—Así que te gusta, —confirmó Héctor el miércoles por la tarde, cuando Samuel le había propuesto tomar un café en lugar de ponerse al día, cuando necesitaba desesperadamente tiempo lejos del departamento de música, espacio para despejar su cabeza mientras se sentía enterrado bajo las calificaciones, el papeleo y la planificación de los horarios de las clases con meses de antelación.
—No me gusta, Hochi —se quejó Samuel—. Es insoportable.
—Sin duda te ha tocado la fibra sensible, —señaló Jimie. Ante el sonido dolido de Samuel, Jimie se apresuró a añadir: —No está mal, es un tipo sexy. Tienen... química.
—La química está bien, —dijo Héctor, señalando a su amigo. Samuel le agarró el dedo y lo bajó. —Solo digo. Mis instintos acertaron en esto. Choi Joongwoo quiere un pedazo de tu ardiente trasero alfa.
—Choi Joongwoo probablemente asume que soy un omega recatado, —se burló Samuel. —Que le pestañeará y se tomará todo lo que diga como verdad.
—Por lo que he oído, le gusta que le den un toque mordaz, —dijo Jimie.
Solo la mordida le recordó a Samuel el lunes por la noche, cuando había disfrutado del chupetón fresco y el cuerpo tonificado de Joongwoo. Samuel se sonrojó, y Héctor lo notó.
Se incorporó, alerta. —¿Qué pasó? —Samuel lo fulminó con la mirada. Héctor era un sabueso cuando se trataba de Samuel; podía olfatear casi todo. Como aquella vez que Samuel chocó accidentalmente con el jarrón de la madre de Héctor que visitaba a su familia por las fiestas y vio, horrorizado, cómo se hacía añicos. Nadie había presenciado el crimen de Samuel, pero Héctor lo había visto en su rostro en el momento en que su madre descubrió los fragmentos, y Samuel lo soltó sin pensar, sintiendo la pesada carga de la culpa.
—No pasó nada. —Samuel eligió sus palabras con cuidado—. Parece que Joongwoo es mi nuevo vecino. —Hizo una pausa, pensando si quería que Héctor y Jimie supieran lo que realmente había pasado. Finalmente decidió que sí, y dijo—: Y ahora le gusta llevar gente a casa y alquilar todo el bloque de apartamentos.
Jimie sonrió. —Ay, Dios mío, —dijo.
—Su reputación lo precede, lo sé, —dijo Samuel poniendo los ojos en blanco. —Fui a pedirle que se callara y no paraba de reírse de mí. Es un imbécil.
Héctor hizo una pausa. —Cuando dices que fuiste allí, ¿cuánto... de avanzada estaba su cita?
—Estaba sin camisa, —le dijo Samuel sin rodeos. —Lo dejo a tu imaginación.
La boca de Héctor formó una O mientras asimilaba esta información. Luego, —¿Cómo era su cuerpo en una escala del uno al diez?
Samuel lo empujó suavemente, riéndose de la insaciable sed de Héctor por detalles jugosos. —No te lo voy a decir, —dijo.
—No es justo, —se quejó Héctor. Jimie decidió pasarle los dedos por el pelo para tranquilizarlo. Samuel vio a Héctor inclinarse ante su toque con una especie de dolor en el pecho.
El universo aún no había terminado con Samuel, pues al otro lado de la sala vio a Joongwoo esperando en la fila para tomar un café con un amigo, riendo y empujándose. Era un cambio notable respecto al lunes por la noche, con Joongwoo sudoroso y sonrojado. Este Joongwoo parecía casi despreocupado; vestía informalmente con una camisa a cuadros y un gorro, como cualquier otro universitario.
Samuel se relajó pensando en ello. Joongwoo era otro estudiante universitario normal.
La mirada de Samuel se clavó en la de Joongwoo y la sostuvo deliberadamente, pensando todo el tiempo: —Solo es otro universitario. Solo otro universitario.
