Capítulo 4: El Viaje de Negocios No sé cómo llegué al aeropuerto sin derrumbarme. Llevaba dos días viviendo en una cuerda floja, con el corazón en la garganta desde lo que pasó en la sala de juntas. Miguel y yo casi cruzamos una línea que no tiene retorno, y desde entonces, no hemos hablado. La nota que dejó en mi agenda —“tenemos que hablar”— sigue quemándome en el bolso, pero no ha dicho nada más. En la oficina, actúa como si todo fuera normal: reuniones, correos, órdenes. Pero sus ojos, cuando me miran, tienen un fuego que me hace temblar. Y yo, como una tonta, no puedo dejar de buscarlo, de esperar un gesto, una palabra. Hoy es diferente. Estamos en un viaje de negocios, los dos solos, a una ciudad a tres horas de vuelo. Es una reunión importante con un cliente nuevo, y Miguel insist

