Se acercó lentamente, acechando, contemplando aquel cuerpo que ya había sido golpeado. Se agachó hasta quedar a la altura de esos ojos que apenas se podían abrir culpa de la sangre que bajaba de esa ceja lastimada y el agua que escurría por su frente, producto del baño que le regalaron al infeliz antes de que él ingresara.
—La última vez que nos vimos pensé haber sido lo suficientemente claro, ¿no lo creés José?— preguntó mirando a su hermano que se ubicaba a su derecha.
—Cualquier pelotudo con dos dedos de frente hubiera entendido el mensaje — respondió mirando con asco a aquel sujeto que se veía tan patético, tan poca cosa.
—Pero parece que nuestro Esteban no entendió nada, asique ahora nos vamos a asegurar que se entienda de una vez y para siempre — susurró poniéndose de pie, irguién
