Y entonces Seay hizo algo bastante gracioso. Intentó meterle un dedo en el trasero a papá. Papá reprimió un bufido. Seay lo había sorprendido. Pero a papá le gustó lo que Seay intentaba y se reposicionó un poco para que su esfínter fuera más fácil de acceder. Aun así, Seay necesitó un par de toques graciosos para superar su propia incertidumbre nerviosa, luego para encontrar el ángulo correcto y finalmente para armarse de confianza para presionar el dedo a través del pequeño anillo tenso y maloliente. "¡Oh!" gruñó papá, y Seay levantó la vista. Tenía la boca tan llena de la polla de papá que sus labios se tensaban alrededor de su circunferencia, sus fosas nasales se dilataban y sus ojos se salían de las órbitas. "¿Mmmf?" murmuró alrededor de la cabeza del pene de papá. Papá sentía el de

