Mientras tanto en Monterrey
Un mes después, le notifican a Daniel Montemayor sobre el veredicto de sus 26 contenedores robados en Puerto Madero, Tamps.
La compañía aseguradora pagaría de acuerdo a la póliza el 70% de la pérdida y el almacén de contenedores de Puerto Madero el 30% del total restante. Ya con estos datos Daniel se reunió con la junta de consejo de la empresa y ahí solicito a los del departamento jurídico hicieran un pacto con la mayoría de empresas que necesitan el servicio del almacén en Puerto Madero para exigirles pusieran cámaras internas en el almacén, una puerta de seguridad con claves y más personal de vigilancia las 24 horas del día y si no lo hiciera así, tanto la aseguradora cómo las empresas meterían en una demanda por negligencia al almacén.
Daniel se quedó hasta más tarde porque estaba una lluvia muy fuerte en la región. Se quedó pensando que quizá ya era tiempo de pedirle a su nieto Enrique Montemayor que se hiciera cargo de la empresa Porque él ya se empezaba a sentir cansado ya tenía 75 años y quería retirarse.
En ese momento le entró una llamada a Daniel Montemayor, era su esposa Altagracia preguntando ¿Por qué no había llegado a casa? Él le contesto qué había tenido un día difícil y que estaba descansando un rato tomando café pero que ya iba rumbo a la casa que no se preocupara, Altagracia esperó a su marido hasta que llegara porque estaba en casa la hermana, Luisa Rivadeneira; y quería saludarlo ya que hacia bastante tiempo que no se veían y se encontraba ella ahora en Monterrey.
Luisa (hermana de Altagracia) y su esposo Gilberto González se habían dedicado a ir a los Estados Unidos y traer electrodomésticos para venderlos en México en los años 70. Tenían cinco hijos dos de los cuales eran ahijados de los Montemayor.
Luisa y Altagracia Rivadeneira siempre fueron muy unidas, las dos se casaron casi simultáneamente a principios de esa época. Cada quien, en su propia casa, pero siempre una cerca de la otra. Primero vivieron en el centro, después será una colonia llamada " El Obispado " y por último en La Colonia del Valle, en el municipio de San Pedro Garza García Nuevo León en dónde actualmente continúan viviendo.
Los Montemayor ya eran ricos de abolengo y sus empresas tenían muchos años en Monterrey sin embargo los González tuvieron que batallarle mucho para llegar al nivel de los Montemayor.
Empezaron como pasatiempo trayendo mercancía de Estados Unidos a México. En esa época mucha gente quería tener los electrodomésticos y la mercancía en general que vendían en Estados Unidos era toda una novedad para México, las videocaseteras, los tocadiscos, televisiones, hornos de microondas, radios, hasta la ropa era muy bien cotizada en México. Empezaron a comprar camionetas más grandes cada vez y entre los hijos mayores y ellos traían mercancía a México.
Rentaron al principio una bodega y ahí iban metiendo las cosas que traían. Con el tiempo su hijo el más grande, se casó en EU con una norteamericana y pronto compraron una casa y apoyaron mucho a la familia. Sus demás hijos también poco a poco se fueron yendo y casando. Los únicos que siempre regresaron fueron Gilberto y Luisa, a ellos les gustaba más México.
En esa época de los 70 fue muy buena tanto para México como para Estados Unidos, había bastante dinero y la gente disfrutaba de viajes y de comprar ropa y electrodomésticos norteamericanos, fue la famosa era de "la fayuca"
Los González terminaron haciendo el gran negocio de su vida porque en esas fechas cualquiera podía salir de Estados Unidos con mercancía y no había problemas, solo una mirada de los aduaneros y quizá alguna “mordida”, bastaba para que ellos sacaran lo que quisieran.
Luisa también era muy estimada en Monterrey, la mayoría de amigas de Altagracia eran amigas comunes ya que desde jóvenes se reunían, platicaban sus problemas, salían de paseos, etc. En cuanto Altagracia Les informó que estaba Luisa en Monterrey planearon una reunión para saludarla, sería el viernes de esa misma semana.
Luisa siempre llevaba algunos obsequios o detalles de agradecimiento cuando la iban a visitar, ella era más tranquila, más abierta y más risueña que Altagracia, quizá por ser la hija más chica de los Rivadeneira.
