Cuando Tracy y mamá regresaron a la cabaña y salieron del auto a la entrada, afortunadamente aislada, echaron un vistazo y encontraron a los niños holgazaneando en la sala. Seay estaba boca abajo en el suelo, completamente desnudo, leyendo un libro sobre aves, mientras papá estiraba su cuerpo peludo y desnudo en el sofá, con los ojos pegados a la pantalla del televisor, que había silenciado y puesto subtítulos. Era Bob Ross, hablando de una ardilla que una vez cuidó hasta que sanó. La pareja de hombres, con cuerpos tan diferentes y tan guapos, parecía un poco cansada y despeinada. Tracy se aferró al brazo de mamá y le rogó en silencio que no entrara completamente desnuda. Por favor. No había sido una experiencia que quisiera tener que explicar ni revivir. Por favor. Mamá cedió. Se escabul

