vuelto borrosas, pudo distinguir a Joongwoo, que se cernía sobre él. Los alfas como Joongwoo no exigían atención, pero la conseguían. Disfrutaban de la facilidad con la que vivían, con las miradas puestas en ellos, con gente ansiosa por llamar su atención, por ganarse su favor. Ignorarlo irritaría a Joongwoo. Así de simple. No estaba acostumbrado a que lo ignoraran, y Samuel seguiría ignorándolo. No respondió y siguió frotando el charco que había formado en el suelo con papel de cocina. Derramó más de lo que creía porque la toalla lo empapó en un santiamén y tuvo que coger otro. Joongwoo se agachó junto a él, sin inmutarse, y arrancó una sábana. Limpió el resto, la hizo una bola y la arrojó a un lado. —¿En serio?, —preguntó Samuel, sin poder contenerse. —¿Crees que eso te ayuda? No lo vas a desperdiciar. —Pensé que no querías mi ayuda, —respondió Joongwoo con una sonrisa irónica, como si pudiera leer a Samuel con facilidad. Samuel no era tan fácil de leer. —¿Decidiste cambiar de opinión? Samuel no dijo nada, recogió los trozos de papel de cocina atornillados y los tiró a un cubo de basura en la cocina. Parecía una tarea inútil, dado que la cocina estaba hecha un desastre, pero Samuel no había sido criado sin modales. Él haría su parte. Jungkook lo había seguido. —Nunca te había visto en estas fiestas, —empezó, cruzándose de brazos. Sus brazos, ridículamente grandes. —¿Cómo es que nunca te había visto aquí? Samuel resopló. —¿Es una frase para ligar? ¿ Vienes a menudo ? —Lo es si tú quieres, —sonrió Joongwoo. Samuel lo rozó al salir de la cocina. Joongwoo lo siguió de nuevo. —Vamos, estás evadiendo mi pregunta. ¿Qué haces aquí? —Supongo que mis amigos quieren revivir su juventud, —dijo Samuel. Sabía que lo estaba simplificando, quizá injustamente con Héctor y Jimie, pero Joongwoo no necesitaba saber más. —¿Joven? ¿No eres estudiante? —Joongwoo parecía interesado. Samuel no sabía qué hacer con esa repentina atención. Se apoyó en la pared, cruzó los brazos y exhaló. Joongwoo seguía allí, frente a él. —No —dijo finalmente—. No soy estudiante. ¿Qué lo delató? —Si me lo preguntas de verdad, pareces un poco hastiado, —dijo Joongwoo. —En un sentido atractivo. En un sentido atractivo y maduro. Samuel resopló de nuevo. —Si así es como ligas, eres fatal, —replicó. —Parece que en ti funciona, —respondió Joongwoo. —Ya que sigues aquí. —Ajá, —dijo Samuel. Puede que Joongwoo se haya ganado esta famosa reputación gracias a su atractivo natural y su tendencia a ligar en fiestas, pero aún era solo un universitario. —Voy a volver con mis amigos, Joongwoo. Cuando Samuel regresó, Joongwoo gritó: —¡Así que sabes mi nombre! ¡Lo tomaré como un cumplido!
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