Joongwoo levantó una ceja en señal de desafío, antes de volverse hacia su amigo y reanudar su conversación.
Samuel terminó su café con Héctor y Jimie antes de ver la hora y tuvo que disculparse. Por mucho que quisiera ignorar la carga de trabajo que le esperaba en el departamento de música, el tiempo que podía pasar en la cafetería era limitado antes de enfrentarse a la realidad. Jimie, estudiante, aún disfrutaba del tiempo y la libertad que esto conllevaba, y Héctor parecía tener un horario más flexible.
Samuel prácticamente caminó con dificultad para salir de allí antes de que Joongwoo se pusiera frente a él, deteniéndolo en seco.
—Hola —dijo Joongwoo. Así, sin más. Se bajó el gorro, metiendo un mechón de pelo suelto debajo—. ¿Qué pasa?
Ahora Samuel tiene que levantar la ceja. —¿Qué pasa?
—No esperaba verte aquí, eso es todo, —dijo Joongwoo.
—Soy ayudante de profesor, no estudiante, —dijo Samuel con picardía. Le hizo un gesto a Joongwoo para que se apartara. —Y estoy muy ocupado.
—¿Eres profesor? ¡Qué bueno!, —dijo Joongwoo. —Me gustan las diferencias de edades.
—Sí. Tengo que volver al trabajo.
Samuel dio un paso al frente, y Joongwoo lo interrumpió rápidamente, un movimiento que requirió de sus anchos hombros y corpulencia. Era un alfa.
—Solo una cosa, —dijo Joongwoo. Se mordió el labio. Parecía... ¿aprehensivo? —Sal conmigo algún día, —dijo finalmente. —Será divertido.
—Jungkook, ¿en qué momento te he dicho que somos amigos? —Era cortante, pero parecía que nada más funcionaría. Samuel intentó sugerir algo; Joongwoo lo ignoró. Samuel intentó salir; Joongwoo le bloqueó el paso. —Sabía de tu existencia como la semana pasada, y te he visto dos veces. —Y en ese tiempo, estaba besándose con gente y mostrando un apetito s****l voraz, añadió su cerebro.
—Me encanta cómo no me tratas con educación, —sonrió Joongwoo. Su sonrisa se desvaneció y dijo, serio: —Me gustaría conocerte. Si me das la oportunidad.
Samuel suspiró. ¿Cómo le había dicho a Joongwoo que no le interesaba salir con alguien, que hacía tiempo que no lo hacía —en parte por su mal historial, pero también porque sentía que no conectaba bien con la gente— en un resumen conciso que no invitaba a preguntas?
Decidió: —No tengo tiempo para citas y no me interesa. Lo siento.
Joongwoo lo analizó. No parecía molesto ni enfurecido. Solo curioso. —Vaya, —dijo. —Un omega inmune a mis encantos. Es nuevo, debo decir. A Tae le va a encantar.
—No soy un omega, —dijo Samuel, aunque solo fuera para ver la sorpresa en el rostro de Joongwoo. Fue, sin duda, satisfactorio.
—¿Usted no es...?
—No —dijo Samael, haciendo sonar la N—. Soy un alfa.
—Ajá —repitió Joongwoo, empezando a sonar como un disco rayado—. Sabes, eso tiene sentido, con nuestra química y todo eso. Me gustan otros alfas, y Hochi me dijo que a ti también.
Samuel maldijo en silencio a Héctor por revelar todos sus secretos, incluso si tenía buenas intenciones y lo hizo con el fin de tenderle una trampa a Samuel.
—No tenemos química —le dijo Samuel—. ¿Puedes moverte ahora?
Jungkook sonrió. —Si tú lo dices, Sami. —Dio un paso al costado y, al pasar Samuel, gritó: —¡No finjas que no me escuchaste la otra noche!
Samuel se sonrojó, agachó la cabeza y caminó apresuradamente.