Capítulo 5: La Invitación a Cenar No pude dormir después de lo que pasó anoche. Las palabras de Miguel —“Te deseo”— se repetían en mi cabeza como una canción que no puedes sacarte de la mente. Las dijo con el vino suelto en la lengua, pero sus ojos no mentían. Había verdad en ellos, una verdad que me dejó temblando en mi habitación de hotel, mirando el techo hasta que el amanecer se coló por las cortinas. Hoy, de vuelta en la ciudad, siento que algo ha cambiado. No sé si es él, yo, o este nudo en mi pecho que no me deja respirar. El vuelo de regreso fue silencioso. Miguel se sentó a mi lado, pero no mencionó la cena, ni su confesión, ni los besos que nos han puesto en esta cuerda floja. Hablamos de trabajo, del cliente, de cosas sin importancia, pero cada vez que sus dedos rozaban los mí