Como ya era costumbre, cada que se quedaban de ver las amigas, se esmeraban para verse bien. Se iban antes al salón de belleza, se arreglaban el cabello, se arreglaban las uñas y veían con antelación qué ropa ponerse, incluso la joyería de manos y cuello. Pareciera que quisieran pasar revista de la mejor manera y mostrar cada una de ellas lo bien que lucían a pesar de los años.
A las 5 de la tarde del viernes comenzaron a llegar a las amigas a casa de Altagracia. La primera en llegar Fue Graciela quién trajo a otra amiguita en común, pero que pocas veces iba a las reuniones su nombre era Dorotea y de cariño le decían Doroty porque parecía “gringa”, era rubia, alta, de ojos claros y era un poco más joven que ellas, apenas había cumplido 60 años. Las 2 llegaron Muy guapas y traían un presente cada una y un pequeño pastel. Después llegó Danila, con su hermana menor Lucila, ella ha ido frecuentemente a las reuniones, ellas llevaron una botella de coñac y unos fiambres finos.
Ángela del Río, la hermana de Graciela, llegó sola y apenada por llegar un poco tarde. La última en llegar fue Concepción, que de cariño le decían Conchita. Ella era una señora muy positiva y muy alegre, le gustaba bailar, escuchar música y no cantaba tan mal. Siempre ponía de buen humor a la gente, a todos les gustaba estar cerca de ella.
Tomás, el mayordomo de Altagracia, les fue sirviendo a cada una e invitándolas a pasar al salón de juegos, en la sala había una mesa central con 8 sillas y 2 mesas con 4 sillas cada una para los juegos de ajedrez, canasta, póker, etc. También había un bar muy bien surtido con vinos de todos los países, una expendedora de hielos para su disposición y refrescos de varios sabores, así como juegos, ese bar lo controlaba Tomás al igual que la música de fondo y tenía muy buen gusto para ello.
Las chicas del servicio de la cocina atendían las mesas, darían una pequeña cena a las 8 p.m. pero antes de ello arreglaron la mesa con aperitivos y botana.
Pasaron una velada muy tranquila y muy emotiva, todas recordando anécdotas y sucesos del pasado, algunas cosas les causaron risa y otras un poco de lágrimas. Era la manera de desahogarse, divertirse y salirse un poco de la rutina, dado que sus maridos pasaban todos los viernes en un bar llamado "Club Ejecutivo” en donde ellos hacían lo mismo con sus amigos.
Pasada las 11 de la noche, poco a poco se fueron despidiendo una a una algunas amigas traían su chofer
qué las llevaría a sus casas y quiénes no traían, las llevaría el chofer de Altagracia a su casa.
Al final solo quedaron Conchita, Luisa y Altagracia. Conchita fue la amiga que le rentó la casa en la Ciudad de México para Enrique, en esos momentos se estuvieron acordando de él.
Por cierto, Altagracia- preguntó Conchita- ¿Cómo esta Enrique?
Bien. - contestó ella- ya terminó su carrera y ahorita mientras hace su Doctorado está dando clases en una Universidad.
¡Mmm! - contestó Conchita- ¿y ya se casó?
¡No! - dijo Altagracia- está esperando una princesa. - Rieron las 3.
Pues es probable- dijo Conchita - que yo conozca a esa princesa.
¿Si? - contestaron al mismo tiempo las hermanas.
Si. -dijo Conchita- mi sobrina Anett. Es soltera tiene 29 años, es aeromoza, es muy guapa, parece artista de cine, sin exagerar.
- Estaría bien presentarlos - dijo Altagracia- ¿Dónde vive ella?
- En la ciudad de México. Yo iré la semana entrante a verla. Si gustan ir, yo les hago las reservaciones.
- Me parece perfecto. - dijo Altagracia- podríamos planear una comida sorpresa, en un buen restaurante para que se conozcan.
- ¡Buena idea! - contestaron las otras dos entusiasmadas del plan.
- La semana que entra les digo los pormenores.
Al final se despidieron, el chofer de Altagracia llevó a Conchita a su casa ya que no traía chofer y tampoco sabía manejar.